Winston Manrique Sabogal, Babelia
En el siglo XXI medio mundo ha vuelto a mirar con expectación a la literatura latinoamericana. Once años en los que se ha sabido de unos 80 escritores poco o nada conocidos que hoy tienen diversos grados de resonancia internacional. El interés ha renovado y ampliado el mapa literario y demostrado que hay mucha vida más allá del boom. En el periodo de entre siglos coincidieron dos cuestiones: la atención por lo que se escribía en esos 19 países y que, precisamente, dichos autores estaban unidos por la diferencia como resultado de una convergencia de mestizaje genético, cultural y literario, además de su vocación cosmopolita y estar repartidos por medio mundo. Y con otra novedad: más mujeres en un continente donde no han gozado de mucha presencia.
Este renacer empezó a notarse en ferias del libro como la de Guadalajara y con los premios de editoriales españolas, a finales del XX y comienzos de este, a latinoamericanos. Como si quisieran forzar un boom ficticio. Aunque sirvió para dar más visibilidad a una literatura eclipsada por los grandes creadores, mientras a la búsqueda de nuevas voces se unieron más editoriales. A su vez la actividad en Internet fue creciendo. Las fronteras se borraron. La cultura y la literatura hallaron una forma de divulgación e interactividad de la cual carecían.
Un año clave en este proceso de hallazgos e impulsos es 2007. Aparece la primera lista de nuevos valores literarios: una idea del Hay Festival y la capital colombiana, que reunió a los “mejores 39 escritores menores de 40 años”. Una iniciativa que dio resonancia a esos autores, y confirmó a algunos como Jorge Volpi, Andrés Neuman y Santiago Roncagliolo; puso el foco sobre nombres que empezaban a obtener prestigio: Juan Gabriel Vásquez, Wendy Guerra, Karla Suárez, Iván Thays, Álvaro Enrigue o Alejandro Zambra; y llamó la atención sobre otros que se han ido consolidando: Ronaldo Menéndez, Antonio Ungar, Eduardo Halfon, Guadalupe Nettel, Gabriela Alemán, Pablo Casacuberta y Pilar Quintana. Incluso sirvió para hablar de los escritores de origen latinoamericano que viven en Estados Unidos y escriben en inglés: Daniel Alarcón (colaborador de revistas como The New Yorker y Bazaar) y Junot Díaz (premio Pulitzer).
Tres años más tarde, en 2010, la revista británica Granta hizo su apuesta que ampliaba la anterior: “22 mejores autores en español, menores de 35 años”: seis españoles y 16 latinoamericanos. Confirmó a algunos (Roncagliolo, Neuman y Zambra), dio más impulso a otros: Patricio Pron y Antonio Ortuño, y llamó la atención sobre otros: Rodrigo Hasbún, Pola Oloixarac, Samantha Schweblin, Lucía Puenzo, Carlos Labbé y Carlos Yushimito. Al mismo tiempo, las editoriales tradicionales y las nuevas continuaban sus propias búsquedas de donde han surgido autores como William Ospina, Yuri Herrera, Ednodio Quintero y Andrea Jeftanovic.
Cotinuando la estela, la XXV Feria Internacional del Libro de Guadalajara ha decidido celebrar sus 25 años con una lista que incluye 25 secretos literarios de América Latina. Narradores, al margen de edades o generaciones que bien merecen tener más resonancia internacional: Juan Álvarez (Colombia, 1978), Luis Alberto Bravo (Ecuador, 1979), Andrés Burgos (Colombia, 1973), Fabián Casas (Argentina, 1965), Miguel Antonio Chávez (Ecuador, 1979), Carlos Cortés (Costa Rica, 1962), Francisco Díaz Klaasen (Chile, 1984), Jacinta Escudos (El Salvador, 1961), Nona Fernández (Chile, 1971), Fernanda García Lao (Argentina, 1966), Ulises Juárez Polanco (Nicaragua, 1984), Roberto Martínez Bachrich (Venezuela, 1977), Emiliano Monge (México, 1978), Javier Mosquera (Guatemala, 1961), Diego Muñoz Valenzuela (Chile, 1956), Enrique Planas (Perú, 1970), María Eugenia Ramos (Honduras, 1959), Luis Miguel Rivas (Colombia, 1969), Giovanna Rivero (Bolivia, 1972), Hernán Ronsino (Argentina, 1976), Pablo Soler Frost (México, 1965) Daniela Tarazona (México, 1975), Dani Umpli (Uruguay, 1974), Eduardo Varas (Ecuador, 1979) y Carlos Oriel Wynter Melo (Panamá, 1971).