Alberto Manguel
El gran escritor irlandés William Trevor otorga a lo nimio una importancia vital hasta formar un complejo y exquisito tapiz en el que cada vida depende y modifica a las otras. Verano y amor es una vasta epopeya en la que el autor desgrana el empeño del carácter irlandés, su sentimentalismo, humor y prejuicios, y la dolorida historia de su país
En alguna de sus novelas, Vladímir Nabokov imaginó que su protagonista podría tratar de animar un cuadro de Brueghel, una de esas minuciosas composiciones en las que los incontables personajes retratados en una aldea flamenca cobrarían de pronto vida propia y ofrecerían, no ya un conjunto de pequeñas escenas diversas, sino una sola gran escena móvil y múltiple. Nabokov intentaba, supongo, resolver de alguna manera uno de los mayores problemas técnicos de la narrativa: cómo contar simultáneamente, no de manera falazmente sucesiva, todos los acontecimientos que ocurren a la misma vez en cada uno de los diversos episodios de un relato. ¿Cómo deshacerse del “mientras tanto”? ¿Cómo contar, por ejemplo, y sin imponer una falsa cronología al episodio, el sueño de Don Quijote, las actividades censorias del cura y el barbero, los chismorreos del ama y de la sobrina, y tantas otras cosas que suceden en ese mismo instante ficticio?
Verano y amor es la respuesta que el gran escritor irlandés William Trevor propone a sus lectores. Desde la publicación de sus primeros cuentos y novelas en los años sesenta, Trevor hizo suyo un tono y una estrategia narrativa particular: contar lo nimio como si fuese de una importancia vital, y dejar que pequeños gestos, palabras apenas dichas, amagos, sospechas e intenciones sirvan para llevar adelante la insinuada acción. En sus últimas novelas (ésta fue publicada en inglés hace dos años) Trevor ha afinado su técnica de manera casi perfecta; la traducción de Victoria Malet respeta escrupulosamente la delicadeza y la falta de énfasis del original.
El marco de la novela es Rathmoye, un pequeño pueblo irlandés del día de hoy. Los personajes son campesinos, comerciantes, amas de casa, jóvenes y ancianos: una solterona que sueña con redimir un pecado de juventud, un granjero que se siente culpable de la accidental muerte de su esposa e hija, un bibliotecario que vive en el pasado de una gran mansión abandonada, un joven desilusionado llamado Florian, y la huérfana Ellie, con quien el granjero viudo se ha casado. En las primeras páginas, Trevor nos muestra pequeños retazos de sus vidas aparentemente individuales y aisladas; luego, con enorme destreza, va entrelazándolos gradualmente hasta formar un complejo y exquisito tapiz en el que cada parte, cada vida, depende y modifica a las otras. La novela apenas excede las doscientas páginas, pero al llegar a la última el lector siente que ha participado en una vasta epopeya cuyas raíces remontan al medioevo celta y cuyas ramificaciones no han acabado de proliferar. La dureza y empeño del carácter irlandés, su sentimentalismo y su humor, el particular uso del idioma inglés, mordaz y poético, la dolorida historia de Irlanda, el desenfreno heredado de sus antepasados prehistóricos y los prejuicios inculcados por la Iglesia católica: todos estos aspectos se entretejen en el relato de Trevor con meticulosa coherencia.
Verano y amor es sobre todo la historia de Florian y de Ellie. Florian ha decidido marcharse de Irlanda después de la muerte de sus padres quienes, artistas ellos mismos, siempre supusieron que su hijo también lo sería. La ambición de sus padres condujo a Florian a una sucesión de frustraciones, y sólo la huida a un país desconocido (Noruega, tierra inmensamente extranjera para un irlandés) parecería ofrecerle la posibilidad de una vida lograda. Pero poco antes de partir, Florian se encuentra con Ellie. Casada, paciente, desamorada, Ellie piensa que la suya es la vida a la cual está destinada, hasta que conoce a Florian. Entonces se dicen unas pocas palabras, logran unos pocos encuentros, y al final del verano, Florian se va. Eso es todo. Podría decirse que nada sucede en esta breve novela, o casi nada, salvo el nacimiento y el obligatorio fin de una pasión amorosa. Sin embargo, eso basta para que, contada en la magistral voz de Trevor, Verano y amor sea una de las más perfectas historias de amor de nuestro tiempo.