Mi lectura del Quijote, segunda parte 17 y 18

El Quijote23

Jorge Luis Contreras Molina

 

Para don Quijote fueron muchos los días que pocos resultaron para Sancho en los cuales don Diego hizo las veces de anfitrión animoso a efecto de que la luz del Caballero de los Leones iluminara una casa llena de insipientes poemas escritos por el hijo casi pródigo, don Lorenzo.

Sancho comió. Descansó de sus muchos trabajos.  Hasta tuvo quien le sirviera.  Pero la felicidad es efímera.  Llegó la hora de salir hacia la cueva de Montesinos.

La versión que leo tiene un equívoco infame.  Utiliza la palabra derrota para referirse a derrotero. Pinta mal el nuevo viaje.

Habían llegado los héroes a la casa de Diego luego de que se encontraran fortuitamente en el camino. Antes de que huyeran todos en tumulto desconcertado por la inminente liberación de uno de dos leones con el que don Quijote planeaba contender.

El león estaba demasiado domesticado. Se había acostumbrado a su jaula.  Al verse libre solo se desperezó, vio timorato la libertad, y se volvió hacia la seguridad de las rejas.

El leonero se hizo escritor.  Inventó un evento de lucha y furor, de amenazas e intimidaciones entre la fiera y el hidalgo.  Al volver los fugados vieron al héroe vencedor fabricado por la mercadotecnia del carcelero.

No puedo dejar de decir que don Quijote encontró evocaciones de su Dulcinea en la casa de don Diego.  Fue feliz.  Más que cuando venció al león y se cambió el apelativo de triste vencedor de fieras.

 

Mi lectura del Quijote, segunda parte 16

Jorge Luis Contreras Molina

 

000427520Tiene Sancho llena la vida de pasados imaginarios que se adueñan del presente.  Sucede que la impresión del vecino y compadre, disfrazado de escudero grotescamente narizón, es ahora la perseguidora imagen que puebla la mente del simple Panza.

Don Quijote también hace remembranzas; pero estas sirven solo para elevar el momento presente que, como diría el Zorro, solo tiene un punto en contra: su Dulcinea sigue encantada.  Ni los palos, ni las piedras, ni las persecuciones, ni los desagradecimientos impactan su triunfante corazón quijote.

Cuerdo y loco se muestra casi a una misma vez el hidalgo ante un viajero que es invitado a hacer el camino con ellos. Habla Quijano del boom que su historia ha representado para la imprenta. El de verde se desconcierta por lo sesudo del contertulio que discurre acerca de la educación de un hijo del viajero que parece no ser tan perfecto como su padre.

Los poetas nacen. La estrella los signa. Pinta de ingenio su camino que, según cantarían algún tiempo después los Beatles, debe dejarse ser. El hidalgo opina que solo es censurable lo nefando en la temática del escritor; pero que si mantiene el decoro puede escribir, aunque fuere, estéril poesía.

La elocuencia del hidalgo impacta.  Siempre sucede. Porque es un hombre de principios, de convicciones, vertical, enamorado, y el portavoz de un Cervantes a quien el éxito ya le hormiguea en el cuerpo.

Mi lectura del Quijote, segunda parte 15

Jorge Luis Contreras

elQuijoteFalló el conjunto de intenciones buenas que en complot infame querían vencer al hidalgo y, en virtud de su código vertical, volverlo a su casa en calidad de preso a merced del mandato de un caballero oscuro inventado para la empresa.

El formidable complot se formuló en el instante mismo en el que Sansón animó a Quijano a seguir sus andanzas.  El razonamiento era simple: sosegar a un don Quijote que vencido aceptaría estar a merced del triunfador de una justa de caballería en la cual el hidalgo nunca podría ganar.  Pero ganó, y al hacerlo se ganó un enemigo de verdad.  Uno más formidable que la inquisición que a ratos se asoma.  Uno dolido por una derrota que por impensable le resulta más difícil de sufrir.

Carrasco despide a su falso escudero y, falso como es, se queda urdiendo una manera nueva de moler a golpes al hidalgo para, secundario fin, llevarlo a casa mientras se consuma una venganza de la que los dos locos compañeros de camino no tienen ni remota noticia.

El surrealismo y la escultura de Picasso

Thelma Muratori de Wyld

Dada la necesidad de identificarlos, se suele ligar a un pintor con un estilo y se tiende a pensar  y reconocerlo solamente de esa manera. Los genios de la pintura eran capaces de pintar anticipándose a estilos que solo siglos después se hicieron populares o rescatando pinceladas de pintores muertos.

Los surrealistas exigían que el subconsciente fuera la inspiración artística por la que se guiaban, mientras que Picasso con frecuencia se burlaba del lenguaje de sus teóricos. El surrealismo de París, con André Breton a la cabeza, siempre consideró a Picasso uno de los suyos, donde el subconsciente actúa como un motor de la creación, como una subordinación concreta al grupo, a la que, por otra parte, Picasso siempre se resistió.  Picasso opinaba que él permanecía en la realidad y que no era surrealista, porque se esmeraba en no perder de vista la naturaleza, que lo que perseguía era la semejanza, más real que la realidad, para alcanzar lo surreal y que el concepto de surrealismo había sido utilizado de forma distinta.

la danzaPara algunos críticos, parte de la producción de Picasso de 1925 a 1936 corresponde al surrealismo. Como ejemplo se puede citar La danza (1925), que marcó el inicio de una serie de pinturas originales envueltas en un espacio opresivo, distorsionando la anatomía hacia un mundo onírico. La relación con Olga Koklova, cuya mentalidad burguesa chocaba con el carácter de Picasso, generó una agresividad que, enseguida, se tradujo en su pintura.

En 1925 pintó La danza, donde utiliza procedimientos del cubismo sintético dejándose llevar por el frenesí del baile que sugieren una violencia irracional.  La enorme vitalidad de Picasso le lleva a concebir, casi simultáneamente, imágenes de mujer muy distintas: a raíz de su relación con Marie-Therèse Walter, una joven rubia de formas redondeadas, produciendo una  serie de retratos inspirados en ella, con colores muy vivos, en los que concede una especie de vitalidad orgánica autónoma a distintas partes del cuerpo, en una interpretación sensual también afín al surrealismo, como El sueño.el-suec3b1o-una-obra-de-picasso

Por lo tanto, si bien a Picasso se le reconoce, junto con  Braque, como precursores del cubismo, no se le puede  reducir la libertad creativa hacia una visión futurista que más tarde se introduce en un nuevo y reconocido estilo.

Asimismo, Picasso investigó sobre nuevas posibilidades escultóricas. Un esfuerzo considerable le supusieron los diversos proyectos para la humanización del espacio con un Monumento a Apollinaire  (1928), donde trata de definir el espacio mediante perfiles de alambre, como si la escultura fuera una especie de dibujo en el espacio, lograr integrar el material y el espacio a través de formas reales con formas imaginarias dejando espacios abiertos.  Ello supone una inversión absoluta de los valores tradicionales de la escultura como arte, en donde el problema de la escultura de armonía o equilibrio se supera, es decir, la desaparición de la masa y la solidez.

Mi lectura del Quijote, segunda parte 14

Jorge Luis Contreras

quijote_sanchoSustos y consolidaciones. Indignado el Hidalgo ha tenido que sufrir la afrenta de la ligereza con la que el atrevido Señor de los Espejos llamó inferior a su Dulcinea.

Solo queda luchar.  Se azuzan caballos escuálidos que son llevados al límite para que den, en el caso de Rocinante, la única carrera de su vida sedentaria. Aviadas, carreras, estorbos, equívocos, honor. Sancho, medroso; el escudero del de los Espejos, feo y provocador.

Ya arrancan, ya paran los contendientes para auxiliar al gordito y para provocar al destino y signar la derrota del histrión.

El Señor de los Espejos no vio venir el castigo de su embuste.  Un mazazo, un tren, un toro, un género de aplanadora lo desvaneció sin que pudiera invocar ni piedad ni leyes caballerescas.

Sansón disfrazado ha hecho su primer intento.  Ha querido retornar a Quijano.  Esta vez falló y casi muere a manos del Quijote que piensa en los eternos encantadores.

Sancho es más Quijote cada vez.  Imagino a Sansón Carrasco lívido en el suelo de la derrota, y la voz del escudero que sin remilgo alguno baja el pulgar solo para que el número de enemigos imaginarios de su amo se reduzca en una unidad.  Sus ojos de Sancho vieron para otro lado.

La pírrica victoria resuena aun en las cabezas de la singular pareja que enfila hacia Zaragoza.

¡Magnífico!

Rodrigo Fernández Ordóñez

At-the-Fights1Es una publicación especial de la prestigiosa institución editorial, The Library of America.  El libro, como mero objeto, es de por sí, precioso. Un volumen denso, de buen tamaño, pasta semidura, papel blanco que denota mucha calidad y un tipo de letra cómodo y elegante. La sobria portada, negra con letras blancas, recuerda a cualquier obra de Edward Hopper: un cuadrilátero color acqua, completamente vacío brilla bajo los reflectores, y a su alrededor las sillas dispuestas apenas se adivinan entre la sombra. Todo parece preparado para una pelea que va comenzar en instantes. Me recordó inmediatamente al deslucido gimnasio de la zona cinco en el que hace ya un buen par de lustros, hice mis intentos de boxear; espacio de paredes desconchadas, bancas despintadas y un poster inmenso promocionando la pelea del siglo: Alí versus Foreman, a llevarse a cabo en el mismo corazón de África, en Zaire, en 1974.

At The Fights. American Writers on Boxing, es una antología espectacular para los amantes del boxeo y de la literatura. En una colección de escritos deportivos que van desde la nota periodística hasta el verdadero ensayo literario, comparten espacio plumas tan especiales como la del mítico Jack London, el genial periodista A. J. Liebling, el genial Norman Mailer y la desconcertante Joyce Carol Oates (que por su parte tiene un maravilloso volumen titulado On Boxing, de gran calidad). Por sus páginas desfilan moles legendarias, desde los lejanos Jack Dempsey o Primo Carnera, hasta los actuales, Mike Tyson y Oscar de la Hoya, pasando por el más grande de todos, Cassius Clay, alias Mohammed Alí, y sus peldaños derrotados, Sonny Liston, Floyd Patterson y George Foreman.

Para el escéptico que corre el riesgo de perderse de esta verdadera joya de las letras, quiero apuntalar el párrafo anterior con un poco de más información de algunos de los autores de la antología:

De A. J. Liebling cabe decir que además de un periodista deportivo de altos vuelos, como lo atestiguan sus dos reportajes incluidos en este libro, privilegio que dicho sea de paso sólo se dio a unos pocos de los autores antologados. Fue corresponsal de guerra durante la segunda guerra mundial (sus artículos también han sido recogidos en un volumen especial titulado A. L. Liebling Writings, también de la Library of America y en Reporting World War II, de la misma prestigiosa institución), y como cronista de la vida europea de posguerra, incursionando incluso en el periodismo culinario. Para coronar su carrera periodística, su libro especializado en el boxeo, titulado The Sweet Science, fue declarado por los lectores de la revista Sports Ilustrated, como el mejor libro de deportes de todos los tiempos. Galardón nada despreciable.

Norman Mailer por su parte, es un escritor controversial en los Estados Unidos. Escribió una interesante novela The Naked and the Dead, publicada en 1948 sobre sus experiencias en la guerra del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, y llevó varios juicios en su país para poder imprimir la palabra Fuck, en su novela (palabra que aparece bastantes veces), y que originalmente la censura había impreso como: F***, distorsionando según él, la esencia del texto. Años después, en 1968, publicaría la novela traducida como Los ejércitos de la noche, denunciando la política represiva del presidente Nixon en contra de los movimientos antibélicos surgidos en rechazo de la guerra de Vietnam, y un libro monumental, titulado The Fight, publicado en 1975, en el que narra el legendario encuentro Alí vrs. Foreman, desde el momento de su anuncio hasta los extenuantes ocho rounds y el desplome final de Foreman luego de un demoledor uppercut de izquierda y un corto recto de derecha. En su reportaje de largo ambiente, viaja a Kinshasa tanto para ser testigo del combate, como para delinear, con su acostumbrado tono crítico, la dictadura del terrible Mobutu Sese Seko que gobernaba con mano de hierro la nación africana. Sigue leyendo

El General Plutarco Bowen en Guatemala

Rodrigo Fernández Ordóñez

“Aquellos que tienen el poder pueden maldecirte para toda la vida con tan solo un escupitajo en la cabeza.” – Plutarco Bowen

 

Este breve ensayo fue preparado originalmente con la intención de remitirle toda la información bibliográfica encontrada en Guatemala sobre el General Plutarco Bowen a su pariente Daniel Bowen García, residente en Guayaquil; pero luego se fue convirtiendo en un diálogo e intercambio de información sobre tan singular personaje. De una simple referencia a su nombre, hecha de paso por el siniestro Adrián Vidaurre en sus memorias, fue surgiendo la interesante figura de un militar joven, inquieto, que prestó su espada en luchas por toda Centroamérica y para llevar al éxito la revolución liberal en su patria, Ecuador.  Agradezco a Daniel Bowen la información que me ha proporcionado y por darme una excusa para  revisitar libros y archivos en busca de pistas sobre la vida de su familiar.

I. Antecedentes.

La llamada Revolución Liberal que entró triunfante en ciudad de Guatemala el 30 de junio de 1871, puso fin a cuatro décadas de dominio conservador en la vida política del país. Esta

General Plutarco Bowen

revolución puso en el poder a García Granados, quien gobernó de 1871 hasta 1873, año en que renunció argumentando su avanzada edad, siendo sustituido por el general Barrios quien gobernaría hasta su muerte en la batalla de Chalchuapa, en la vecina república de El Salvador en abril de 1885 en un intento de forzar la unión centroamericana.

A la muerte del “Patrón”, como se le llamaba a Barrios, le sustituyó al frente del gobierno, Alejandro M. Sinibaldi, primer designado a la presidencia, puesto que no existía la figura de la vice presidencia. Sinibaldi gobernó tres días, entregándole el poder al segundo designado, general Manuel Lisandro Barillas, quien había luchado en las filas de la revolución y ejercido desde entonces varios puestos políticos y quien se impuso en el poder durante el sepelio del general Barrios, amenazando con tomar la ciudad con unas tropas que supuestamente estaban acampadas en las afueras de la capital. Sobra decir que las fuerzas no existían y que su argucia, arriesgada, le generó frutos.

El general Barillas reformó la Constitución Política vigente desde 1879, modificando el período presidencial, ampliándolo a seis años. Se postuló para candidato en las elecciones de 1886 y sin mucha sorpresa resultó electo para el cargo de presidente de la república. Culminó su período el 15 de marzo de 1892 luego de una gestión desastrosa según los críticos, en materia económica.

Le sustituyó el general José María Reina Barrios, sobrino del general Justo Rufino Barrios un hombre progresista que sin embargo, al acercarse el final de su gestión se resolvió a disolver la Asamblea Legislativa el 1 de junio de 1897 y convocó a una Asamblea Constituyente. El período para el que había sido electo originalmente, iniciaba el 15 de marzo de 1892 y debía finalizar el 15 de marzo de 1898. Con este golpe de Estado logró prorrogar su mandato, pues la Constitución prohibía la reelección. La Asamblea Constituyente, reunida en el mes de agosto de 1887 decretó: “El período constitucional del Señor General don José María Reina Barrios terminará el 15 de marzo de 1902.”[1] Sigue leyendo

Mi lectura del Quijote, segunda parte 13

Jorge Luis Contreras

quijote (1)Pessoa tiene un río que por pertenecer a pocos es más bello que el Tajo.  Pura sencillez trasunta Sancho cuando plantea una tesis similar referida a su jumento.  Y a sus hijos.  Y a su mujer.

Amor puro, afecto que nace del corazón, y una admiración noble ha sabido despertar don Quijote en el sencillo corazón de un tierno Sancho.

En Tortilla Flat Steinbeck hace ingeniosos juegos que son encarnación punzante del risueño pasaje de los escuderos compañeros del vino. Aunque Sancho se topa con un escudero que ha hecho de todo menos votos de pobreza. Don Quijote es un señor austero, comedor frugal, hijo de las privaciones, preconizador del poco equipaje. El que con el hidalgo habla en las sombras del bosque se hace acompañar de un hombre que se da la buena vida.

Sancho aprende pronto.  El campo semántico de algunas palabras pasan de insultos a encomios a través del vino y de la comida gratuita.

Don Quijote se estremece.  Su ímpetu da saltos refrenado por una cierta continencia que ha desarrollado en sus muchas aventuras.  Apenas logra que su contertulio exponga. El caballero del bosque se dice valiente, combatiente sin igual, enamorado de Casildea y, vencedor del Caballero de la Triste Figura.

Noche o día. Igual es para don Quijote. Quiere pelear ahora. No tiene freno. Ha sido afrentado por su homónimo.  La fibra íntima se estremece.  El honor juega entre hidalgos, la imitación entre escuderos.  Titanes preparan argumentos bélicos porque no hay otro camino para que la verdad se sepa.

Ahora la parodia se hace más.  Ahora la burlona novela de caballería teje un episodio epopéyico.  Tiemblo mientras asoma el catorce.

Darse un baño de sol mediterráneo

Rodrigo Fernández Ordóñez

fce-coleccion-popular-1927-85565-1-productEs un libro con un titulo equívoco, que puede llevar a malentendidos. Junta de Sombras, del mexicano Alfonso Reyes debería tener una faja en la portada con el anuncio siguiente: “Advertencia: para leer a la sombra de un olivar, bajo el luminoso cielo del Ática”. Es uno de esos libros para llevarse de vacaciones y leerlo despreocupadamente, para dejarse guiar por la genial mano de Reyes por los vericuetos del mundo griego que nuestros profesores de educación media no nos supieron explica, pese a sus esfuerzos, y asombrarnos de la modernidad del mundo de Homero, de Herodoto y de Hesíodo. Es un verdadero deleite, de pasta a pasta.

De un Alfonso Reyes al que no regresaba desde mis años de bachillerato en los que me hicieron leer un volumen de sus poesías (y que no me interesaron particularmente), me encontré hace unos días un pequeño ejemplar maravilloso que recoge sus “Estudios Helénicos”, ensayos que son una verdadera joya cada uno de los que lo integran. Afortunado dueño de una mente enciclopédica, nacido en el seno de una familia beneficiada por el porfiriato, sus ensayos breves, claros, amenos, poéticos (estos si impactan por su perfección), son comparables en calidad y hermosura con los Siete ensayos dantescos y Siete Noches de Borges. Es un volumen que no se puede dejar pasar.

Editado con la calidad propia del Fondo de Cultura Económica en su Colección Popular, Junta de Sombras. Estudios Helénicos, permite acceder a una muestra de lo mejor que la intelectualidad mexicana ha aportado a la cultura occidental, y por poco dinero. Porque Alfonso Reyes, apodado el “regiomontano universal”, es un autor admirado por sus extendidos intereses, que van del mundo helénico, pasando por la bohemia europea, al mundo rural mexicano. A riesgo de caer en el cliché, se podría decir que Reyes es un exponente de esos hombres del renacimiento, pero nacido en la época y geografía equivocadas. Autor de poesía, ensayo, teatro, memorias y crítica literaria, cómplice intelectual de José Vasconcelos y Henríquez Ureña, con quienes conformó un ateneo en donde estudiaban a los griegos, dejó una colección de iluminados ensayos propicio para que nos imaginemos que lo estamos escuchando sentados en una playa a orillas del mar Egeo o bien en la ladera de una colina rocosa, bajo el refulgente sol de Creta.

El tono de los ensayos carece, afortunadamente, de la afectación que da la cultura enciclopédica. Sus palabras son un discurrir suave que no nos pierde en laberintos del lenguaje, como le sucede en ocasiones a Octavio Paz, por ejemplo. Como su intención se presume pedagógica, el discurso busca interesar, no aburrir. Sus ensayos son más bien disertaciones para consumo de cualquier lector y no para especialistas, lo que aligera considerablemente el tono de sus investigaciones. Su tercer ensayo, por ejemplo inicia así: “No hay que tener miedo a la erudición. Hay que contemplar la Antigüedad con ojos vivos y el alma de hombres, si queremos recoger el provecho de la poesía”. Lo que constituye una sincera invitación a leer sus ensayos con despreocupación, como estarse paseando un día particularmente tranquilo. Como cualquier tarde de sábado de abril, pues.

No sé si por casualidad o con toda la intención del caso, el primer ensayo, el que abre el viaje al remoto mundo griego es, a mi gusto, el mejor de todos. Se titula Un dios para el camino, en el que habla entre otras cosas, de los viajes griegos y las aventuras de Odiseo, pero sin dejar de lado el brutal mundo de la edad de bronce:

“Todavía ante, los hombres de aquella edad oscura que va de la caída de Troya a las Guerras Persas solían huir en sus barquichuelos con lo que llevaban encima, porque no había tiempo ni sitio para más, abandonando en los ancorajes, para que corrieran su suerte entre los dorios, a la mujer y al hijo, al que cuando mucho hacían una marca con el cuchillo a fin de reconocerlo algún día…”

 

Pero así como hay episodios de violencia, hay escenas de una modernidad casi alarmante, pues los cuatro mil años que han transcurrido no parecieran haber afectado particularmente el paisaje. Reyes, a propósito de la Descripción de Grecia, de Dicearco, de quien nos cuenta que fue discípulo de Aristóteles, nos recrea esta imagen, casi impresionista:

“Dondequiera que un árbol tiende un poco de sombra, dondequiera que se abre un pozo, aparece una posadita y hay una mesa en torno a la cual bebe la gente. Vense filas de borricos y amontonamiento de carretas. La antigua Oropo, al término del viaje, era nido de aduaneros y matuteros, a quienes el diablo confunda.”

El primer ensayo toma como excusa la vida del dios Anfiarao, (“mandado hacer para explicar los accidentes del suelo, los agujeros de la tierra”), para recrearnos un mundo lejano en el que viajar más lejos de la aldea era una aventura digna de quedar fija en el imaginario de la comunidad, y todo para abordar los siguientes dos ensayos, Prólogo a Bérard, en donde desenmaraña la leyenda del Homero como poeta ciego y al Homero colectivo, esa suma de poetas y bardos itinerantes que durante siglos le fueron dando forma a la Ilíada y la Odisea (“para que haya poema, tiene que volver a su patria por el camino más largo”), y La estrategia del Gaucho Aquiles, en donde con la excusa del orgullo del héroe se adentra en las motivaciones de la venganza, con toda su carga de odio y de rencor, con tiempo aún para dejar caer monedas de conocimiento, para que comprendamos el mundo antiguo: “…lo compara al astro llamado el perro de Orión, que aparece en los cielos otoñales por la época de las cosechas y es siempre ominoso anuncio de fiebre para los indefensos mortales…”

No es mi intención hacer un repaso de todos los ensayos contenidos en el volumen (que son 25), sino apenas hacer un breve recorrido por ciertas frases perfectamente concebidas y que correspondan o no al espíritu general de los ensayos, pueden servir de anzuelo para aquellos lectores que andan a la caza de buenas lecturas para los momentos tranquilos del día. En el ensayo en donde explora el origen del Olimpo y de la mano genial de Hesíodo (autor de la Teogonía), encontramos una reflexión rápida en el texto, pero digna de permanecer en nuestra mente, para quedarse rumiándola: “Mientras sólo nos dejamos transportar por los días, somos un ligero corcho que flota en la corriente: la vida nos vive y no la vivimos nosotros. Sólo cuando injertamos en los días los trabajos estamos viviendo por obra propia”, que aunque es un enunciado que se nos antoja a anacronismo, tiene una fuerza y una contundencia que desarma cualquier pensamiento en contrario. Claro, yo soy un fiel partidario del ocio…

En el ensayo en donde defiende la mente racional del hombre griego, y le sirve otra vez como excusa para adentrarse en las invasiones de los hombres rubios del norte y su aporte al imaginario espiritual helénico, entresacamos estas imágenes inquietantes, pero inexplicablemente hermosas:

“Así, los guerreros de la Edad Heroica, en vez de enterrar a sus muertos según la antigua usanza, queman los cadáveres, para no exponerlos a la profanación en los territorios donde no esperan establecerse. Y es muy probable que las celebraciones ocultas o ritos de catacumbas hayan comenzado desde entonces ente las tribus oprimidas.”

Imágenes que por su pragmatismo incontestable refrendan las afirmaciones que en cuanto a la mente de los griegos elabora Reyes, y una más, a riesgo de hacerlos caer en el agotamiento de las citas: “Pero la nueva mitología, en cuanto es explicación antropomórfica del universo, suscita, desde los albores de la cosmología helénica, una controversia sustentada en los arrestos de la investigación racional.”

¿Necesita más excusas para leer a Reyes?

Mi lectura del Quijote, segunda parte 12

Jorge Luis Contreras

DonQuijoteEl teatro es solo una representación.  Sancho vive, y en ese sentido es una extensión de don Quijote y su incuestionable vitalidad. Y es que el escudero ha visto que los collares y adornos de los actores eran tan falsos como un billete de quince quetzales. Hay que explicar el punto.  Didáctico el señor instruye al siervo.

Y si Dulcinea sigue embrujada. Y si solo simples como Sancho pueden ver su sin igual belleza. Y si los enviados penitentes no logran dar con ella cuando don Quijote los venza y los designe para mostrarle respeto y admiración a la dama… ¡Ah! El mundo de los sueños es un laberinto complicado de ver y no ver, de ser y parecer, de embrujos y malicias.

Se cuela por una rendija el Cervantes crítico, académico, teórico, y hace alusiones veladas a su propia producción teatral.  El pretexto es el extraño encuentro con la carreta de la muerte que terminó a la mala con el hidalgo afrentado y el escudero puesto en evidencia.

Ósmosis ha sido para Sancho el tiempo que han aventurado los amigos.  Ya hasta habla bien.  Ya hasta ironiza con alusiones a cierto abono orgánico que es un símil de las enseñanzas del hidalgo y que ha hecho florecer el mundo de las ideas del ingenuo escudero.

Pero el bosque guarda un secreto. Así como el desierto del Principito esconde el pozo. Hay un igual. Hay un quejoso caballero andante que sufre. Que tiene escudero. Que tiene dama. Que honra a su señora mientras la pone por encima de todas las demás.  Eso incluye a Dulcinea.  Eso hace que el resorte del amor levante a Quijano y lo ponga en guardia.

Dos diálogos ocurren paralelos.  Los dos señores en el filón hidalgo.  Los dos escuderos en un festín de dichos y anécdotas.

Hay en el aire un reflejo peligroso para nuestro héroe.