Eduardo Fernández Luiña
La participación es uno de los rasgos característicos de la democracia. Para muchos da sentido al plebiscito y hace que la democracia sea lo que es. No es raro escuchar a nuestros representantes decir que unas elecciones han sido buenas si el porcentaje de participación ha sido alto.
Sin embargo, debemos decir que la participación incluye dentro de sí varios tipos. Para la mayoría de las personas hablar de participación política es hablar del número de personas que han votado en unas elecciones, este es al significado al que estamos más acostumbrados. Pero desde hace tiempo “participación” es un concepto que engloba más cosas. Uno puede participar en política si forma parte de una “ONG”, si va a manifestaciones de diverso tipo, o simplemente si está involucrado en una banda de música que se dedica a la “canción protesta”. Todo lo anterior muestra que el significado de la participación se ha ampliado y esta se ha desmarcado de los cauces tradicionales para abarcar más aspectos de la vida cotidiana de los ciudadanos. Actualmente se diferencia entre participación convencional- básicamente el acto de votar en unas elecciones- y la participación no convencional -relacionada con la acción directa-. Parece que la frase de Lenin “la política no lo es todo pero la política está en todo” es hoy día más actual que nunca.