Jorge Luis Contreras
Capítulos 45 y 46.
Sancho y don Quijote se han mutuamente domesticado. Esto en el único sentido posible: en la complementariedad, necesidad y búsqueda de los lazos propuestos en El Principito.
El mundo de don Quijote es un mundo de sueños, es un mudo de ilusiones, es un mundo de posibilidades mil con explicaciones para todo hecho. Hay fantasmas, hay invenciones, hay honor, el eterno honor del hidalgo que siempre cumple sus promesas.
La novela se hace circular. Todo pasa y todo está hecho de recuerdos vívidos que hacen mella. La flema del caballero, su estoicismo, su manera de soportarlo todo, todo. La estancia en la venta se hace insufrible. Pero el trance de partir no puede ocurrir por las vías normales. Hay ahí hasta delegados de la inquisición. Se necesita una fuga de novela. Histriónicos todos hacen que el drama suceda. Don Quijote está cansado de sus muchas batallas y ahora duerme, y mientras lo hace es atado y puesto en una cárcel peculiar que se explica como un encantamiento natural. Todos siguen la corriente. Sancho se preocupa. Se hace el intento de llevar a don Alonso de vuelta a casa. Y, claro, las únicas armas que se pueden emplear son las del mundo de los libros de caballería.
Cervantes se hace buena prensa. Si criticar quería los libros de caballería; poco a poco pierde la batalla. Aquí habla de una de sus obras al tenor de voces inquisidoras de cierto canónico que de moral sabe mucho y de literatura, casi nada. Confirmado: es el Quijote una novela moderna. Hay polifonía.
La vida es sueño y el hidalgo sabe soñar.
Un mundo de sueños y fantasias.