Amable Sánchez Torres
Homenaje devoto a la mujer,
sin la cual todo hombre es…
“inconcebible”
¿Quién ha mentido aquí? ¿Quién ha engañado?
¿Quién dijo “la mujer tuvo la culpa”?
¿Quién la empujó y la puso en el patíbulo?
¿Quién levanta la piedra y quién acusa?
¿Qué hombre o qué dios o qué fantasma
que tras el árbol del saber se oculta
dentro del paraíso? ¿Qué pretende
después que degustó la dulce fruta?
¿A quién quiere engañar? ¿Por qué se esconde?
¿Quién acunó su llanto y quién su cuna?
¿Quién veló su desvelo? ¿Quién su fiebre
calmó con un sorbito de agua pura?
¿Quién lo llamó hijo mío? ¿Quién a solas
sin dormir lo esperó en noche sin luna?
¿Quién le enseño a decir sol y le dijo
esa estrella que ves ahí es la tuya,
esa libélula frágil tu caballo,
esa nube arcangélica tu brújula?
¿Quién le mostró que la ternura es fuerza
y que al fin la que gana es la ternura?
¿Quién hizo del dolor torre de oro,
telar de la paciencia, hada y musa
de la sonrisa fiel, de la esperanza
escala hacia la dicha, de la duda
certeza en flor, seguridad del aire
y de la maldición buenaventura?
¿Quién fue su compañera, quién fue su madre,
quién fue su hermana y quién su sierva ilusa?
¡Eva… Ave… Eva! Gira el mundo
en tu quicio de lágrima fecunda.
Dicen que preguntando se va a Roma.
Si Roma en la sordera se refugia,
¿a quién preguntaremos, sino al viento?
Y el viento, que ni hablar sabe, murmura:
mujer, mujer, mujer…, mujer poema,
mujer albor, palmera, oasis, música,
mujer alondra, cielo despejado,
mujer samaritana, risa y súplica…
Mujer, mujer, mujer… ¿Quién te condena?
Yo te absuelvo. Ve en paz. Mía es tu culpa.
Bereshit bará Elohim et hashamáyim…
…y su voz se hizo en ti destino y ruta.