El lenguaje de la clase obrera: artistas de los años 40

María José Prado Marroquín (*)

El pensamiento social de la Revolución de 1944, activó un camino que auguraba un proceso de cambio. Despertaron sentimientos nacionalistas, se extendieron diferentes ideologías, se produjeron avances científicos y tecnológicos y hubo, sobre todo, un gran desarrollo cultural y artístico.[1]

 

Rafael Yela Günther (Quetzaltenango, 28 de septiembre de 1888 – Ciudad de Guatemala, 17 de abril de 1942).

Rafael Yela Günther (Quetzaltenango, 28 de septiembre de 1888 – Ciudad de Guatemala, 17 de abril de 1942).

Yela Günther, Galeotti Torres, Grajeda Mena y Franco. Estos cuatro son los nombres de los artistas guatemaltecos que dominaron y definieron el impulso y rumbo de la ideología que inspiró la revolución del 44 dentro del mundo de las artes en esta tierra. De una u otra manera, cada uno de estos contribuyó a uno de los grandes ideales intelectuales de esta época –ideales reaccionarios al ambiente opresivo de toda una serie de represivas dictaduras previas–: la revitalización de la cultura en el país; en concreto, la apertura, la accesibilidad de la cultura, de la cultura nacional, local, de la tierra, a la clase media, la clase obrera.

 

Rodolfo Galeotti Torres (Quetzaltenango, 4 de marzo de 1912 – Ciudad de Guatemala, 22 de mayo de 1988).

Rodolfo Galeotti Torres (Quetzaltenango, 4 de marzo de 1912 – Ciudad de Guatemala, 22 de mayo de 1988).

Características comunes a estos cuatro artistas son su contacto con el muralismo mexicano, opción alineada al interés por el arte público, como el monumento a la marimba en Xela (Galeotti Torres), o el monumento al trabajo (Yela Günther) en la zona 5, etc. Es interesante destacar cómo buena parte de estos artistas trabajaron la escultura, que es un arte fuerte y sólido, adecuado para expresar tanto la fuerza del trabajador como la fuerza de la nación ante los imperialismos y diversas formas de opresión (por ejemplo, la resistencia a la opresión indígena que puede verse en los bustos de Galeotti Torres). Todos se destacaron por una fuerte militancia política, pues de un modo u otro se involucraron en la propuesta y dirección de instituciones culturales en el país.

Los elementos mencionados previamente confluyen en lo que será un lenguaje

Guillermo Grajeda Mena (Guatemala, 1 de octubre de 1918 – 5 de junio de 1995).

Guillermo Grajeda Mena (Guatemala, 1 de octubre de 1918 – 5 de junio de 1995).

artístico de realismo social: una preferencia por los temas nacionales, por la confluencia de lo regional y lo indígena, los temas de la tierra, incluso el estilo prehispánico (considerar particularmente la obra de Grajeda Mena en este aspecto), con un interés férreo por lo moderno: las vanguardias –se manifiestan con mayor claridad, ya a nivel social y a gran escala, las ideas del cubismo, el expresionismo, el abstraccionismo, etc.–, y la industria en cuanto representación del trabajador (Yela Günther se formó en varias técnicas escultóricas complejas, como la fundición en bronce, y se interesó por los motivos formales, geométricos, del art decó, que es un estilizado arte estructural que ensalza, casi mitifica lo industrial). Esta visión hacia la modernidad es una manifiestación de un anhelo, un optimismo por el progreso. Sus obras, sean murales, esculturas o pinturas, suelen representar una gruesa corporeidad de la figura humana (notar, en particular, la pintura de Franco y de Galeotti Torres) como símbolo de la fuerza nacional u obrera. En conclusión, es un lenguaje que abre y conecta a Guatemala, en su aspecto público, con las tendencias mundiales contemporáneas.

Juan Antonio Franco (Guatemala, 1920 – 25 de julio de 1994)

Juan Antonio Franco (Guatemala, 1920 – 25 de julio de 1994)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Joyas Artísticas del Banco de Guatemala, “La Primavera Democrática de 1944”, Marta Regina Rosales de Fahsen, Ediciones Don Quijote, Banco de Guatemala, 2001: p. 47.

(*) María José Prado Marroquín es alumna del Diplomado en Historia del Arte Guatemalteco y Curaduría

Arte guatemalteco del siglo XX hasta el presente

María José Prado Marroquín (*)

La visión del arte de Roberto González Goyri 

“…toda obra de arte de legítimo valor, la mayoría de las veces, no gusta desde el principio, sino por el contrario, gustarla toma su tiempo (…) He aquí el secreto de toda obra de arte auténtica: una vez que nace como una estrella nueva, su luz jamás se apaga en el firmamento de los grandes valores. Brilla eternamente.[1]

A continuación un breve comentario a tres ideas de Roberto González Goyri (1924-2007) acerca de lo que he interpretado como la maduración de su proceso creativo y su visión del arte.

“…cada nuevo amigo que ganamos en la carrera de la vida, nos perfecciona y enriquece, más aun que por lo que él mismo nos da, por lo que de nosotros mismos nos descubre.”

Roberto González Goyri

Roberto González Goyri

Estas palabras me agradaron mucho, pues refuerzan esa idea de que no podemos vivir –ni aún del arte– completamente a solas, en aislamiento. Aún si dentro de este ámbito muchas veces se radicalizan posiciones que ensalzan “la genialidad propia” de un artista –a nivel de “monomanías”–, me parece ser el resultado de una visión sana y equilibrada esta apertura que González Goyri demuestra en las líneas anteriores: al fin y al cabo, necesitamos ser vistos por otros para completar nuestro conocimiento personal. Y este autoconocimiento es maravilloso y fundamental (creo) en un artista.

“Comprendí que el folklore, al igual que el arte de nuestros antepasados, lo mayas, es terreno muy peligroso en el sentido de convertirse fácilmente en verdaderas jaulas. Pueden ambos, sí, ser punto de partida, fuente de inspiración, pero no para copiar literalmente, sino para hacer una recreación con un lenguaje nuevo y de dimensión mas universal.”

En este texto puedo ver a González Goyri hacer notar un tema delicado: la relación de los artistas contemporáneos con el pasado prehispánico, con el choque de culturas que precedió (quizá sin haber acabado de asentarse del todo) la fundación de nuestra sociedad, tan heterogénea culturalmente como es. González Goyri probablemente quería destacar cómo la relación del artista de hoy con el arte maya –del artista que, quizá ante todo en aquel tiempo, buscaba nuevos lenguajes plásticos– corre siempre el riesgo de caer en lugares comunes, de caer en pretensiones estéticas que, con el afán de romper con los cánones occidentales, no necesariamente serían suelo fértil para una gran obra de arte. La clave, según González Goyri, (y esto es interesante) es la recreación del lenguaje. Ser artista, en otras palabras, es innovar, siempre hacer nuevo hasta lo común, lo folclórico.

“Me imagino que el camino para alcanzar la madurez artística no es igual para todos los artistas.”

Esta idea me parece excelente y personalmente me tomó algún tiempo comprenderla (aún si yo la buscaba más en el plano de la literatura, que tampoco es demasiado ajeno al de la plástica). Muchas veces creemos que un gran artista es mucho más prometedor si se presenta en sociedad como un “joven prodigio”. Pero el arte no se puede forzar, mucho menos “un estilo propio” –concepto que yo identifico con el de “madurez artística”. El arte es algo mucho más parecido a un cultivo que a un horno microondas. La exposición a cierta radiación es, cierto, de gran ayuda, pero al fin y al cabo, el origen de una auténtica voz personal, de un estilo, de una madurez, no se logra sino con trabajo, con paciencia y con tiempo, dejando las semillas (quizá producto de alguna temporada de especial “radiación”) germinen en el suelo de la sensibilidad y el intelecto creativo.

 

[1] Joyas Artísticas del Banco de Guatemala, “La Primavera Democrática de 1944”, Marta Regina Rosales de Fahsen, Ediciones Don Quijote, Banco de Guatemala, 2001: p. 47.

(*) María José Prado Marroquín es alumna del Diplomado en Historia del Arte Guatemalteco y Curaduría