Encontrar poesía en los lugares comunes

Pep Balcárcel (*)

“Encontrar poesía en lugares comunes”. La frase la dijo el poeta Walter González, del Poetry Slam, hace ya cinco años. Aquella vez, nos encontrábamos en una librería de la zona 10 de la Ciudad de Guatemala y comentábamos el poemario del autor hondureño Frank Pineda. Casi siempre, para presentaciones, lecturas y demás, nos reuníamos allí o en un café de la zona 1. Alguno que otro bar nos abría las puertas.

 

poesiaLos espacios para literatura eran mínimos. Muchas puertas estaban cerradas. Editoriales como Vueltegato o Catafixia organizaban lecturas de poesía. Las Lecturas Urbanas, en el extinto Café Urbano son un recuerdo que siempre llevaré conmigo. Allí conocí a autores y autoras como Daniela Castillo, Luis Pedro Villagrán, Juan Pensamiento, Alina Kummerfeldt, Julio Prado y demás. A Pablo Bromo, editor de Vueltegato y gestor de estos eventos, también le debemos las Poeclécticas; en las que aprendí que la música y la poesía se llevan muy bien.

Pero los espacios eran reducidos. Mínimos. Siempre leían los mismos. Siempre llegaban las mismas personas. No sé cómo sea en el resto del país, pero en Guatemala, no salíamos de las mismas cosas. También, hago la acotación, la época de la que hablo es 2011 y 2012, poco más o menos.

Ya en 2014, con Pato/Lógica –mi editorial– y el apoyo de la música Mabe Fratti y el Ale R, de Chiribisco, nació Poetas en el Chiri; que originalmente se llamaba Poesía a Verga (por la maña que teníamos de emborracharnos antes de pasar a leer). Durante casi tres años, un grupo, algunos constantes, otros no tanto, nos reunimos un miércoles al mes para leer poesía y narrativa en ese bar, con acompañamiento musical.

La idea era descentralizar la poesía, que no leyéramos siempre los mismos, pero terminamos convirtiéndonos en otro grupo. Siempre agradeceré el espacio, a los autores constantes, a quienes en verdad pusieron empeño en la literatura, pero no se cumplió el objetivo real. Las lecturas del Chiri seguirán, pero no mensuales, y con una mecánica distinta.

Pero vamos al punto. Y lamento la introducción de cinco párrafos. Tengo la maña de extenderme. El punto de esta columna son las Noche en Verso, organizadas por Para Contarla. Sucede que el sábado cuatro de enero fui a una, la edición de su aniversario, y del (des)amor, en el Mercadito de Lola, en la zona 15 de la ciudá. Quedé encantado.

No necesariamente porque haya escuchado a las mejores voces de esta generación. Peco de honesto y así como escuché voces que valían la pena, hubo otras a las que se les nota la falta de lectura. Eso sí, el evento me parece fundamental, un esfuerzo importantísimo y ahora lo explico.

Primero que nada, esas personas, a las que les falta lectura, encontrarán un espacio dónde conocer a personas que ven, en el ejercicio de hilvanar versos, una necesidad. Podrán compartir libros, hablar de sus intereses y, si es su intención, comenzar a construir una carrera literaria; cosa difícil no en Guatemala sino en todo el mundo.

Por otro lado, las voces que empiezan a madurar, que empiezan a encontrar su intención poética, podrán darse a conocer. Y en un espacio que, para sorpresa mía, estaba lleno, llenísimo. Sorpresa porque en 2011, cuando leí por primera vez, éramos tres escritores y un señor (sí, uno, solo uno) como espectador. Parece que ahora las personas empiezan a interesarse más en las letras.

Además, la mecánica de la Noche en Verso es un micrófono abierto constante; abre las puertas. Un modelo arriesgado, sí, pero que no prioriza en ciertas personas. Da voz a quien la pide; será la persona frente al micrófono la que lo aproveche o no.

Detrás de este evento están las escritoras Eugenia Cruz y Paulina Méndez. Dos chicas muy talentosas y con un futuro muy prometedor. A Eugenia la he leído varias veces y lo que escribe me parece bellísimo, el ritmo con que plantea todo te atrapa y no podés evitar perderte en sus letras. A Paulina la escuché por primera vez el sábado: quedé con muchas ganas de leer más de ella.

El evento en sí me pareció distinto a todos los que he asistido. Noche en Verso y edición de amor: vaya lugar común que resultó no serlo. Encontré verdadera poesía; un chico que le hablaba a la nada y le temblaban las manos y la voz, pero que me dijo tanto en la brevedad de su texto. Tanto.

Quizá sea que la verdadera poesía está en blogs, en micrófonos abiertos, en los lugares comunes donde no esperás encontrarla. Está en estos eventos a los que, sin dudas, seguiré asistiendo. Finalizo aquí, porque aún queda mucho por escribir sobre lo que Eugenia y Paulina están creando.

Publicada originalmente en el Diario de Los Altos.

 

(*) Pep Balcárcel es estudiante de la Licenciatura en Lengua y Literatura del Departamento de Educación, UFM.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *