Jorge Luis Contreras
Capítulos 21 y 22
Bloom es muy valiente, especialmente cuando se atreve a recomendar la lectura del que para él es el mejor relato corto, de la que considera la sobresaliente novela, o de su héroe Shakespeare para mejorarnos como seres humanos. Los capítulos 21 y 22 nos confirman este poder transformador que la gran literatura tiene. Y no es que Cervantes haya creado una novela didáctica o moralizante. Creó una novela realista. Nunca se nos dice que hay ahí castillos, gigantes, encantadores, Dulcineas. Más bien se nos anuncia que no los hay en el mundo real; pero que don Quijote se ha inventado un universo propio con sus habitantes y sus normas. Entonces, y a pesar de eso, soñamos; entonces, y a pesar de eso, respetamos la manera de ser del hidalgo; entonces, y a pesar de eso, comenzamos a ilusionarnos con lograr la rendija que nos permita un mundo nuestro, y nos dé el valor para vivir en él respetando sus normas y a sus habitantes.
En el 21 el hidalgo asalta a un barbero que ha confundido con Mambrino. Toma lo suyo, un bacín que cree yelmo. Pequeños ajustes. El yelmo no está completo. Todo se puede explicar en este mundo caballeresco. Luce con orgullo su conquista. Sancho tiene otros problemas. Resulta que su señor se ha cansado de la cantidad de palabras que por minuto dice su escudero. Le ha prohibido hablar sin autorización.
En el 22 don Quijote es el clásico redentor que resulta crucificado. Ve venir una fila de prisioneros encadenados. Dialoga con los carceleros y con los reos. Determina que hay una injusticia y actúa. Libera a los delincuentes. Cuando estos son conminados por el hidalgo a peregrinar hacia el Toboso para agradecer a Dulcinea llevando sus cadenas como ofrenda, se vuelven contra su redentor y casi lo lapidan.
Reír, llorar, sentir la libertad de una voz privilegiada que sabe decir lo que solo hemos intuido… Es para eso que leemos.