Jorge Luis Contreras
Capítulos 17, 18, 19 y 20…
La construcción del héroe que todos sabemos reconocer, aunque no hayamos leído a Cervantes, continúa. Raya en la perfección. Se nos muestran brebajes que solo hacen buen efecto en caballeros andantes, más no en escuderos. Es decir que hasta la naturaleza sabe reconocer al hidalgo y distinguirlo de los seres humanos corrientes. Éstos se atreven, incluso, a cobrarle en metálico los servicios prestados al caballero. Lógico: el ingenioso hidalgo huye con donaire y sin pagar un centavo. Todos deben a los caballeros y ellos, a nadie. Como Sancho no es tan hidalgo es obligado a pagar con una burla multitudinaria. Lo lanzan y reciben en una manta hasta que la risa equivale al resarcimiento. También le quitan la comida.
Yo me pregunto: ¿qué busca don Quijote? Descubro: busca trascender. Que en el futuro se hable de él. Se parece a nosotros. ¿Qué busca Sancho? Descubro: busca comer, disfrutar el momento… es un hombre del presente. Se parece a nosotros.
Los libros de caballería, que están sometidos a una revisión genial en la novela, son para don Quijote más verdad que la verdad (historias ciertísimas), y para Sancho, elaboradas mentiras.
Don Quijote es excomulgado. Ni esto lo hace tambalear. La virtud del caballero está más allá de la religión. Es un hombre de convicciones. Confundió a ciertos religiosos que conducían un funeral. Vapuleó a los caravaneros: golpes, piernas rotas… Antes de huir le anuncian, en latín, su condición de separado.
Sancho bautiza a su señor. El hidalgo ya tiene un segundo y glorioso nombre: “El caballero de la triste figura”. Don Quijote quiere un escudo donde se retrate esta condición. El escudero lo considera innecesario: su señor es un ejemplo vivo de figura triste.
Sancho engaña a su señor para evitar que se vaya a batallar y lo deje a merced de su miedo. Amarra a Rocinante. El hidalgo, una y otra vez acepta su destino: pelear cuando amanezca.