Jorge Luis Contreras Molina
Es la hora de los impostores. Antes, don Quijote nos vuelve a mostrar que su carácter taciturno no proviene de la derrota. Aparece cuando la injusticia triunfa en el barullo de una estampida. Sancho se ve obligado a dar consejos. Coma, mi señor; duerma, mi señor; el mundo lo necesita fuerte y repuesto…
El que los falsos llaman Caballero Desamorado, arriba a una venta. La percibe como venta. Sancho está felizmente asombrado.
Esta especie de hotel de paso tiene como insignia la abundancia en las viandas. Sancho saliva. Se descubre que hay carestía, escasez, frugalidades, ausencia de casi todo género de comida. El ventero es un fanfarrón. Abundan.
Los grandes amigos intentan reposar de sus muchos trabajos. Una voz vecina sobresalta al hidalgo.
Ya Avellaneda desafió a Cervantes. Se leen atrocidades. Se exagera el simplismo de Sancho. Don Quijote ya no está enamorado. Se miente sin miramientos en la apócrifa.
En un famoso cuento de Borges se narra la vida de un impostor que vivió como valiente y respetado hasta que se encontró con el verdadero soldado merecedor de las calidades que él había usurpado. El impostor murió casi como quien se suicida. Avellaneda es, cuatrocientos años después, una nota de color, una frase incidental.
Sancho y Quijote se presentan ante los engañados lectores. La verdad va con ellos. Don Quijote es más impresionante en persona que de oídas.
Van a Barcelona. Nada de Zaragoza. Por no reforzar las mentiras del apócrifo. Seis días sin aventura. Séptimo. Sancho come y duerme, el Hidalgo sueña y vigila. Noche cerrada. Don Quijote tiene la emergencia de liberar a su hechizada dama. Ataca al holgazán, pero este se defiende. Fácil, por peso, por edad y por terrenales condiciones, el escudero vence al amo.
Los árboles están llenos de ahorcados. Maleantes muertos. Llegan los vivos. Don Quijote sufre un ataque de tristeza. Falló. Siempre debe estar listo y armado. Los delincuentes lo asaltaron, y distraído.
La ironía, pero también la ambigüedad definen a la gran literatura. El jefe de los maleantes parece tener sentimientos nobles. Es fuerte y valeroso, pero también respetado y querido. Ordena que devuelven todo lo que habían despojado a Sancho (el dueño de la despensa). Apoya sereno y sesudo a una engañada mujer que asesinó a su embustero novio. Este, al parecer, era inocente. Ambigüedad. La asesina hace mutis hacia un convento. Para expiar sus culpas y evitar la captura.
Ya van los héroes. Antes fue enviado un mensajero a Barcelona. Roque, que acaba de obrar como un santo, tiene amigos en todas partes. Esperan al cuerdo y loco, y al fiel escudero.