Jorge Luis Contreras Molina
El revelador cincuenta y cinco nos muestra un mundo pequeño. Nos invita a entender que la Tierra es redonda y que nuestros actos se muerden la cola mientras nos alumbran las consecuencias de todas nuestras acciones buenas y, especialmente, malas.
Sancho también cae en una sima. Igual que el descenso mágico que don Quijote padeció hidalgamente en la de Montesinos. El otrora gobernador sufre por su suerte, prisionero en un hoyo que pareciera la tumba; lo agobian dos sentimientos: el recuerdo de su antigua vida de prominente funcionario, y, más, que su destino esté atado al de su asno que tan bien le ha servido. Le pesa que la muerte atrape también al inocente y fiel rucio. La amistad, como vemos, es uno de los grandes temas del Quijote.
El capítulo se cierra con el designio circular de que don Quijote está del otro lado de la caverna en la que ha caído Sancho. Así se encuentran los amigos y hacen el recuento de momentos gratos y tristes que han vivido en esta cortísima separación.
Al duelo. Cosas de honor. Don Quijote está en el campo de batalla. La broma lleva a la lucha. Mil vecinos quieren circo. El hidalgo quiere honrar a la mujer burlada por el hombre mentiroso. No triunfan las lanzas. El ingenio y el amor son los señores del campo. El falso contendiente está enamorado de verdad. Decide declararse vencido para que la deshonrada mujer reciba el resarcimiento del altar. Todos en paz menos don Quijote y Sancho que quieren entender por qué los encantadores no los dejan en paz. Ya trocaron a Sansón Carrasco en caballero, a Dulcinea en campesina hombruna. Ahora convierten a un lacayo del duque en deshonesto ofensor. Hay un enemigo en cada sombra. Pero don Quijote sabe qué hacer con ellos.