El cronotopo en la muerte trágica de Marcus Messner

Por: Pep Balcárcel (*)

“Indignación”, novela escrita por Philip Roth. Publicada en septiembre de 2008, por Houghton Mifflin.

Un joven, judío-ateo, de diecinueve años, huye de la autoridad de su padre cuya mente ha empezado a traicionarle y volverle paranoico. Llega a Ohio, a Winesburg, una universidad de corte conservador donde, entre otras cosas, uno de los requisitos para licenciarse es asistir durante cuarenta horas a un servicio religioso cristiano católico. Las restricciones estudiantiles provocan un ambiente de tensión. El año que corre es 1950, Estados Unidos está en guerra con Corea, con el comunismo.

Marcus Messner, narrador autodiegético, recuerda desde un sitio que describe sin luz, sin respuestas —desde la tumba piensa él—, pero se trata de una especie de limbo, de una inconsciencia producto de la morfina. Marcus, antes de enfrentarse a los soldados coreanos que habrán de arrebatarle la vida desangrándole como si de un animal para carne kosher se tratara, se enfrenta con su propia sociedad, contra sí mismo.

Hay dos elementos de suma importancia que deben considerarse: el primero, que se trata de una novela realista, pero en la cual, la voz narrativa tiene además suma importancia: Marcus, el fantasma, recuerda, y por momentos es capaz de sentir angustia; aunque relata sobre una época y una tierra que no es más la suya, a la que es incapaz de acceder, la incorporeidad, la oscuridad que relata, también componen la historia, le dan un sentido, un por qué.

El otro elemento es la carga de metáforas en la obra. Olivia, la niña-mujer-suicida intentó quitarse la vida cortándose las venas y es, su cicatriz, la marca que le acompaña. Luego está la muerte del protagonista, en batalla, y mientras surge un recuerdo de aquellos días cuando acompañó a su padre al matadero; ahora es él un pedazo de carne, nada más.

Philip Roth, eterno nominado al Nobel, traza una historia desde la cotidianidad, desde la costumbre; una que se encuentra marcada por el cronotopo, o en el caso narrativo, la ausencia de éste como justificación para criticar a la sociedad de aquella época, su autoritarismo, y la represión que encamina a un joven a una trágica muerte.

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¿Por qué leemos?

Por: alumnos del Profesorado en Lenguaje y Ciencias Sociales, y de la Licenciatura en Lengua y Literatura (*)

Libro y libre son palabras que juntas llevan una basta carga simbólica. Provienen del mismo vocablo y sólo una letra las distingue. Al respecto, el escritor Sergio Pitol dijo: «El libro es uno de los instrumentos creados por el hombre para hacernos libres». A partir de la lectura encontramos diversas voces que explican el mundo. Las letras, además, son poderosas armas para combatir la ignorancia, el aburrimiento.

En su obra La República, Platón criticó a los poetas porque los textos se enfocan en las musas y no en una intención educativa. En ese sentido, valdría la pena preguntarse también, ¿para qué leemos?

Así como el escritor, el poeta, el artista, el soñador y el pensador tomaron su pluma y plasmaron en el papel sus deseos de dar, de cambiar,  aportar, los lectores pueden descubrirse en un libro.

Además se  ha dicho que un pueblo lector progresa y es libre. Y es que la existencia vital de un libro no se basa en su contenido por sí solo, sino en la sinergia que se crea entre lector-autor.

Imágenes, relatos, información. Todo es amalgama. ¿Por qué leemos? ¿Para qué leer? Al leer acumulamos conocimiento y el conocimiento es poder. Pero un acto que a simple vista podría resultar sencillo e irrelevante, va más allá  de acumular saberes y lo que estos otorgan a quien los posee.

Decodificar un texto siempre dejará un legado. Por mínimo que este sea. La realidad se abre a partir de lo que plasma, por ejemplo, un naturalista cuando retrata con crudeza la vida, o bien un crítico que luego intenta indagar en los porqués.

Por si estas razones no bastaran, seamos niños o no, leer aumentará nuestra capacidad de análisis, comprensión, y argumentación.

En cuanto a qué método es el adecuado para leer, se considera importante anotar que debería hacerse una combinación de todos los conocidos. Decroly, por ejemplo, propone que las actividades básicas son las que han de vertebrar todo aprendizaje, a partir de la observación, asociación y  expresión.

En el placer también hay conocimiento. Y en el conocimiento puede existir placer. Descubrimos, aprendemos. Leemos porque vivimos.

 

DÍA DEL LIBRO

De las muchas herramientas de las cuales el hombre ha hecho uso, solo una de ellas, el libro, le ha permitido lograr un acceso universal a la cultura y al progreso, mientras fortalece los cimientos de la comprensión de la historia y el mundo, así como los valores sociales que se dinamizan en su entorno.

El 23 de abril es la fecha simbólica para celebrar la literatura universal, coincidiendo con la muerte de dos grandes de la literatura, Cervantes y Shakespeare, estableciendo de forma acertada un homenaje al libro y sus autores.  ¿Por qué un Día del Libro? A pesar de los avances tecnológicos que en algunos casos han hecho perder popularidad al libro como representante de la cultura, es innegable la relevancia que este ha tenido a través de la historia. Se ha dicho que un pueblo que lee progresa, pero también un pueblo que lee es un pueblo libre. Un libro es capaz de contener tanta libertad como la conciencia misma del hombre que lo lee.  La existencia vital de un libro no se basa en su contenido por sí solo, sino en la sinergia que se crea junto a su lector.

Las generaciones actuales han sido seducidas hasta ser sumergidas en un mundo social virtual, en donde el número de seguidores determina la popularidad y el éxito, más no su trascendencia.  No vislumbro a un youtuber trascender como Góngora, Calderón de la Barca, Pío Baroja, entre otros, si su profesión se basa en modas e influencias juveniles que no llenan el vacío que la literatura se ha encargado de llenar por siglos.  El mundo –o por lo menos gran parte de él–, no ha notado la importancia de la lectura y por ende, la importancia de su libertad. Gracias a los libros conocemos el drama, el romance, el suspenso y la fantasía; con ellos sentimos, lloramos, reímos, gritamos, suspiramos y soñamos.  Es por  la lectura que aprendemos a ser libres, libres de pensar, libres de ser y pertenecer, libres de crear e imaginar y, sobre todo, de alcanzar una conciencia de libertad.

 

¡Feliz Día del Libro!

 

(*) Carmelita Elizabeth Arbizú Lázaro, Armando David Dieguez Mérida, Camila Fernández Juárez, Luis Mario Martínez Balcárcel, Jimena María Mosquera Calderón, María Alejandra Pazos Vindas, Noemí Peña Lezana, Luis Adolfo Alvarez Rodas, José Raúl Barrios Pernillo, Lily Jeannette Dávila de León, Emilio Alfonso Pacay Aguilar, Claudia Lorena Sequeira García.

“El asesinato del cuervo”, de Pep Balcárcel

El asesinato del cuervo, el nuevo libro del escritor guatemalteco Pep Balcárcel (*), consiste en una colección de 13 relatos cortos sobre la angustia, el miedo y la desesperación. A partir de esta nueva obra, Balcárcel logra retratar una parte de la sociedad guatemalteca actual.

De ágil lectura y con un estilo especialmente visual, el libro construye la historia de varios personajes incapaces de descubrirse a sí mismos, mucho menos salvarse, y que van hundiéndose a un ritmo acelerado en un mundo que no piensa protegerlos de ninguna forma.

Pep Balcárcel (Guatemala, 1993) ha publicado los poemarios Obelisco 65, Fragmentos y Olvidé decirte adiós, y el libro de relatos cortos Los ojos de lo insano.

El asesinato del cuervo, editado por Magna Terra editores, se presentará el próximo jueves 12 de octubre a las 6:30 PM en el Fondo de Cultura Económica. Habrá coctel de honor. Los comentarios estarán a cargo de Javier Payeras y Luis Pedro Villagrán.

 

(*) Pep Balcárcel es alumno de la Licenciatura en Lengua y Literatura, Departamento de Educación, UFM.

 

 

 

Caballitos, poesía que escuece el cuerpo

por Pep Balcárcel

Cuentan que por el siglo XIX, en México, cuando los hacendados salían a caballo para vigilar sus cultivos, llevaban consigo, además de agua un cuerno bovino lleno de licor y decían que era “para el tequila en el caballito”. El nombre caballito pasó más adelante a nombrar el pequeño vaso cilíndrico, que se utiliza para beber tequila.

Caballito es además el nombre del poemario de Paolo Guinea publicado por Editorial Cultura en 2014. Los textos, breves sentencias, aforismos de vida, comparten también características con el licor. La vida, como un trago que ingresa y escuece las entrañas, se retrata en cada una de sus páginas.

“El poeta no pelea por su vida, huye de ella”, decía Luis Cardoza y Aragón. Huir. Escapar de la cotidianidad que a veces duele, que, estática, se cuela por todo el cuerpo y no se detiene. Entonces clama Guinea en una de sus páginas: “No es ansiedad, sino éste corazón que pasó a vivir a mi mano”.

El corazón en la mano como metáfora; la imagen frágil. El poeta que llora. Escribir es en ocasiones un ejercicio de recordar. Abrir cada herida. Tener la memoria, el corazón, a la vista y notar cada una de sus fisuras. Eso hace quien se desnuda en versos. Y los poemas de este libro son precisamente eso, alguien que se enfrenta con la realidad, con todo lo que lleva dentro de sí y que, muchas veces, “es ajeno”.

Paolo Guinea abre los ojos y mira hacia dentro, hacia sí. “Hay un ápice de ti en todo esto que no es tuyo”. Un shot, un golpe. El ápice, según el DRAE, puede ser la parte más delicada de algo. Así, el poeta se cuestiona, dialoga consigo mismo, ve más allá de ese dolor. ¿Le pertenece? ¿Es aquello que lo rodea lo que duele?

“No se me fue la voz/ es que pasó un poema/ y mientras levitaba/ ambos hacíamos sumario de su eco”. Los textos, como disparos, construyen imágenes-espejos sobre la existencia misma. En la brevedad está el dolor, la esperanza; el poeta que lleva a cuestas sus recuerdos y, sin embargo, aún espera que “hierva el agua”.

Con un ritmo entre nostálgico pero de alguien que busca salvarse en la poesía, Caballitos se convierte en una pieza fundamental, en un trago del que podemos salir dañados, pero que nos hará disfrutar el recorrido.

La trilogía del (des)amor y la desesperación

Por: Pep Balcárcel

“Me gustan los libros que son fruto de un ajuste de cuentas, de la rabia, de una eclosión”, responde Alberto Fuguet en una entrevista realizada por El Confidencial en 2016. La pregunta era en referencia a una frase de Alfredo, personaje principal de su última novela Sudor (Literatura Random House, 2016).

Alfredo Garzón, cuarentón, editor de Santillana, pendiente a todo momento de Grindr está por vivir tres días de desbordante pasión, de miedo: toda la intensidad que el cuerpo hemofílico de Rafita Restrepo Santos, hijo del famoso escritor del boom Rafael Restrepo Carvajal, inspirado en Carlos Fuentes, durante la Feria del Libro de Santiago. Padre e hijo están allí para presentar el libro que hicieron en conjunto El aura de las cosas; y el sello Alfaguara no piensa escatimar en gastos, en cumplirles los caprichos.

Entre ellos, el deseo de Rafita, que Alfredo sea su acompañante durante su estadía en Chile.

—Sí. Es cierto. Sí. Claro que sí. Me gustabas. Más que eso y lo sabes.

—Lo sé.

—Me gustaba que fueras tan loser, sí… Tan vulnerable y perdido y…

—Quedemos hasta acá, Álex.

Antes de ese intenso octubre, Álex, escritor y cineasta llega a ajustar cuentas con Renzo, su amigo, con quien vivió un bromance, o un bad romance, como dice Álex. Una relación de años, un amor sin sexo, algo inacabado: el dolor porque nunca pudieron concretar. Es que Renzo insiste en que es hetero y que las noches que durmieron juntos, abrazados, no quiso que se desnudaran y recorrieran sus cuerpos.

“Voy a escribir de ti”, advierte Álex. Y así da inicio No Ficción (Literatura Random House, 2015).

En Santiago también, otro escritor, Alejo Cortés prepara su segunda novela: Caída Libre. Se la dedica a J, que se salvó. Es José, su mejor amigo. Pero en el texto autobiográfico, que podría incluso verse como una venganza de Alejo, nunca escribe sobre él.

Antes de su publicación, Alejo se suicida en la piscina de su familia. Invierno es una película que dura cinco horas; una historia sobre todo lo que deja un autor que ya no está, un hombre que, más adelante, lo sabremos en Sudor, estaba enamorado “del” José y sabía de la imposibilidad que pasara algo entre ellos.

Fuguet ha dicho que sus tres últimas obras: No Ficción, Invierno y Sudor son una “trilogía del deseo y la amistad masculina”.

El deseo y la tragedia. En orden cronológico: primero Invierno, la película más arriesgada del chileno. Dividida en tres partes y que puede encontrarse gratis en Cinépata, su archivo de cine latinoamericano que comparte de forma gratuita. El autor con miedo, enamorado, inseguro, el que confiesa todo -o casi todo- en su novela cúspide.

El enamorado que observa a su amigo con sonrisa triste. A los ojos. Y cuenta su vida entera: menos su amor.

Lo sabe nada más Garzón, cuando hablan sobre soledad, sobre desesperación, sobre todo eso que parece nunca ocurrir. Lo hablan en Sudor y, de paso, comentan que haber visto a Renzo con Álex, les parece extraño verlos junto.

¿En ese momento habrá Álex publicado ya su novela, en la que escribirá sobre su relación?

Porque Álex, el otro escritor, sí lo hace, confiesa su amor, y en un diálogo intenso; lleno de ternura, de rencor, de nostalgia convence a Renzo que lo suyo no era una amista. Que era algo más.

¿Qué pasa al final? Fuguet deja la duda abierta.

El único que no sufre por enamorarse de un hetero es Alfredo: sabe dónde buscar y cómo. Pero deja que su pasión lo haga perder la cabeza por dos millennials caprichosos: Julián y Rafita. Ambos lo usan, lo abandonan a su suerte y durante una fiesta de Halloween, Garzón los verá besarse apasionadamente frente a él.

Huirá, para en su camino recibir la trágica noticia: la muerte de Rafita durante la fiesta. Correrá. Creerá que no es cierto mientras vuelve. Y verá su cuerpo, ensangrentado, en medio de la pista de baile.

Más que una colección de literatura y cine gay, Fuguet nos ofrece recortes, fragmentos, del dolor; de personajes que viven a la deriva y que buscan, sin éxito alguno, reconstruirse a través del amor, salvarse de una u otra forma y sin embargo, caen el abismo, ese que recuerda a la canción de Joy Division: Love will tear us apart.

 

Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor

“Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora”. Proverbio hindú

Según la Organización de Naciones Unidas, el 23 de abril fue declarado como Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor porque coincide con la fecha en la que fallecieron Cervantes, Shakespeare y Garcilaso de la Vega en 1616. También corresponde con el nacimiento o la muerte de otros autores prominentes, entre ellos: el francés Maurice Druon (23 de abril 1918 – 14 de abril 2009), autor conocido por la serie de novelas históricas titulada Los reyes malditos, publicada entre los años 1955 -1977; el islandés Halldór K. Laxness (23 de abril 1902 – 8 de febrero 1998), ganador del Premio Nobel de Literatura 1955 por su “poder vívido y épico que ha renovado la gran narrativa islandesa”. El ruso nacionalizado estadounidense Vladimir Nabokov (23 de abril 1899 – 2 de julio 1977), autor de Lolita, Pálido fuego y Ada o el ardor, entre otras. El catalán Josep Pla (8 de marzo 1897 – 23 de abril 1981), considerado el prosista más importante de la literataura catalana contemporánea; y, el colombiano Manuel Mejía Vallejo (23 de abril 1923 – 23 de julio 1998), periodista y escritor representante de la narrativa colombiana contemporánea.

Vicente Clavel (Valencia, 1888 – Barcelona, 1967), escritor, traductor, periodista y editor. Se dedicó a la difusión de la cultura a través de los libros.

En España se celebró del primer Día del Libro, el 7 de octubre de 1926, tres años luego de que el escritor valenciano Vicente Clavel lo propusiera ante la Cámara Oficial del Libro en Barcelona. No fue sino hasta en 1995 cuando se convirtió en una fiesta internacional, después de que la Unidad Internacional de Lectores lo solicitara a la Organización de la Naciones Unidad para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), con el fin de fomentar la cultura y la protección de la propiedad intelectual.

La razón principal de esta celebración es motivar a las personas, especialmente a los niños y jóvenes, a descubrir el placer de la lectura y a valorar las irremplazables contribuciones de aquellos quienes han impulsado el progreso de la humanidad a través de la literatura.

Ah Eh Ih Oh Uh, Aeiouh, Aei ou, ou

Camila Fernández (*)

San Sebastian“Agarrándome una mano con otra, bailo al compás de las vocales de un grito ¡A-e-i-o- u! ¡A-e-i-o-u! Y al compás monótono de los grillos. ¡A-e-i-o-u! ¡Más ligero! ¡A-e-i-o-u! ¡Más ligero! ¡No existe nada! ¡No existo yo, que estoy bailando en un pie! ¡A-e-i- o-u! ¡Más ligero! ¡U-o-i-e-a! ¡Más! ¡Criiii-criiii! ¡Más! Que mi mano derecha tire de mi izquierda hasta partirme en dos —aeiou— para seguir bailando —uoiea— partido por la mitad —aeiou—, pero cogido de las manos —¡criiii… criiii!”.

(Ahora que me acuerdo, Leyendas de Guatemala por Miguel Ángel Asturias)

No existe, canta y baila. Se sostiene bailando en un pie; así es como no se tiene. No existe el que baila en un pie, escribe. Con sus propias manos se parte por la mitad. Con sus propias manos escribe ¡criiii… criiii!. No es la representación de una fractura. Con las manos primitivas todavía, se desgarra a sí mismo para entrar en sí mismo. Las manos desean conocer a su cuerpo.

Miguel Ángel el niño que ve las estampas de los venados y encuentra que se parecen a San Sebastián. Es el niño frente a la imagen desnuda. Es el niño que se hiere con las ramas del bosque. Es el niño herido que entra más profundo en la selva, en la que mientras el bosque cierra los caminos, él va abriendo otros.

Infinitas entradas inventadas. Se entra.
Se penetra de regreso al vientre de la madre cuando todos los machos y todas las hembras son la madre. Se penetra con la piedra sin edad. Se penetra la humedad que no envejece. “Salí del pueblo muy temprano, cuando por el camino amanecía sobre las cabalgatas. Aurora de agua y miel. Blanca respiración de los ganados. Entre los liquidámbares cantaban los cenzontles. La flor de las verbenas quería reventar”.

(*) Camila Fernández es alumna de la Licenciatura en Lengua y Literatura del Departamento de Educación, UFM)

Encontrar poesía en los lugares comunes

Pep Balcárcel (*)

“Encontrar poesía en lugares comunes”. La frase la dijo el poeta Walter González, del Poetry Slam, hace ya cinco años. Aquella vez, nos encontrábamos en una librería de la zona 10 de la Ciudad de Guatemala y comentábamos el poemario del autor hondureño Frank Pineda. Casi siempre, para presentaciones, lecturas y demás, nos reuníamos allí o en un café de la zona 1. Alguno que otro bar nos abría las puertas.

 

poesiaLos espacios para literatura eran mínimos. Muchas puertas estaban cerradas. Editoriales como Vueltegato o Catafixia organizaban lecturas de poesía. Las Lecturas Urbanas, en el extinto Café Urbano son un recuerdo que siempre llevaré conmigo. Allí conocí a autores y autoras como Daniela Castillo, Luis Pedro Villagrán, Juan Pensamiento, Alina Kummerfeldt, Julio Prado y demás. A Pablo Bromo, editor de Vueltegato y gestor de estos eventos, también le debemos las Poeclécticas; en las que aprendí que la música y la poesía se llevan muy bien.

Pero los espacios eran reducidos. Mínimos. Siempre leían los mismos. Siempre llegaban las mismas personas. No sé cómo sea en el resto del país, pero en Guatemala, no salíamos de las mismas cosas. También, hago la acotación, la época de la que hablo es 2011 y 2012, poco más o menos.

Ya en 2014, con Pato/Lógica –mi editorial– y el apoyo de la música Mabe Fratti y el Ale R, de Chiribisco, nació Poetas en el Chiri; que originalmente se llamaba Poesía a Verga (por la maña que teníamos de emborracharnos antes de pasar a leer). Durante casi tres años, un grupo, algunos constantes, otros no tanto, nos reunimos un miércoles al mes para leer poesía y narrativa en ese bar, con acompañamiento musical.

La idea era descentralizar la poesía, que no leyéramos siempre los mismos, pero terminamos convirtiéndonos en otro grupo. Siempre agradeceré el espacio, a los autores constantes, a quienes en verdad pusieron empeño en la literatura, pero no se cumplió el objetivo real. Las lecturas del Chiri seguirán, pero no mensuales, y con una mecánica distinta.

Pero vamos al punto. Y lamento la introducción de cinco párrafos. Tengo la maña de extenderme. El punto de esta columna son las Noche en Verso, organizadas por Para Contarla. Sucede que el sábado cuatro de enero fui a una, la edición de su aniversario, y del (des)amor, en el Mercadito de Lola, en la zona 15 de la ciudá. Quedé encantado.

No necesariamente porque haya escuchado a las mejores voces de esta generación. Peco de honesto y así como escuché voces que valían la pena, hubo otras a las que se les nota la falta de lectura. Eso sí, el evento me parece fundamental, un esfuerzo importantísimo y ahora lo explico.

Primero que nada, esas personas, a las que les falta lectura, encontrarán un espacio dónde conocer a personas que ven, en el ejercicio de hilvanar versos, una necesidad. Podrán compartir libros, hablar de sus intereses y, si es su intención, comenzar a construir una carrera literaria; cosa difícil no en Guatemala sino en todo el mundo.

Por otro lado, las voces que empiezan a madurar, que empiezan a encontrar su intención poética, podrán darse a conocer. Y en un espacio que, para sorpresa mía, estaba lleno, llenísimo. Sorpresa porque en 2011, cuando leí por primera vez, éramos tres escritores y un señor (sí, uno, solo uno) como espectador. Parece que ahora las personas empiezan a interesarse más en las letras.

Además, la mecánica de la Noche en Verso es un micrófono abierto constante; abre las puertas. Un modelo arriesgado, sí, pero que no prioriza en ciertas personas. Da voz a quien la pide; será la persona frente al micrófono la que lo aproveche o no.

Detrás de este evento están las escritoras Eugenia Cruz y Paulina Méndez. Dos chicas muy talentosas y con un futuro muy prometedor. A Eugenia la he leído varias veces y lo que escribe me parece bellísimo, el ritmo con que plantea todo te atrapa y no podés evitar perderte en sus letras. A Paulina la escuché por primera vez el sábado: quedé con muchas ganas de leer más de ella.

El evento en sí me pareció distinto a todos los que he asistido. Noche en Verso y edición de amor: vaya lugar común que resultó no serlo. Encontré verdadera poesía; un chico que le hablaba a la nada y le temblaban las manos y la voz, pero que me dijo tanto en la brevedad de su texto. Tanto.

Quizá sea que la verdadera poesía está en blogs, en micrófonos abiertos, en los lugares comunes donde no esperás encontrarla. Está en estos eventos a los que, sin dudas, seguiré asistiendo. Finalizo aquí, porque aún queda mucho por escribir sobre lo que Eugenia y Paulina están creando.

Publicada originalmente en el Diario de Los Altos.

 

(*) Pep Balcárcel es estudiante de la Licenciatura en Lengua y Literatura del Departamento de Educación, UFM.

Las etapas de Juan Ramón Jiménez

Armando Diéguez Mérida (*)

juanramonjimenez2La crítica especializada ha afirmado que la obra de Juan Ramón Jiménez se divide en tres etapas que marcaron la evolución del poeta y su poesía. Al repasarlas surge la posibilidad de plantear una premisa, más una hipótesis, o si no al menos, una forma de interpretar el paso del poeta de un estadio al siguiente. Parece claro que Juan Ramón desfiló las transiciones clásicas de la vida del hombre en general, que en él por ser un poeta, y de gran talla, se acentúan, y hacen que surja la posibilidad de asistir como testigo a ellas para contemplarlas, para verlas plasmadas y así meditar en torno a ellas de una manera más bella que si las viviésemos en carne propia. Esas etapas son las de la juventud, en las que el modernismo por ejemplo simboliza esa soberbia del joven que cree saberlo todo, y que si se admite la analogía, esta encarnada por el uso de adjetivos ornamentales y grandilocuentes, y de una poesía muy personalista enfocada en el amor, en la mujer, que se expresa con el arrojo y el vigor propio de los jóvenes.

Una etapa intelectual, en la que esa transición hace que el hombre se convierta en un ser más serio, que se toma su tiempo y que está interesado en el conocimiento, en asumir retos y lecturas más complejas. En la poesía ello se manifiesta cuando se opta por leer a poetas “intelectuales”, y en la fabricación de una poesía pura, más elaborada. Y finalmente una etapa suficiente o verdadera, que apunta a un conocimiento que podría denominarse espiritual o metafísico, en el que el hombre busca entender su condición y prepararse para lo que vendrá, la muerte, y en esa preparación gira hacia Dios. La idea de Dios y la creación comienza a ser central, y en la poesía podría manifestarse en la exploración de lo divino, en la introspección del poeta, en un individualismo que dista mucho de tener las mismas motivaciones que tuvo en la primera etapa. De manera que con este atrevimiento en mente, el presente ensayo procurará describir de manera breve algunos de los rasgos que caracterizaron cada una de las etapas de la poesía de Juan Ramón Jiménez.

La etapa sensitiva es una fase marcada por la afición al modernismo, por una influencia innegable tanto de Rubén Darío, como de Gustavo Adolfo Bécquer. En los poemas de esta época son evidentes también los rasgos del simbolismo y el romanticismo que permean la poesía de Juan Ramón Jiménez. Predomina en su poesía el amor, la mujer, la sensualidad y la muerte, pero todos ellos como un desafío. Ejemplo de esta etapa es el poema de Jardines galantes y su obra en prosa, Platero y yo.

En ambas se utiliza un lenguaje modernista en el que se valora la naturaleza, y en el que el ánimo del poeta se proyecta en lo natural, el paisaje y los colores reflejan fielmente los sentimientos del yo poético. En cuanto a los aspectos formales, podría decirse que es una poesía muy rígida, en el sentido de que se utilizan estructuras específicas, como el verso corto, el romance o la copla.

La etapa intelectual esta inmediatamente influida por su primer viaje a América y por su matrimonio con Zenobia Camprubí Aymar, quien lo introduce a los poetas de habla inglesa, entre los que predominan Yeats, Keats, Whitman y Shelley. Se le ha acercado también en esta etapa al novecentismo, movimiento literario y estético español que se relaciona con las vanguardias tan influyentes durante el siglo XX, y cuyo principal exponente en España fue José Ortega y Gasset. Es en esta etapa en la que el poeta fija al mar como motivo de su obra, un devenir continuo y eterno que está siempre presente. Con esta etapa comienza evidentemente, el tránsito hacia esa evolución metafísica que concretará más adelante. La obra cumbre de esta fase la constituye el Diario de un poeta recién casado, obra ya despojada de todo resabio modernista. Es una poesía mucho más reflexiva que se estructura además en verso libre, o bien en prosa. Es decir que se deja lo formal y se apunta más a concepciones profundas de reflexión.

Y finalmente se llega a la etapa suficiente o verdadera. Un Juan Ramón ya exiliado y que ha sido testigo de la Guerra Civil Española. Lleno de profunda tristeza por lo que acontece en su país, una cruenta guerra y una dictadura franquista que llegará hasta mucho más allá de su fallecimiento. Además hacia el final de esta etapa vivirá la muerte de Zenobia, cuestión que lo marcará mucho más que haber sido galardonado con el Premio Nobel, noticia que le comunicó precisamente Zenobia en su lecho de muerte. En esta fase Juan Ramón escribe poesía mística que busca tanto a Dios como a lo absoluto. De esta época es Espacio, en la que escribe un poema en prosa de gran longitud sin que predomine un tema central, caracterizado por un análisis introspectivo del yo como conciencia y del yo como parte constitutiva de la historia.

En suma son estas tres las etapas que configuran al hombre y que se expresan en la voz del poeta. Juan Ramón Jiménez obtuvo el Premio Nobel en su edición de 1956, pero no fue por ello que se convirtió en una notable influencia en muchos jóvenes poetas, especialmente en los que conformaron la denominada generación del 27. Su estela sigue siendo importante en el estudio de la literatura en general, y de la poesía en particular, y se ha dicho que su obra se puede estudiar o dividir de distintas formas, no sólo en las aquí descritas, si bien son las más extendidas y aceptadas por la crítica.

 

Fuente: Rocío Fernández Barrocal. Etapas de la obra de Juan Ramón Jiménez.

(*) Alumno de la Licenciatura en Lengua y Literatura, Departamento de Educación, UFM.

Eleázar Adolfo Molina, premiado en el concurso interuniversitario Juan Fernando Cifuentes 2016

Eleázar Adolfo Molina (Quetzaltenango, 1990)

Eleázar Adolfo MolinaEstudiante de la Licenciatura en Lengua y Literatura, Departamento de Educación, Universidad Francisco Marroquín. Ha escrito un libro de poesía titulado Pesadillas de un espantapájaros. Actualmente trabaja para la Asociación para la Creatividad y el Desarrollo en Guatemala, administra su librería Owls en la ciudad de Quetzaltenango. Miembro fundador del colectivo literario Testosterona Literaria. Ha dado conferencias en colegios y universidades del país. Gestor cultural en la ciudad de Quetzaltenango. En el ambito de la literatura, escribe su primer novela y publica en su blog personal.

Eleázar participó en el concurso interuniversitario “Juan Fernando Cifuentes 2016”, organizado por la Universidad Rafael Landívar y obtuvo Mención Especial en la rama cuento, categoría estudiantes. Será premiado el lunes 7 de noviembre por el cuento Amatitlán, que les compartimos a continuación. Esta es la segunda ocasión en la que Eleázar es reconocido, pues en el año 2011 fue premiado en la rama de poesía por el mismo concurso.

Atitlán

«Y Él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre
de tu hermano clama a mí desde la tierra».
Génesis 4:10.

-¡Corre hijo, corre!-

Llegó sudando hasta la cima de la montaña, desde donde se miraba el lago por la parte baja, era azul como el cielo; pero él recordaba que aquella madrugada lo había visto teñido de rojo sangre.

-¡Nunca te detengas! ¡Por el amor del cielo!-

Abrió la pequeña caja que llevaba al hombro, le quitó los lazos negros y empezó a desempacar los paquetes forrados de papel periódico; las candelas ordenadas religiosamente y por color; cada paquete de media libra estaba atado por un lazo.

Colocó las candelas en ese orden sobre el papel periódico extendido en el piso, las separaba del tanate y las colocaba en orden secuencial: del color rojo, al azul, negro, verde, blanco y amarillo. Luego organizo el copal, cuilco, los aromas; buscó la azúcar blanca y le quitó los pétalos a los claveles.

-¡Sigue y no voltees a ver!-

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