Mi lectura del Quijote, segunda parte 16

Jorge Luis Contreras Molina

 

000427520Tiene Sancho llena la vida de pasados imaginarios que se adueñan del presente.  Sucede que la impresión del vecino y compadre, disfrazado de escudero grotescamente narizón, es ahora la perseguidora imagen que puebla la mente del simple Panza.

Don Quijote también hace remembranzas; pero estas sirven solo para elevar el momento presente que, como diría el Zorro, solo tiene un punto en contra: su Dulcinea sigue encantada.  Ni los palos, ni las piedras, ni las persecuciones, ni los desagradecimientos impactan su triunfante corazón quijote.

Cuerdo y loco se muestra casi a una misma vez el hidalgo ante un viajero que es invitado a hacer el camino con ellos. Habla Quijano del boom que su historia ha representado para la imprenta. El de verde se desconcierta por lo sesudo del contertulio que discurre acerca de la educación de un hijo del viajero que parece no ser tan perfecto como su padre.

Los poetas nacen. La estrella los signa. Pinta de ingenio su camino que, según cantarían algún tiempo después los Beatles, debe dejarse ser. El hidalgo opina que solo es censurable lo nefando en la temática del escritor; pero que si mantiene el decoro puede escribir, aunque fuere, estéril poesía.

La elocuencia del hidalgo impacta.  Siempre sucede. Porque es un hombre de principios, de convicciones, vertical, enamorado, y el portavoz de un Cervantes a quien el éxito ya le hormiguea en el cuerpo.

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