Visita al estudio de un artista: Jorge Mazariegos Rodríguez

Magalí Villacorta de Castillo (*)

 

JorgeMazariegosRodríguezEn una soleada mañana el maestro, con  su acostumbrada afabilidad y sencillez, abre las puertas de su estudio para que yo, una aficionada a la pintura, pero neófita en las técnicas utilizadas y en los rigurosos caminos que un artista debe recorrer para  consagrarse en la manifestación de su arte, pueda disfrutar de ese lugar en el que cada día plasma en sus lienzos la riqueza que lleva dentro.

El lugar es acogedor, en el centro está un caballete y sobre él, la obra que tiene  en proceso, un paisaje que representa un pueblo del altiplano guatemalteco.  Tubos de pintura en tonos cálidos y fríos, pinceles, lienzos en proceso de elaboración, cuadros ya terminados que conforman su propia colección, catálogos de  grandes artistas de todos los tiempos y archivos con las fotografías de trabajos realizados a lo largo de su carrera nos rodean, todo esto en un  ambiente ordenado y lleno de luz, envuelto en las notas de un concierto de Beethoven.

El maestro Mazariegos Rodríguez canta con  su obra a  Guatemala, a sus costumbres, a sus pueblos, a los humildes campesinos que día a día cultivan la tierra y con amor cuidan de sus animales, no permite que olvidemos aquellos pueblos con casitas hechas de adobe y coronadas con tejas de barro, paisaje que la naturaleza destruyó hace tantos años dejándonos en su lugar otras muy distintas, frías, cubiertas con láminas brillantes.

Tantos homenajes de que es objeto el maestro Mazariegos, son una forma de decirle gracias por no permitir que olvidemos lo que en realidad somos, un pueblo laborioso y amable que atesora con celo sus costumbres de siempre.

 

(*) Magalí Villacorta de Castillo es alumna del Diplomado en Arte del siglo XIX del Neoclasicismo al Posimpresionismo, Departamento de Educación – UFM.

El estudio de un pintor: Elmar René Rojas

María del Carmen Rademann Quezada de Blasberg (*)

Imagen publicada en Prensa Libre en noviembre de 2010.

Imagen publicada en Prensa Libre en noviembre de 2010.

Tengo el privilegio de entrar a un espacio mágico lleno de color donde sus personajes rondan en un universo desconocido para nosotros, al cual podemos acceder por medio de sus obras.  Las cuales son ventanas para que entremos a su mundo.

El estudio de este  maestro del arte plástico guatemalteco está dentro de su residencia.    Los cuadros de su colección privada  se encuentran desde la entrada  se abre  un universo de color, de temas y de épocas.   El tiempo pasa frente a mí cuando los observo, uno a uno.  Son testimonio de las épocas en que fueron pintados, algunas convulsas y violentas y otras de profundo sentimiento.

Su estudio es un mundo privado al cual pocos pueden acceder.  Este espacio ha sido adecuado un sinfín de veces, comenta.  Mueve paneles y  mesas de un lado a otro para poder trabajar sus piezas.

Los lienzos están  clavados en las paredes, uno tras otro, son  de diferentes dimensiones.   Cada uno es  un universo distinto lleno de personajes mágicos, de colores vibrantes y vivos.  Son ventanas al mundo  propio que ha creado y que vive en su mente.

Debajo de los lienzos hay mesas largas donde el maestro coloca sus colores, pinceles, paletas, lijas… de una forma ordenada. Toma sus instrumentos y aplica los colores de forma rápida, sabe dónde están.   Así va creando sus obras, su mente se conecta con su cuerpo para adentrarse en este mundo tan especial.

Toda la atmósfera está sumergida en música clásica.  Este espacio no tiene ventanas al exterior, lo cual me llama la atención.   Siempre he pensado que el artista se inspira en la naturaleza, este no es el caso de Elmar René Rojas pues su inspiración está dentro de él.  La música es lo único que puede penetrar, la que lo acompaña en el proceso creador.

El maestro es una persona inquieta.  Va de una pieza a otra.  No trabaja durante la  jornada solamente una obra.  Necesita movilizarse y, en muchos casos, subir a escaleras y andamios para alcanzar las partes superiores de sus grandes lienzos los cuales son fabricados especialmente para él por sus dimensiones.

El piso está cubierto por variadas y diferentes alfombras.   Algunas, incluso, han sido cortadas para adecuarse al espacio que necesita.

Luego de esta visita bajamos a un espacio inferior.

Aquí crea obras de dimensiones más grandes de las que caben en el estudio superior.   Este espacio está hecho para funcionar como  teatro.  Lamentablemente, un incendio impidió que fuera visto.  Las paredes con las cicatrices  por el  fuego, tienen una pátina interesante.   Clava sus enormes lienzos en páneles blancos, limpios y frente a ellos mesas con todo su equipo y colores.  Es fascinante verlos y luego observar las obras llenas de magia.

En este espacio ha colocado sus esculturas de piedra que son trabajadas en el lago de Atitlán.  Estas esculturas han salido de sus cuadros, son personajes mágicos que he podido conocer anteriormente en su obra pictórica.

Luego de mi visita llego a la conclusión que un artista crea su espacio de trabajo según sus necesidades propias, no son estándar, dependen de cada uno.  Y, en el caso de Elmar, su inspiración no viene del exterior sino de su mundo interior, donde viven sus personajes mágicos.

 

(*) María del Carmen Rademann Quezada de Blasberg es alumna del Diplomado en Arte del siglo XIX del Neoclasicismo al Posimpresionismo, Departamento de Educación – UFM.

Carlos Valenti, arte y su círculo

Carlos Mauricio Valenti Perrillat fue un pintor nacido en Francia en 1888.  A la edad de tres años se trasladó con su familia a Guatemala, país en el que vivió la mayor parte de su vida.

Artista dotado de innegable talento quien, a pesar de las represiones morales y los convencionalismos de una época guatemalteca perfilada por la dictadura de Manuel Estrada Cabrera, llegó a desarrollar en su corta vida una de las obras más importantes para la historia del arte del siglo XX.

Considerado como el primer expresionista de la pintura guatemalteca, a través de su obra transmite el deseo de investigar los conflictos que suscita la existencia.  En 1912 viajo a Paris, Francia, junto con el pintor Carlos Mérida para continuar sus estudios de pintura.

Su final fue trágico, como lo ha sido el de muchos otros artistas.  Al no poder entregarse totalmente a su pasión –el arte- un 29 de octubre de 1912, con dos balazos en el pecho segó su vida.  Fue enterrando en el Cementerio Montparnasse en una fría y lluviosa mañana de noviembre de 1912.

El Departamento de Educación de la UFM y el Museo Ixchel han preparado un programa cultural dedicado a este gran artista de la plástica.  En el enlace que aparece a continuación, podrán conocer en detalle las actividades del evento http://carlosvalenti.org/pages/eventos.php