Jorge Luis Contreras
Capítulos 39 y 40
Piratas, turcos sádicos, cristianos empalados, reyes moros crueles y valientes; Argel, la ciudad de Camus, nombres de defectos o de virtudes para llamar a la conciencia, cárcel bella porque esconde una libertad (como el raro desierto del Principito que oculta un pozo), conversos y falsos conversos, hombres de fe, mujeres que besan crucifijos y llaman a la Virgen Lela Marien… todo puesto en el vértigo de un relato más que en la posada se cuenta. Un caballero ha retado al contador anterior diciendo que su historia es más verdadera (como la de Bernal) y más digna de ser contada. Todo esto para la vanidad de Cervantes que se nombra en el relato como un cristiano emprendedor y aventurero que resulta inmune a las purgas que hacen los turcos.
El autor es, en esta parte del Quijote, el centro de atención. Se desdobla como lo hará luego Víctor Hugo en Los miserables. Ya el capítulo treinta y ocho elogiaba a los hombres soldados y el hidalgo solo se arrepentía de no haber iniciado el ejercicio de las armas un poco más temprano.
Zoraida se ha convertido en cristiana y el narrador de esta historia le ha dado promesa de matrimonio. En España… cuando sean libres.