Soñando con los jardines de Chengdu, parte 1: el encanto y el desencanto

Martín Fernández Ordóñez

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Vistas de Jinli: pabellones y jardines de Jinli Street, Chengdu.

Jamás olvidaré esa primera tarde en la cual, finalmente, empecé a conocer la China. Todo era novedad: los detalles de la arquitectura, la forma caótica en la cual conducían los carros y las motos, motoristas sobre la acera y todos, todos bocinando desenfrenadamente. Para llegar del hotel al museo había que atravesar una especie de galería comercial en la cual vendían de todo lo imaginable: souvenirs baratos, ropa occidental y ropa de la India, joyas y objetos de fina plata, diferentes clases de té, tiendas de dulces en las que, además, vendían unas largas piezas de carne deshidratada que según me explicó Elena[1] días después, se trataba de piezas de carne de res que ellos consumen como snacks

Pero fue al llegar a Jinli Street que la verdadera experiencia inició. Supuestamente se trata de una calle comercial ancestral, con un tejido arquitectónico muy variado que compone varias calles y callejones llenos de tiendas, restaurantes, plazas y jardines. Para un primerizo de la China como yo, haberme adentrado en esas calles aquella tarde fue como transportarme en el tiempo y como si poco a poco ese telón de fondo del que hablaba al inicio fuera tomando forma tridimensional. Ingenuamente pensé que efectivamente se trataba de un lugar muy antiguo, ­tan bien armonizados están los edificios, complejos, puentes y recovecos-, pero para conocer poco a poco la China, la primera lección es aprender que la idea occidental de “autenticidad” o de “originalidad” ahí, virtualmente, no existe. Al menos en lo que a la arquitectura patrimonial respecta, cualquier modificación es aceptada, siempre y cuando lo justifique su nuevo uso.

Me llamó la atención cómo los mismos chinos han llevado a cabo una especie de reinterpretación de su propia historia arquitectónica, llegando a una conclusión casi arqueológica. Porque luego de haber visitado Chengdu y Shanghai, parece que la nueva China ve a su propia arquitectura vernácula como los guatemaltecos vemos a las ruinas mayas: majestuosas, sí, hermosas sí, admirables sus virtudes arquitectónicas y estilísticas también, pero todo forma parte de un pasado demasiado lejano y quizás hasta ajeno.

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Martín Fernández-Ordóñez

Regresando a mi descripción del primer paseo que realicé aquella tarde en Chengdu, luego de haberme internado por el bullicio de Jinli Street, desandé el camino y me fui en dirección opuesta buscando un parque que estaba señalado como highlight de la ciudad por exhibir el monumento conmemorativo de una revolución importante. De modo que, interpretando el mapa lo mejor que pude, me sumergí en calles residenciales donde vi a los locales en sus actividades diarias: personas sentadas en sillas sobre la acera, niños jugando en los patios, tiendas de barrio, edificios viejos, sucios y saturados por viejos aparatos de aire acondicionado colgando debajo de cada ventana.

Parque del Pueblo, Chengdu

Parque del Pueblo, Chengdu

Luego de dar una que otra vuelta para orientarme, por fin llegué al Parque del Pueblo y me encontré por primera vez en uno de esos maravillosos recintos de paz, refinamiento y belleza como solo he visto en los jardines de la China. Este parque era hermoso (el primer parque público de la ciudad), compuesto por varios jardines redondos encerrados por bajas murallas a las cuales se accedía por puertas circulares con marcos de piedra tallada. En algunos había pérgolas, árboles y bancas; en unos, bonsais muy cuidados sembrados en macetas de piedra ornamentada; en otros, estanques con lotos flotando y carpas[1] del tamaño de tiburones pequeños. Me llamó la atención que algunos abuelos detenían a sus nietos, mientras estos les daban alguna bebida en pacha que sujetaban con varas de madera a los gigantes peces. ¿Qué tipo de líquido se les da a los peces en pacha?

Parque del Pueblo, Chengdu

Parque del Pueblo, Chengdu

En el parque había un pabellón con varios negocios de té y mesas para sentarse, placitas en las cuales grupos de mujeres practicaban tai-chi, otros en los que grupos de hombres se entretenían con juegos de mesa y por fin, después de un buen rato, llegué al famoso Monumento a los Mártires de la Línea Férrea, que realmente fue lo que menos me impresionó de aquel inesperado complejo de hermosos jardines secretos y amurallados.

 

[1] Tradicionales peces rojos que nadan en los estanques.