Jorge Luis Contreras
Capítulos 47 y 48
Los inquisidores murmuran y murmuran alrededor de argumentos pueriles respecto del valor de los libros de caballería. Se hacen bolas diciéndose que esos textos no valen para nada más que para entretener; pero, como fantasean, hacen falsa la realidad, y precipitan lo verdadero en el abismo de lo maravilloso. Estériles argumentos de hombres estériles, que analizan la vida de los otros con un cristal chato y ahumado. Don Quijote va enjaulado, va amarrado, va contrariado, va, como siempre, cargado de estoica mesura.
El universo caballeresco con sus ideales luminosos y sus sombras constructoras de leyendas subversivas subyuga, empero, a los hablantes que intercalan más concesiones de las que quisieran. Cuando el prójimo es un alma gigante, un corazón enorme, no se puede, ni en la crítica, dejar de verse influido. Y don Quijote, más que influjo, es un envolvente milagro avasallador de espíritus ordinarios.
Para salvarse de una existencia ordinaria don Quijote tomó la decisión de ser un héroe. Ahora Sancho va a la carga tratando de hacer que su amo razone. Intenta descubrir el engaño de los captores del hidalgo. Pero, incólume, don Quijote muestra que su mundo es coherente y ahí solo pueden cura y barbero ser el engaño de un viejo enemigo mentiroso.
Sigue preso. Viene Ahora una larga charla con su escudero. El cortejo se ha detenido.