Jorge Luis Contreras
Capítulo III
Pulso. Sansón Carrasco, narrador del narrador; Sancho, sufrido ser amigo de verdades; y don Quijote, ingenuo amante de la grandeza; alternan voces para contar, corregir y revisar la vida que no se agosta, más bien anhela que el gigante soñador salga de la modorra de la convalecencia.
Escritores de lo obvio son aquí puestos en evidencia y enviados a lo más bajo de la jerarquía de los creadores. El realismo de la novela es tal que surgen risas para contar de escritores cuyas letras no tienen relación alguna con los hechos contados. Las metáforas son tan malas en estos pseudoliteratos que se hacen necesarias las glosas a razón de varias páginas por fragmento creado. Gallo mal pintado necesita de rótulo que aclare qué representa la amorfa figura que se expone. Esto es igual para la historia del caballero. El moro contador puede haberse quedado corto o quizá torció la realidad vital de don Quijote. Carrasco lo defiende, el hidalgo desconfía.
El boom de 1605 ha hecho que no falte un don Quijote en cada casa respetable. Ya se empieza a inmortalizar a los personajes del relato. La iniciada fe de erratas es interrumpida por la panza de Sancho que demanda atención. Pausa.