Sergio C. Fanjul, El País
Se trata de uno de los escritores estadounidenses más sorprendentes. Su talento y fina ironía se aprecian ahora en España con X. La novela, una parodia sobre el exitoso mundo de la literatura, se sale de los tópicos afroamericanos. Hablamos de Percival Everett.
Milagrosa e inexplicablemente”, según los editores de Blackie Books, la obra del estadounidense Percival Everett (Georgia, 1956) no había sido traducida al castellano hasta ahora. La novela Erasure (que ha sido titulada X, con el beneplácito entusiasta del autor) es la primera que se vuelca en la lengua de Cervantes. Su protagonista, Thelonious Monk Ellison, tiene varios puntos en común con Everett: es afroamericano, dueño de una ironía muy fina, profesor universitario algo frustrado (aunque Everett es catedrático de la Southern California University, cuyo departamento de Estudios Literarios dirige) y escritor digamos experimental. Entre otras cosas, Thelonious es autor de una suerte de remake de Los persas de Esquilo (Percival lo es de una novela sobre Dionisos) que nadie entiende pues, tratándose de un negro, lo normal sería que su pluma retratase “la auténtica experiencia afroamericana”, en el sentido en que la pueden retratar una película de Spike Lee o las letras del gangsta rap. Es decir: gueto, delincuencia, drogas, problemas sociales.
Así, Monk escribe una novelita comercial, Fuck (Porculo), una sátira alocada del género, con un protagonista casi borderline al que le cuesta hablar con corrección, pobre y macarra, cuya única preocupación es dejar embarazada a cuanta mujer conoce. Cómo no, esta obra tiene un éxito desbordante e incluso vende por una millonada los derechos para adaptarla al cine. Monk, que la escribe con seudónimo, se ve torturado por el éxito de una obra que desprecia. Este texto delirante, de casi cien páginas, está incrustado en su totalidad dentro de X,una novela dentro de otra novela, como en un juego de muñecas rusas.
Everett parece un hombre reflexivo: habla con voz grave y se piensa un par de veces lo que va a responder.
PREGUNTA. ¿La literatura escrita por negros en Estados Unidos es realmente como la pinta?
RESPUESTA. No es exactamente como Fuck, porque ese lenguaje lo he creado yo, no existe. Pero el lenguaje que usan esas novelas, las que se tienen por auténticas novelas afroamericanas, tampoco existe. Yo no tengo ningún problema con que esas novelas existan, aunque a menudo me parece que están pobremente escritas y que resultan ofensivas. El problema es que durante mucho tiempo han sido la única oferta. Y no hacen más que perpetuar los estereotipos.
P. ¿Por qué esa necesidad de estereotipos?
R. Los estereotipos son fruto de la pereza. La gente, los lectores, generalmente prefiere la confirmación de una idea preconcebida a abrirle paso a ideas nuevas y diferentes. Esa es la razón por la que se mantienen ciertos estereotipos raciales.
P. Si no puede hablarse entonces de literatura afroamericana
… ¿Puede hablarse de literatura inglesa o latinoamericana?
R. Cuando hablas de literatura francesa o estadounidense sí que hablas de unos límites específicos, unas fronteras, eso sí que puede tener sentido. Asignarle una etiqueta a un grupo en particular, en un lugar que está contenido dentro de esos límites físicos, no es más que un acto de marginación. La nacional sí me parece una categoría válida. Aunque no vale leer solo un par de novelas de una tradición nacional y hacer juicios de valor a partir de ahí, pues así se crea el estereotipo. Estamos hablando de una cultura variada y compleja, no puede haber una reducción a una o dos de sus manifestaciones.
P. ¿Sabe que a muchos lectores de X les encanta la novela Porculo, de la que Monk reniega?
R. (Ríe) Supongo que está bien, de alguna forma perversa.
La inclusión de Porculo dentro de X es solo uno de los muchos recursos de los que Everett echa mano en la novela, que en su conjunto es un texto fragmentario, donde se mezclan comentarios sobre pesca y carpintería (las aficiones mundanas de Monk) con latinajos, cartas, conferencias eruditas y delirantes diálogos imaginarios entre personajes de la alta cultura con la que el protagonista se identifica, como Oscar Wilde y James Joyce o Mark Rothko y Alain Resnais, entre muchos otros. Técnicas que le han valido la calificación de posmoderno o experimental entre la crítica y que el autor rebate. ¿Posmoderno? “No sé qué significa ser posmoderno, excepto admitir que sigo a los escritores modernistas. La exploración de la forma y la sustancia de escritores serios que se dicen posmodernos en realidad es la misma exploración del modernismo. Si posmoderno quiere decir experimental, entonces Tristram Shandy, de Laurence Sterne, es una novela posmoderna. Creo que los académicos sencillamente han recurrido a esa definición, la de posmoderno, para las novelas producidas durante el tardocapitalismo”. ¿Experimental? “Sinceramente no pienso en mi trabajo como experimental. Una novela es por definición experimental, porque el escritor no tiene ni idea de lo que está haciendo cuando empieza a escribir. Picasso no pintaba siguiendo la línea de puntos numerados”.
En X, Everett hinca el fino bisturí de la ironía para criticar el mundo académico, la televisión (hay un divertido trasunto de Oprah Winfrey), la industria del cine o la editorial. Nadie se libra. “A veces las decisiones de las grandes editoriales no son tanto literarias como de mercado, de modo que los editores no pueden decir qué libro quieren publicar sin la aprobación del departamento de marketing. Esto resulta antitético a la producción del verdadero arte… aunque supongo que siempre ha sido así”.
P. La novela, pues: ¿arte o entretenimiento?
R. Idealmente, el arte sería entretenido para la gente. Idealmente, cuando la gente se encontrase con una novela complicada, difícil (a falta de mejor palabra), que supusiese un reto, debería resultar un entretenimiento. Me gustaría vivir en un mundo en el que la gente se obligase a sí misma a comprender cosas que no se entienden fácilmente. Las cosas que suelen parecernos entretenidas tienen un lugar en la cultura, pero no suelen generar pensamiento ni ponen a prueba al consumidor, al espectador.
P. ¿No está el mundo académico y crítico a veces algo alejado del lector de a pie, que se lee novelas tirado en el sofá ajeno a cualquier trascendencia?
R. Ninguna novela le habla a una persona o a un grupo de personas en particular. Lo que yo espero es que el lector traiga a la obra lo que él o ella sabe. Y es así como obtiene lo que obtiene de la lectura de una novela. Una novela puede despertar el interés de un lector por la teoría literaria, por ejemplo, pero si no es el caso, eso no debería afectar su capacidad para disfrutar la lectura.
P. En este mundo bombardeado por información, tuits, teléfonos inteligentes y redes sociales ¿queda tiempo para sentarse durante horas a leer una novela?
R. Probablemente menos gente dedique muchas horas a leer novelas en un mundo así, pero del mismo modo en que queda espacio para la escultura y la pintura en el mundo, habrá sitio para la novela. Me da cierta tristeza cuando veo a un grupo de personas que mira la pantalla de su teléfono en lugar de comunicarse entre sí. Yo no tengo Facebook porque no quiero herir los sentimientos de las 5.000 personas con las que alguna vez he coincidido en mi vida y que quieren ser mis amigos. Ya tengo suficientes amigos, no necesito más, y no es así como me los hago. Sigue leyendo