J. Rodríguez Marcos, El País
El galardón renace 50 años después de que lo ganaran Borges y Beckett
“Para mí es un honor recibir un premio que hace 50 años, cuando se concedió por primera vez, recayó en Borges y Beckett”, dice Carlos Fuentes por teléfono desde su casa de Londres. El escritor mexicano, de 82 años, se refiere al nuevo Premio Formentor de las Letras, que le fue concedido el 1 de agosto, por el conjunto de su obra.
El galardón otorgado al autor de Terra nostra supone la reencarnación del mítico premio que en 1961 impulsó Seix Barral con la colaboración de una decena de editoriales extranjeras, entre ellas Einaudi y Gallimard. Aquella distinción tenía dos modalidades: el Prix International de Littérature y el Premio Formentor. Uno reconocía a un escritor de resonancia mundial. El otro, una novela presentada por alguno de los editores reunidos en el famoso hotel de la península mallorquina y que luego era publicada por todos los demás. Samuel Beckett, Borges, Uwe Johnson, Saul Bellow y Witold Gombrowicz forman parte del primer palmarés. Juan García Hortelano, Dacia Maraini, Jorge Semprún y Gisela Elsner, del segundo. Con el tiempo, el premio terminó concediéndose en Corfú, Salzburgo y Túnez hasta languidecer.
Aquella iniciativa, que abrió al mundo la edición española durante la dictadura franquista, no fue el único signo de vitalidad. En 1959, Carlos Barral y Camilo José Cela habían organizado en el mismo hotel unas conversaciones de escritores no menos legendarias, y en 1962, la propia Seix Barral inauguraba el Premio Biblioteca Breve. Cinco años más tarde recayó en Carlos Fuentes por Cambio de piel.
Hoy el panorama es muy distinto, en parte porque ya ha germinado la semilla sembrada en Mallorca. “Ya no hay un centro mundial de la edición”, afirma Fuentes, que el día 27 recibirá en el hotel Barceló Formento los 50.000 euros del galardón. “Todo está globalizado. Günter Grass, Nadine Gordimer y Juan Goytisolo son alemán, sudafricana y español pero son, sobre todo, novelistas. Antes, los americanos debíamos pasar obligatoriamente por Europa. Ahora son más bien los europeos los que deben pasar por América”. Para el Cervantes de 1987, la mundialización incluye a los autores de lo que él bautizó como territorio de La Mancha: “Hace dos años México fue el invitado al Salón del Libro de París. Acudieron solo escritores traducidos al francés y había 42. En los años sesenta los latinoamericanos traducidos eran apenas Carpentier y, otra vez, Borges”.