Mi lectura del Quijote, segunda parte 42-44

Jorge Luis Contreras Molina

don-quijote-leyendo-libros-de-caballerc3adasConsejos para el alma, consejos para el cuerpo. Como toda buena literatura, el Quijote no moraliza. Al menos no directamente. Estamos al inicio de uno de los pasajes más famosos. Sancho está a un paso de ser el gobernante de una ínsula. Cosas de duques bromistas. La parodia caballeresca capturó, gigante, a Cervantes quien no es más el creador de esta historia; porque se ha vuelto su primer y más respetado seguidor.

Sancho nos arranca una risa reflexiva. Afirma que mientras volaba sobre Clavileño, el caballo de madera, vio la insignificancia de la humanidad. Luego no quiere gobernar nada terrenal. Aunque fuere un pedacito de cielo, afirma. Nada de gobernar fragmentos de cielo. Se le prometió gobierno de ínsula y solo eso estará disponible.

Don Quijote quiere cuidar el alma de su amigo y le pide que gobierne con honor, con humildad, valientemente, con sabiduría. Además lo invita a tener un cuerpo limpio, sano, estandarte de buenas costumbres.

La gran obra no puede menos que parodiar sobre sí misma. Cervantes juega con la pasión que Sancho nos ha manifestado por los refranes. El hidalgo le intenta hablar de los beneficios del lenguaje directo o del silencio sabio como sustitutos del refranero descompuesto e impertinente.

Sancho ni sabe leer ni tiene buena memoria para guardar consejos. Entonces el hidalgo le escribe el decálogo para que algún sirviente del gobernador se lo lea. El instructivo cae en manos del duque. Una vez más se admiran los bromistas esposos de la cordura de este hombre impresionante que parece todo menos un desquiciado. Lúcido hasta los extremos, siempre que esos extremos no sean la mención de asuntos de caballeros. Entonces surge el héroe invencible perseguido por encantadores y subyugado por una figura difusa de mujer que en alguna parte espera.

Don Quijote es vulnerable. Está sin escudero. Ningún ofrecimiento puede quitarle del sol que es su Dulcinea. Prefiere la soledad. Ahí es presa de mujeres que hablan de un enamoramiento hacia el hidalgo que entiende su condición de caballero como una maldición. Las mujeres lo ven y lo quieren conquistar. Broma. Hoy sabemos que cualquiera que se encuentre con las líneas quijotescas lo querría conquistar para tener algo de Quijote.

Mi lectura del Quijote, segunda parte 37-41

Jorge Luis Contreras M.

QuijoteLa broma continúa. Quijote y escudero son arrastrados hacia la vorágine de un caballo que aparenta volar. El corcel es de madera. Sancho habría querido no ir, pero lo convenció el ímpetu del hidalgo que no está dispuesto a dejar a ninguna mujer abandonada a la suerte de encantamientos y merlines cínicos.

Los condes fabricaron una Aventura memorable. Montaron un teatro de ensueño. Fueron capaces de transportar a los heroes a tiempos y espacios lejanos. El futuro gobernador quiso descifrar el asunto, pero su ambición lo encerró. Don Quijote está cegado desde hace mucho tiempo por un honor que funciona como piedra de toque.

Hay mujeres barbudas, hay historias lejanas de amores malogrados, hay maldiciones que solo se pueden deshacer si hay valor para vendarse los ojos e ir hacia lo desconocido.

El ingenioso hidalgo, crédulo noble, sigue su instinto. Nos inspira. Nos bendice con su extrema valentía y arrojo.

Hay que tomar partido. Quedarse al margen, “inmóvil al borde del camino“, o subir al caballo que promote la aventura incierta. El motivo es el de siempre, sembrar la vida de valores eternos que no pueden comprarse con pesos ni pueden heredarse con nombramientos estériles.

Ríen los asistentes al teatro ignominioso. No importa. Don Quijote ha cumplido su deber y ha vuelto.

Miente Sancho. Dice que vio maravillas mientras consiguió una rendija en su vendaje. Don Quijote sabe que miente. A menos, claro, que sea capaz de creer que lo increíble también ocurrió en la Cueva de Montesinos.

La única forma de traer al loco de vuelta consiste en que los mortales y comunes cuerdos vivan el mundo de la caballería. Desde ahí pueden vencer al de la triste figura.

Mi lectura del Quijote, segunda parte 35

Don Quijote y Sancho PanzaVoy a volverme espada. Voy a ser el gendarme ilusorio que guarde las espaldas de Sancho. El que cuide sus ilusiones. El que defienda, con el alma, su simpleza ante el escarnio refinado y vil de los duques. Porque Sancho explica, habla, justifica, se enrolla sobre sí. Sus palabras de hace un rato se vuelven contra él. Los nobles ríen. Son extremistas. Quieren conocer las fronteras de la virtud hidalga de don Quijote, pero también la rebosante generosidad que mana del domador de rucios.
Don Quijote rechaza un vestido lujoso. Lo hace desde su condición de caballero cuasimístico. Sancho acepta desde su veta más terrena: la del que desea obtener ingresos a través de una inminente venta. Este proyecto se trunca cuando Sancho termina colgado y roto mientras cazan jabalíes.
Merlin y otros surgen para reír a mares, esta vez de la propuesta de magia por flagelación que Sancho recibe con el asombro del niño que ignora el tamaño de la vileza humana.
Aunque Sancho es analfabeta, consiguió que se consigne en la novela una terrenal y franca epístola a su esposa. Cervantes emplea este recurso para resumir mucho de lo hasta aquí ocurrido en la novela, y para incrustar un hecho concreto en medio de tantas intencionales ilusiones. La burla es moneda corriente. Dentro de la historia, otra. Esta nueva ficción es para que recordemos la función principal del hidalgo: deshacer entuertos.
Quijano, feliz, arremete contra quienes niegan su existencia hidalga: académicos escépticos, caballeros haraganes, clérigos de pensamiento estrecho…  Viene una mujer que sufre. El hidalgo sabe que para esto fue armado caballero.

Mi lectura del Quijote segunda parte, 34

Jorge Luis Contreras Molina

Don Quijote y DulcineaEl Quijote es un libro de amistades. Quijano es amigo de su honor: coherente. Don Quijote y Sancho son inseparables: cada cual un individuo, y cada uno complemento del otro. El de los leones es amigo de su caballo: lo ha fabricado, y le ha dado identidad. Sancho es inseparable de su asno: casi nunca se ve a uno sin el otro.

En don Quijote los personajes responden a su destino.  Solo el Hidalgo lo ha transformado con valor. Los duques son villanos en la sombra burlesca de una broma necesaria.  Sancho es simple, terrenal, amigo de lo que puede ver y asir con sus regordetas manos.

El teatro vuelve a montarse.  Vuelven a ponerse a prueba la simplicidad y la cobardía de un escudero práctico siempre dispuesto a huir de los peligros que don Quijote añora (esto a pesar de que en capítulos anteriores vimos ya escapar medroso al hidalgo).

El centro del asunto es ahora un incongruente grupo de mensajeros, encantadores, demonios y magos que se disponen a burlarse tanto del soñador como del pobre Sancho a quien no entienden.

Dulcinea. Vuelve la inspiradora que habría de reaparecer, digamos, en Tabaré. El loco corazón de don Quijote vuelve a latir como lo haría el hombre de Nicanor. Se avecina otra reunión de raros.

Mi lectura del Quijote segunda parte, 33

Jorge Luis Contreras Molina

El treinta y tres nos regala al mejor Sancho. Extremado por una duquesa que está dispuesta a llevar la farsa hasta el final, el escudero habla con sus ya famosos dichos mal dichos por parciales, mezclados o inoportunos; pero ingeniosos.  La vida del Panza es un enigma para las oyentes. Si sabe que el Quijote está loco, ¿Don Quijotepor qué entonces lo sigue con esa fe ciega?
Los  lectores que ya podríamos ir aburriéndonos de esta larga lista de tonterías leemos una respuesta que refleja la entrañable amistad que se ha creado entre don Quijote y Sancho Panza. Han comido y pasado hambre juntos. Son hermanos de desdichas.  Su destino es común. Incierto; pero fabricado por ambos en cada aventura.

La noble está intrigada por la extraña lógica de vida que rige a Sancho. La carta y el encantamiento son el material para determinar que hay algo más en esa marcha de aliados tan distintos.

Se dialoga.  Cervantes canaliza a través de Sancho ideas estéticas y argumentos críticos.  La ficción literaria se ve explicada en cuanto a su propensión a la metáfora.

Se ironiza. Y de esto sabe mucho la gran literatura. Ya que Sancho tiene un asno que quiere mucho, se mencionan burros que han alcanzado puestos de gobierno.

Sancho piensa esperanzado que su ínsula está a un paso.

Mi lectura del Quijote, segunda parte 31 y 32

Jorge Luis Contreras Molina

cr069100Oscuras intenciones tiene el duque.  En el teatro de las vidas que este noble gobierna hay lugar para los tonos cómicos. Él miente y juega a saber quién don Quijote es.  Lejos está de la verdad que su velo de broma esconde.  El hidalgo se sintió caballero por vez primera.  Esto en cuanto al ambiente que le había sido ajeno, lejano, incomprensiblemente hostil.  Ahora lo sirven y lo tratan como el gran andante que es.  Sancho, la duquesa, los sirvientes, el castillo… son peones del intento de captura que realiza el señor feudal.

Platónico continente hacedor de bienes, hombre de caros principios, imagen del soñador que ve más allá… don Quijote ha dado discurso.  Tiembla de pasión y yo siento que el desalmado vaivén de un encantador inyector de perezas ha logrado quitarme esa voz temblorosa del joven salvaje, rebelde luchador, infatigable buscador de las causas perdidas.  Así que, con los ojos cerrados empuño la mano derecha y acompaño a Quijano en su ademán airoso.  Ese que espanta al eclesiástico.

El duque va más allá.  Ahora pide permiso a don Quijote para cumplir la promesa de gobierno insular a un impresionado Sancho.

Don Quijote no puede ser afrentado ni por niños, ni por mujeres, ni por curas. Hasta las doncellas quieren participar.  Hay géneros picarescos desdoblados en raras ceremonias.

Don Quijote reafirma el vínculo que con Dulcinea tiene.  Ni Cicerón ni Demóstenes son más que el hidalgo.  La lleva en el corazón tristemente porque la lleva encantada y fea.

Nada en don Quijote es ordinario. Aunque ha sido encantado y mil veces herido; nada puede dañarlo.  Entonces los encantadores van en contra de sus querencias.  Atacan a Dulcinea y con eso le quitan el alma y lo vuelven triste.

El simple Sancho tiene agudezas que desconciertan. Sancho casi se ha dado cuenta de que les montaron un teatro insolente.

Mi lectura del Quijote, segunda parte 30

Jorge Luis Contreras Molina

 

Fotos_de_don_quijote_de_la_mancha_1276051231Risa inicia con “r” de reflexión. Mientras se lee este hito de las letras universales, se puede pensar en la naturaleza humana. Se puede confirmar que nada de moralista había en las intenciones de Cervantes. No tiene reparos en darnos una escena de traición, o al menos de ligereza y cierta cobardía por parte de don Quijote.  Se fugó de la escena de guerra sin importarle que ahí estuviera, emproblemado, Sancho. Pero, sin dudas, cuando busco el ideal de hombre que me gustaría alcanzar, doy saltos y me empino para intentar asir la grandeza del hidalgo, su prestancia, su solvencia, su solicitud, su equidad, su locura.  Enfilarse hacia la creación de un destino trascendental es para Quijotes, es para noblezas que no vienen de la sangre, se construyen tras una decisión.

Ahora el hidalgo topa con una reedición de sí mismo.  Una cazadora, duquesa gallarda, encarna el ideal de nobleza digna de ser servida por el Quijote.  Los nobles saben, han leído, de las aventuras del Quijote.

Trascender queremos todos.  Aquel profesor mío que ya nos ha dejado decía que por eso llamábamos con nuestro nombre al primer hijo.  Trascender quiere don Quijote, pero a través de acciones heroicas donde empeñe, incluso, la vida.  Trascender quiere Sancho al cobijo de su señor.

Ya van al castillo.  Los duques saben del caballero.  Sancho no se ha cansado de decir refranes.

Mi lectura del Quijote, segunda parte 29

Jorge Luis Contreras Molina

don_quijote_desdichado_by_franromano-d5xg7s8Sancho tiene el corazón de mantequilla. Don Quijote adhiere a su valeroso espíritu guerrero la nomenclatura de las aguas.  Ninguna voz debería morir en tierra.  Ningún gran corazón tendría que dejar de latir sin haber navegado.

Polos, paralelos, ecuador, millas náuticas, ciudades y castillos de la ribera. Pero Sancho es ciego para el mundo que su señor atisba más allá de la bruma.  Ya están literalmente embarcados.  Se deslizan en una nave de pescadores hacia el desastre.

Los encantadores trocaron los ojos de molineros, de marineros y de Sancho.  No puede ninguno imaginar que había un castillo, que había presos y que el barco era para el rescate.

Don Quijote, otra vez, se vio solo con su alma de navegante generoso. Aquella que sabe que la vida solo se vive cuando se navega.

Sancho, esta vez desnudo, vuelve a pagar los daños.

Ya se aleja la música del agua.  Ya se esconden los pescadores. Ya hornean los panificadores.  Todos los observadores de este desastre esconden ahora su alma cotidiana en un día a día soso.  Don Quijote sueña con el siguiente capítulo.

Mi lectura del Quijote, segunda parte 27 y 28

Jorge Luis Contreras Molina

imagesLos de moral doble partieron al alba.  El peculiar domador, adivino y titiritero era el conocido ladrón de burros y otras prendas que se viera parcialmente perfilado en la primera parte.

El corazón del hombre anhela lo oculto.  El domador de monos tenía un itinerario de grandes engaños a la sombra de la curiosidad morbosa de parroquianos incautos. El pasquín parlante logra con pocos esfuerzos interesar a todos en los chismes más sonados, más sabidos y más comentados de cada pueblo.

Basta.  Al Ebro. Don Quijote ya marcha hacia la aventura del rebuzno.  Sin que Sancho sepa cómo, su señor da un discurso sesudo y puntual en medio de un ejército que lo escucha atento mientras sitia al enemigo. El hidalgo explica los motivos para una guerra justa.  Tiene subyugados a los oyentes hasta que, creyéndose oportuno, Sancho habla y rebuzna.

El equívoco asoma. Sancho es golpeado.  Don Quijote huye.  Los rebuznadores se marchan victoriosos aunque no dejen trofeo que lo testimonie.

Amanece.  Sancho ha vuelto a dormir mal.  Don Quijote, otra vez, ha sido presa de los sueños.  Aquel en un haya, este en un olmo. Habían hecho cuentas y renovado promesas de ínsulas, señoríos y ducados.

Don Quijote es hombre.  Como tal, huyó presa de la cordura. Sancho es hombre.  Presa de la cordura quiso partir, pero subyugado por la vieja promesa se quedó a vivir su destino al lado del héroe triste.

Mi lectura del Quijote, segunda parte 26

Jorge Luis Contreras Molina

DQ-B1B-El-Garbaoui-OmaymaNo divinas, pero sí bellas, y mucho, son las palabras del veintiséis. Nombres moros, música en dilectas voces que designan a personajes singulares dormidos eternamente  en la magistral relación de hechos que asombra mientras mueve a la risa y al llanto.

El mono sigue allí.  Su polifacético amo es ahora titiritero. Representa con dramatismo sagaz todo el folclore de un rescate con ingredientes de aventura y acendrado heroísmo.  Los fugitivos son seres buenos que escapan jalados por los hilos de Pedro mientras los espectadores contemplan boquiabiertos que a punto están de la recaptura.

El de la triste figura cae, otra vez, preso de su valeroso temple de caballero andante.  Arremete contra los villanos hasta desmantelar malamente el teatro.  El hidalgo ha evitado que en su mundo triunfe la injusticia.  En el real hay un conglomerado de cosas rotas.

Desde la liberalidad de su señor Sancho, mandatario paga indemnizaciones al agraviado artista.  Los que tienen colas machucadas hacen un  mutis vergonzoso.  En la escena queda, y no hay necesidad de más, solo don Quijote, héroe. Ya habrá (siempre hay) tiempo para la vileza y la insana búsqueda de la salida fácil y la explicación justificadora del doblez timorato.