Mi lectura del Quijote, segunda parte 53 y 54

Jorge Luis Contreras Molina

QuijoteySanchoEs la hora de decir adiós . Sancho es llevado a la orilla. Con mala comida, con poco sueño, con grandes conflictos y pocos apoyos no puede más.

La broma final es un asalto a la sede de gobierno. El vestir ridículo es ahora una propiedad de Sancho. Hay batalla. Solo se tiene a sí mismo y a su rucio. Si don Quijote estuviera en la escena otro sería el destino de los malévolos asaltantes. Don Sancho parece ahora una tortuga gigante que gira para e2100vitar la muerte.

El gobernador se va. No lo pueden detener los llamados a la conciencia. La tiene limpia como un ángel. Llegó sin dinero y se marcha sin dinero. El mundo pudo tener noticia de que un gobierno limpio y transparente es posible.

El gobernador ha recuperado, con una decisión intempestiva, su libertad preciosa y largas horas añorada.

En el cincuenta y cuatro se asoma la amistad. Un respiro. Los muchos sufrimientos y pesares de dos amigos son compartidos y contados a la sombra de un recuerdo.

Un morisco de los exiliados viaja disfrazado de alemán. Intenta recuperar su tesoro escondido. Comen y beben los fugitivos. Uno huye de su condición de musulmán expulsado, el otro de la ínsula pesarosa.

Hay un instante para la charla franca. La camaradería es la moneda corriente. Se discuten los términos de una posible alianza. Nada. Sancho solo quiere llegar con su señor.

Mi lectura del Quijote, segunda parte 51y 52

Jorge Luis Contreras Molina

Sancho y Don QuijoteCartas. El asombro de la vida. Riqueza y pobreza materiales y espirituales conviven en un gobierno desvirtuado por la broma, pero enderezado por un ingenio genuino muchas veces probado. Ante una paradoja solo cabe la humildad. Ante un dilema sin solución es más grande el triunfo celestial de la clemencia (que años más tarde coronaría, a manera de moraleja, la fábula de fray Matías de Cordova) y el triunfo de la vida.

Licurgo palidece ante la salomónica manera de legislar de Sancho. Norma y su legado viven aún hoy.

A don Quijote lo aburre la inmovilidad. Lo mueve su sentido de aventura. A punto está de irse cuando se lo enfrenta a grandes decisiones que, para él, son del todo naturales. Se apresta a un duelo. Se busca reparar el mancillado honor de una dama.

Los capítulos cincuenta y uno y cincuenta y dos muestran que los humanos somos hijos de la esperanza. Teresa espera remesas. Sanchita añora un marido. El criado equis está enamorado de una imagen apenas atisbada. Don Quijote anhela que Sancho gobierne rectamente. Sancho quiere un poco de comida para que acompañe sus periplos de regente que debe vandearse a dieta.

La burla empieza a ceder. No en su sentido formal porque nuestros héroes están sitiados por el escarnio. Sí lo hace en una línea práctica. Esto a causa del tino, desenvoltura, diligencia y don de mando que muestra Sancho, y el afecto, nobleza, valentía y sensatez que emanan del hidalgo.

 Hay tráfico de influencias. Los oportunistas hacen antesala. Los de doble cara tiran piedras con apenas tiempo para esconder una mano manchada de burla.

Sabemos que el héroe no puede ni podrá ser derrotado por encantador alguno ni por brazo bruto que salga de alguna tiniebla socarrona. Solo partirá a la desdicha de la cordura guiado por su propia hidalguía y decoro. Ya se menciona a los actores de la parte trágica de esta comedia magna.

Mi lectura del Quijote, segunda parte 49 y 50

Jorge Luis Contreras Molina

Quijote49Sancho come, gobierna, ronda, se muestra rígido, hace una referencia a su rucio, e imparte justicia tan sabiamente que asombra hasta a los que saben la broma.

Ahora un jugador mezquino, más tarde un parásito que cree tener derecho al dinero de otros, y luego una mujer vestida de hombre.  El gobernador trabaja largas jornadas.

El viajero, mala planta, que frente a Sancho es presentado por sospechoso sirve a Cervantes para presentarnos, una vez más, el tema de la libertad. El capturado puede, incluso, ser puesto en la cárcel; pero solo él puede decidir si ahí duerme o no.

La doncella vestida de hombre es también una apología de la libertad. Sancho resume. Con pocas palabras se pudo entender que nadie puede negarle a otro la posibilidad de ver mundo y el placer de ver la vida de noche.

Del suceso y la impresión Sancho piensa que a futuro su hija puede casarse con el joven fugitivo que ha sido devuelto a la casa.

El cincuenta redondea la broma. Ahora un diligente siervo del duque viaja con la carta que el ahora gobernador dirigiera a su esposa. Va a donde Teresa. Le lleva obsequios de la duquesa. También otra misiva escrita deferentemente por la dama bromista.

El pueblo se revuelve. Unos creen, otros envidian. Como siempre conviven en las páginas quijotescas lo mejor y lo peor que los hombres podemos ser. Solo nos queda sonreír reflexivos ante tamaña invención. La fábula está montada.

Mi lectura del Quijote, segunda parte 47 y 48

Jorge Luis Contreras Molina

Quixote_lindoLeer El Quijote es una experiencia salvadora. Te deja fuera de la vulgaridad de la imprecisión que conlleva la pobreza ética que es moneda corriente en estos y muchos otros tiempos.

La interfaz burlesca hace que algunos desatinados se queden en las afueras de un monumental testimonio de fe, de perseverancia y de ingenio para ser bueno.

Hay en los capítulos cuarenta y siete y cuarenta y ocho dos planos. En uno Sancho prosigue su gobierno. Esta vez el intento de almorzar se le vuelve un infierno. Resulta que toda comida le está prohibida. Todo disfrute del paladar le resulta ajeno. Además de que no es por carestía, pues todo lo tiene. Entonces la reflexión declina en la abstinencia que para los enfermos puestos a dieta es una condición de vida. La abundancia es una maldición para quien, por salud, debe decir no. Sancho no quiere negarse a comer, pero el universo que le crearon se burla de él una y mil veces. Casi renuncia.

Hay un doctor sabelotodo y un viajero inoportuno que acentúan lo mal que Sancho la está pasando.

Don Quijote (en el otro plano) intenta el celibato, el espíritu de monje. Pone tranca, deja la habitación oscura. El Diablo, por supuesto, logra colarse vestido de mujer. Y de mujer penitente con una historia larga que contar. Nada logra mover al hidalgo que sigue preso, porque quiere, del amor que ha creado y que alimenta con cada nuevo personaje que pretende trocarlo por la hojarasca del disfrute momentáneo.

Tal como dice en la breve descripción del cuarenta y ocho, los hechos que se describen pasarán (lo han hecho de sobra) a la eternidad.

El capítulo termina en desconcierto. Uno así como el de El beso de Chejov. Alguien ha entrado. Azota a la mujer que se confesaba con nuestro héroe. Pellizca y desenrolla al convaleciente hidalgo. Quizá más tarde sepamos quién es el encantador.

Mi lectura del Quijote, segunda parte 45 y 46

Jorge Luis Contreras Molina

quijoteSor Juana Inés de la Cruz, la prodigiosa barroca experta en decir a para que parezca b, bien podría haber aprendido algunos juegos ingeniosos de palabras en las salomónicas tareas que emprende Sancho gobernador de la Barataria.

Los que no saben, pero también los que sí, ríen asombrados por las luces del escudero.  Es que lo ponen a prueba una y otra vez con la exposición de agudos conflictos entre vecinos. Es hora de reír. Intensamente. Como será de llorar cuando toque. Por ahora “don” Sancho nos regala un hermoso minuto para dejarnos claro cómo deberían ser nuestros gobernantes: sabios, humildes, pródigos para dar, diligentes, laboriosos…

Mientras el escudero gobierna, don Quijote sufre. Acecha el formidable enemigo hecho, primero, mujer insinuante, y luego encantador gatuno.

Como tantas veces se recalca en El principito, para que no olvidemos se repiten las líneas aquellas del amor invencible que el hidalgo decidiera depositar en su Dulcinea, los dobleces de los moralmente pobres que tienen la ligereza de pensar que están humillando al hidalgo. Mientras lo hacen pasar malos ratos llenos de burlas y vejámenes, el hombre no se dobla. Su ética no está en venta. Su honor es la piedra de toque para todos los tiempos, no solo para los sonrientes y bonachones.

Un hombre, en el centro de un corro de burla, con un gato enquistado en su nariz tiene tanta dignidad que inunda todo el escenario sin que quede espacio para la insana manera de ser de los que ríen pensando que dominan la situación.

Mi lectura del Quijote, segunda parte 42-44

Jorge Luis Contreras Molina

don-quijote-leyendo-libros-de-caballerc3adasConsejos para el alma, consejos para el cuerpo. Como toda buena literatura, el Quijote no moraliza. Al menos no directamente. Estamos al inicio de uno de los pasajes más famosos. Sancho está a un paso de ser el gobernante de una ínsula. Cosas de duques bromistas. La parodia caballeresca capturó, gigante, a Cervantes quien no es más el creador de esta historia; porque se ha vuelto su primer y más respetado seguidor.

Sancho nos arranca una risa reflexiva. Afirma que mientras volaba sobre Clavileño, el caballo de madera, vio la insignificancia de la humanidad. Luego no quiere gobernar nada terrenal. Aunque fuere un pedacito de cielo, afirma. Nada de gobernar fragmentos de cielo. Se le prometió gobierno de ínsula y solo eso estará disponible.

Don Quijote quiere cuidar el alma de su amigo y le pide que gobierne con honor, con humildad, valientemente, con sabiduría. Además lo invita a tener un cuerpo limpio, sano, estandarte de buenas costumbres.

La gran obra no puede menos que parodiar sobre sí misma. Cervantes juega con la pasión que Sancho nos ha manifestado por los refranes. El hidalgo le intenta hablar de los beneficios del lenguaje directo o del silencio sabio como sustitutos del refranero descompuesto e impertinente.

Sancho ni sabe leer ni tiene buena memoria para guardar consejos. Entonces el hidalgo le escribe el decálogo para que algún sirviente del gobernador se lo lea. El instructivo cae en manos del duque. Una vez más se admiran los bromistas esposos de la cordura de este hombre impresionante que parece todo menos un desquiciado. Lúcido hasta los extremos, siempre que esos extremos no sean la mención de asuntos de caballeros. Entonces surge el héroe invencible perseguido por encantadores y subyugado por una figura difusa de mujer que en alguna parte espera.

Don Quijote es vulnerable. Está sin escudero. Ningún ofrecimiento puede quitarle del sol que es su Dulcinea. Prefiere la soledad. Ahí es presa de mujeres que hablan de un enamoramiento hacia el hidalgo que entiende su condición de caballero como una maldición. Las mujeres lo ven y lo quieren conquistar. Broma. Hoy sabemos que cualquiera que se encuentre con las líneas quijotescas lo querría conquistar para tener algo de Quijote.

Mi lectura del Quijote, segunda parte 37-41

Jorge Luis Contreras M.

QuijoteLa broma continúa. Quijote y escudero son arrastrados hacia la vorágine de un caballo que aparenta volar. El corcel es de madera. Sancho habría querido no ir, pero lo convenció el ímpetu del hidalgo que no está dispuesto a dejar a ninguna mujer abandonada a la suerte de encantamientos y merlines cínicos.

Los condes fabricaron una Aventura memorable. Montaron un teatro de ensueño. Fueron capaces de transportar a los heroes a tiempos y espacios lejanos. El futuro gobernador quiso descifrar el asunto, pero su ambición lo encerró. Don Quijote está cegado desde hace mucho tiempo por un honor que funciona como piedra de toque.

Hay mujeres barbudas, hay historias lejanas de amores malogrados, hay maldiciones que solo se pueden deshacer si hay valor para vendarse los ojos e ir hacia lo desconocido.

El ingenioso hidalgo, crédulo noble, sigue su instinto. Nos inspira. Nos bendice con su extrema valentía y arrojo.

Hay que tomar partido. Quedarse al margen, “inmóvil al borde del camino“, o subir al caballo que promote la aventura incierta. El motivo es el de siempre, sembrar la vida de valores eternos que no pueden comprarse con pesos ni pueden heredarse con nombramientos estériles.

Ríen los asistentes al teatro ignominioso. No importa. Don Quijote ha cumplido su deber y ha vuelto.

Miente Sancho. Dice que vio maravillas mientras consiguió una rendija en su vendaje. Don Quijote sabe que miente. A menos, claro, que sea capaz de creer que lo increíble también ocurrió en la Cueva de Montesinos.

La única forma de traer al loco de vuelta consiste en que los mortales y comunes cuerdos vivan el mundo de la caballería. Desde ahí pueden vencer al de la triste figura.

Mi lectura del Quijote, segunda parte 36

Jorge Luis Contreras Molina

SanchoEl peso de los acontecimientos se ha trasladado a Sancho que toma, desde algunos capítulos atrás, papel protagónico.  Los ingenios siguen poniéndose al servicio de la burla, y la candidez vuelve penitente, sin quererlo, al escudero.

Cervantes se vale de una moderna técnica para hacer lo que los modernos. Nos da un resumen de lo actuado puesto en una sentimental carta del dueño del rucio a su señora esposa. Un escrito lleno de enclíticos que el analfabeto dictara y que ahora escudriña la señora duquesa.

La buena literatura se aleja de moralismos y ríe desde su nicho de ironía que lo salpica todo.  Ahora la lectora indica al dictador que suena avaro e impreciso.  Sancho se defiende, pero no mucho.

Cuando Sancho se ve enfrentado a la penitencia y a la renuncia en pro del bien de otros, se muestra muy humano y dispuesto al sacrificio si este lo catapulta a su gobernatura y al reconocimiento.

Para tiempos difíciles es necesario que los hombres tengan asideros de valía.  Aquí nos reímos todos, pero entre esta burla podemos observar la más firme de las honras, el más elevado de los espíritus, y al más inocente de los valientes.  Don Quijote cree que se le busca por su nombre.  Hoy sabemos que su nombre es inmortal e inspirador.

Mi lectura del Quijote, segunda parte 35

Don Quijote y Sancho PanzaVoy a volverme espada. Voy a ser el gendarme ilusorio que guarde las espaldas de Sancho. El que cuide sus ilusiones. El que defienda, con el alma, su simpleza ante el escarnio refinado y vil de los duques. Porque Sancho explica, habla, justifica, se enrolla sobre sí. Sus palabras de hace un rato se vuelven contra él. Los nobles ríen. Son extremistas. Quieren conocer las fronteras de la virtud hidalga de don Quijote, pero también la rebosante generosidad que mana del domador de rucios.
Don Quijote rechaza un vestido lujoso. Lo hace desde su condición de caballero cuasimístico. Sancho acepta desde su veta más terrena: la del que desea obtener ingresos a través de una inminente venta. Este proyecto se trunca cuando Sancho termina colgado y roto mientras cazan jabalíes.
Merlin y otros surgen para reír a mares, esta vez de la propuesta de magia por flagelación que Sancho recibe con el asombro del niño que ignora el tamaño de la vileza humana.
Aunque Sancho es analfabeta, consiguió que se consigne en la novela una terrenal y franca epístola a su esposa. Cervantes emplea este recurso para resumir mucho de lo hasta aquí ocurrido en la novela, y para incrustar un hecho concreto en medio de tantas intencionales ilusiones. La burla es moneda corriente. Dentro de la historia, otra. Esta nueva ficción es para que recordemos la función principal del hidalgo: deshacer entuertos.
Quijano, feliz, arremete contra quienes niegan su existencia hidalga: académicos escépticos, caballeros haraganes, clérigos de pensamiento estrecho…  Viene una mujer que sufre. El hidalgo sabe que para esto fue armado caballero.

Mi lectura del Quijote segunda parte, 34

Jorge Luis Contreras Molina

Don Quijote y DulcineaEl Quijote es un libro de amistades. Quijano es amigo de su honor: coherente. Don Quijote y Sancho son inseparables: cada cual un individuo, y cada uno complemento del otro. El de los leones es amigo de su caballo: lo ha fabricado, y le ha dado identidad. Sancho es inseparable de su asno: casi nunca se ve a uno sin el otro.

En don Quijote los personajes responden a su destino.  Solo el Hidalgo lo ha transformado con valor. Los duques son villanos en la sombra burlesca de una broma necesaria.  Sancho es simple, terrenal, amigo de lo que puede ver y asir con sus regordetas manos.

El teatro vuelve a montarse.  Vuelven a ponerse a prueba la simplicidad y la cobardía de un escudero práctico siempre dispuesto a huir de los peligros que don Quijote añora (esto a pesar de que en capítulos anteriores vimos ya escapar medroso al hidalgo).

El centro del asunto es ahora un incongruente grupo de mensajeros, encantadores, demonios y magos que se disponen a burlarse tanto del soñador como del pobre Sancho a quien no entienden.

Dulcinea. Vuelve la inspiradora que habría de reaparecer, digamos, en Tabaré. El loco corazón de don Quijote vuelve a latir como lo haría el hombre de Nicanor. Se avecina otra reunión de raros.