Martín Fernández Ordóñez
Dedicado a mis nuevos amigos, con quienes compartí algunos paseos inolvidables: Elena, Aida, Annia, Gia y Liang.
A manera de introducción
Del 14 al 26 de septiembre de 2015 tuve la inmensa suerte de ser acreedor de una beca por parte del ICCROM[1], para tomar parte en un curso titulado RE-ORG China- International Workshop. Se trata de una metodología desarrollada por este organismo parte de la UNESCO, para apoyar a cualquier museo del mundo a ordenar y reorganizar sus depósitos, los cuales albergan y protegen a la mayor parte de objetos que poseen. Esto obedece al hecho de que, por muy grande que sea un museo, lo normal es que cuando los visitamos únicamente tenemos acceso a un 5 % – 10 % del total de la colección. El resto permanece guardado por varios motivos de carácter curatorial, pero ante todo prácticos: sería imposible e insoportable para el visitante que un museo expusiera el total de su colección. Museos gigantes y virtualmente inabarcables como el Louvre, tendrían que construir infinitas galerías más, si todo lo que poseen fuera destinado a la exhibición. Por esta razón es mejor que se practiquen buenas rutinas de rotación de los objetos y que todo lo que no está expuesto se mantenga almacenado de la mejor manera posible.
He pretendido relatar detalladamente lo que experimenté, observé, identifiqué y sentí durante este primer viaje que hice a la China. Tengo claro que tres semanas no bastan para comprender a cabalidad una cultura tan compleja como la del Celeste Imperio, por lo tanto no es mi deseo llegar a conclusiones demasiado simplistas. Mi principal intención es compartir con el lector mis primeras impresiones y describir aquellas situaciones que llamaron particularmente mi atención.