Thelma Muratori de Wyld
La Fiesta del Chivo es una película basada en la apasionante novela de Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de literatura 2010, en la que un terrible drama personal se combina con la trama de una conspiración política. Desde las primeras páginas, el lector identifica dos ejes sobre los que gira la novela y que se entrecruzan: por un lado, la consumación del asesinato del dictador Rafael Leonidas Trujillo en la República Dominicana el 30 de mayo de 1961, y por otro, la terrible ofrenda de la virginidad de Urania al Chivo (nombre con el que se identificaba a Trujillo) realizada por su propio padre, a los catorce años de edad. Si el argumento de La Fiesta del Chivo es la crónica de las últimas horas del dictador Trujillo, la protagonista (Urania Cabral) es una víctima anónima del desprecio al que están expuestos los ciudadanos que se cruzan con los intereses de un poderoso. Ella es el ser humillado por la injusticia, que arrastra muchos años su secreto hasta que regresa a Santo Domingo. Lo que sucede es que el escritor inventa un suceso acorde con el ambiente histórico, como un símbolo de otros tantos sucesos iguales o parecidos.
Rafael Leonidas Trujillo, gobernó despóticamente República Dominicana entre 1930 y 1961. La película muestra un turbulento ambiente político y social, una época oscura de América Latina. Hay odio, venganza y angustia. Está presente el sufrimiento humano bajo una dictadura militar. Examina el tema de la tentación del poder absoluto y la arrogancia. Trujillo tenía un sentido histriónico, con el que estuviese en donde estuviese se cuidaba mucho de impresionar a toda la gente que lo rodeaba. La Historia nos muestra a uno de los dictadores que permaneció largo tiempo en el poder gracias a su habilidad, a su inteligencia y a su carisma personal. Vargas Llosa nos presenta, sin rehuir los detalles, una obra cruda y dramática, que por momentos es capaz de poner la piel de gallina. Quizás se centra demasiado en lo anecdótico, pero aun así tiene un gran valor histórico. Por otro lado, los dictadores convierten a sus países en haciendas propias, Trujillo manejaba el país y era el propietario del 70% de las empresas dominicanas, sus colaboradores eran sus peones, y Agustín Cabral es un ejemplo de eso.
La dirección de Luis Llosa se desenvuelve con soltura, a la vez que se apega a los hechos históricos revelando sin recato los nombres reales de los protagonistas, con exclusión de los personajes propiamente novelescos como es el caso de Urania y su familia. Luis Llosa tiene acierto de lograr con base en el texto, un relato plenamente cinematográfico. El montaje es cuidadosamente elaborado, aparecen los Wolkswagen (escarabajos) utilizados por la policía. Los edificios, las modas y los escenarios son reproducidos con fidelidad.
Naturalmente, la película no puede abarcar toda la obra literaria y los episodios históricos del final del régimen. Quedan sin reflejar suficientemente algunos personajes que aparecen efímeramente, como por ejemplo: el hijo primogénito Ramfis o el ministro parlamentario Henry Chirinos. Sin embargo, se puede decir que el guión se apega, salvo la secuencia del último romance del dictador, a los límites de la novela que se ciñe a los hechos políticos. Una siniestra dictadura que aterrorizó 30 años a la República Dominicana, que aborda la conspiración de unos hombres que dieron su vida para acabar con una de las tiranías más sangrientas de la historia reciente de América Latina y terminó con el asesinato del autócrata.
¿Será una recreación más de escenas de una crueldad compulsiva, terroríficas, de un desprecio total a la vida, a la mínima dignidad del hombre, magníficamente bien fabuladas a lo largo de la película?