El efecto de la luz en la escultura

Thelma Muratori de Wyld

Una de las diferencias entre la pintura y la escultura consiste en que la primera posee luz propia, mientras que la luz de la escultura es exterior.  La escultura posee dos luces: la que el escultor procura al trabajar los planos del volumen, con sus salientes y entrantes, y la del foco luminoso que la alumbra.  Podemos percibir conjuntamente un foco luminoso, el claroscuro de la escultura y las sombras que emiten los volúmenes más allá de la figura. Entonces, vemos que la luz es un factor de tanta importancia que cualquier cambio de su incidencia altera el concepto formal.  Una escultura puede parecer más o menos estática, de mayor o menor resalto, conforme varíe la luz que recibe.

Hay esculturas que dramatizan con los salientes gracias al diálogo o al enfrentamiento de la luz y la sombra.  También se pueden establecer delicadas transiciones, que tienen mucho de pictóricas.  En la historia se observan dos conductas: 1) El escultor ha estudiado la escultura en función del emplazamiento. 2) El escultor ha trabajado a veces sin tomar en consideración esa circunstancia.  La oposición románico-gótica ofrece una muestra.  Las esculturas románicas responden a un concepto lineal, de perfiles nítidos, sombras levísimas y superficies redondeadas y planas de rotunda luminosidad. En cambio, la escultura gótica valora el claroscuro, potencia los alientes que escapan del plano y arrojan grandes sombras. Las  esculturas del siglo XVI se encierran en recuadros y hornacinas y  ofrecen un perfil continuo.  Las esculturas barrocas se encaraman airosas a los remates de los edificios y se apoderan del espacio con el vigoroso movimiento de los amplios ropajes.

El escultor aunque trabaja en el taller,  tiene que reproducir  la luz que va a recibir la figura en el emplazamiento definitivo.  La escultura en exteriores, está expuesta a una radiación difusa que quita prominencia a perfiles, pliegues y elementos salientes.  El escultor sale al paso de esta circunstancia dotando a la obra mayores salientes.  Miguel Ángel remataba las cabezas con el cabello en voladizo sobre la frente, que reforzaba la corporeidad del volumen.

En cuanto a la escultura de interior, es evidente que se ha previsto la existencia de fuentes luminosas muy precisas.  Nadie más experto que Bernini para aprovecharlas. Bernini utilizó la luz de ventanas laterales ocultas para derramar la luz sobre esculturas provistas de grandes salientes. Una muestra  de esto es el Éxtasis de Santa Teresa,  como representación de una potente expresividad.

Por lo tanto, el objetivo esencial de una escultura es la visibilidad.  A esto tiende la escultura policromada con los distintos tonos de la carne y las telas.  Pero lo que más refuerza la visibilidad es el oro, a pesar de que  no le otorgue a la pieza un carácter trascendental al relacionarla con el mundo divino, sino como una manera de definir el diseño.  En el exterior sucede lo contrario, ya que las formas oscuras se perciben con mayor nitidez, como en las estatuas de bronce, en las cuales se puede apreciar su perfil a distancia, una característica a la que los artistas que trabajan con  bronce otorgan mucha importancia en sus creaciones.

El misterio de la casa de ladrillo

Martín Fernández-Ordóñez

En el yeso, en el bronce, en la madera de la que están hechas estas figuras verticales de tamaño natural, alguien se esconde y respira débilmente. El inaprensible fantasma de la vida. – Jean Frémon (Fragmento de “Louise Bourgeois, Mujer Casa”)

El día amaneció como siempre muy tranquilo en el hermoso y exclusivo vecindario. Algunos niños están ya en la calle montando bicicleta, mientras personas adultas riegan los cuidados jardines delanteros de sus casas. Es un cálido día de primavera, con un cielo limpio de nubes y sopla una agradable brisa matutina.

La propiedad más imponente de todas se encuentra al final de una de las calles. Se trata de una vieja casona de ladrillo, una de las más antiguas de la zona. Al frente cuenta también con un amplio jardín con frondosos árboles que de alguna manera esconden buena parte de la señorial fachada. Detrás de la casa, el terreno se extiende profundamente en dirección a las colinas y a pesar de su dimensión, el inmenso bosque privado está completamente rodeado por un macizo e inexpugnable muro de piedra.

Caminando alrededor del muro a cierta distancia pueden divisarse las copas de altos y viejos árboles. Su propietario es un hombrecito de mediana edad que heredó la casa de sus padres. Pero la propiedad ha pertenecido a la misma familia desde al menos tres generaciones y seguramente terminará con esta, ya que su actual dueño es viudo y nunca tuvo hijos. Tiene un nombre largo y de apellidos rimbombantes pero los vecinos lo llaman “el hombrecillo negro”, ya que es un hombre pálido, muy delgado y siempre va vestido de ese color (nunca abandonó el luto desde que murió su esposa a los pocos meses de haber contraído matrimonio). Aunque el hombrecillo negro es muy amable y educado, jamás se ha sabido que haya entablado amistad con alguno de los vecinos. Su existencia está rodeada de misterio ya que nadie sabe con certeza a qué se dedica o qué hace dentro de su fortaleza todo el día. Que se sepa, las únicas dos personas que tienen acceso a la casa son la vieja ama de llaves a la que se ve salir con paso lento y cabizbaja los fines de semana y el jardinero que también se ocupa de la limpieza de la casa.

La residencia del hombrecillo negro es una atracción silenciosa del vecindario ya que nadie la conoce por dentro. Desde su fachada las altas ventanas están cubiertas por pesadas cortinas de terciopelo verde y su muro perimetral la hace ver como un elegante monasterio de clausura.

El hombrecillo negro sale de su casa cada par de meses y solamente cuando comienza a oscurecer. Desde la ventana de alguna de las casas vecinas puede verse en esas ocasiones cómo al abrirse el portón de pesada forja, sale un auto negro de rancia elegancia conducido por él mismo. Si hay alguien en la calle que lo vea por casualidad y con curiosidad, él responde impasible inclinando suavemente la cabeza a manera de saludo.

Las ocasionales ausencias de su refugio duran varias horas. El hombrecillo negro regresa ya entrada la noche. Hace solamente una señal con las luces y al poco tiempo se abren los portones de hierro y el auto se adentra en la obscuridad como tragado por ella. Después de un buen rato y como sonando desde muy lejos, pueden escucharse constantes y secos golpes de piedra, los cuales pueden durar hasta el amanecer. Los golpes pueden escucharse a lo lejos durante semanas y hasta meses sin interrupción. Se detienen hasta que el hombrecillo negro sale nuevamente en uno de sus silenciosos paseos.

Pero nadie sabe con certeza qué es lo que hace allí dentro.

Entre los residentes del vecindario existen muchas versiones e historias sobre la vida del hombrecillo negro, sus esporádicas desapariciones, sobre sus actividades nocturnas y los lejanos golpes de piedra. No falta quien piense que el hombre enloqueció debido a la muerte de su esposa y a su soledad miserable. Otros creen que se trata simplemente de un ricachón excéntrico cuyas actividades secretas no le hacen daño a nadie. Pero más de alguno duda que se trate de un simple nostálgico, extravagante o loco. Podría tratarse de algo más serio y menos romántico.

El hombrecillo negro fue durante largos años un maestro de la discreción. Con su silenciosa amabilidad logró por mucho tiempo mantener alejados a los curiosos, aunque no faltaba que de vez en cuando algún chiquillo morboso intentara husmear a través de una ventana o del macizo portón de hierro intentando divisar alguna cosa. Pero la fachada de la casa con sus ventanas ciegas se negaba a dejar ver el más mínimo objeto o movimiento en alguna de las habitaciones. Solamente una luz un tanto mórbida iluminaba el vestíbulo de mármol que nunca se usaba.

Pero a la larga el hombrecillo negro cometió un error. Debido a que en su encierro vivía en su propio universo, se olvidó de que lo que pasara en el mundo exterior podría en algún momento resultar invasivo o hasta peligroso para su sobreprotegida intimidad. Ya no corrían los mismos tiempos y la población de la ciudad fue creciendo, mudándose algunas familias a los tranquilos suburbios que antes fueran campo. De modo que un día el gobierno de la ciudad aceptó vender parte del soberbio parque contiguo a la mansión del hombrecillo negro para que se urbanizara.

Este sería el inicio del fin. Sigue leyendo

Freedom and Responsibility: What Schools are Teaching Our Kids… and What They’re Not

María Inés Flores

For those of us who sit down to do social studies homework with our children, it’s often hard to refrain from tearing up the textbook. Thank goodness we feel compelled to set an example of maturity and self-control for the little ones, otherwise the pages could end up torn and we would have a difficult time explaining to them that the book they’re reading is full of misconceptions.

Why do we feel this way? This bitter reaction is caused by the fact that most social studies books – and teaching the classroom instructors do- promote ideas of dependence and servitude, which are, unfortunately, extremely easy to engrain in the minds of our innocent, young children. Most textbooks do not champion critical thinking and freedom, therefore, they are ineffective at teaching responsibility. And by allowing this to continue, we are shaping more inert, less disciplined, and less entrepreneurial future generations.

The Social Studies and History textbooks used in most schools, whether public or private, tell a strange version of history. This “strange” version illustrates the country’s founders as leaders with amazing intelligence, profound goodness, and boundless courage… basically, genius-saints that did no wrong and made no mistakes. This picture also implies that leaders such as the Founding Fathers were grand planners: they not only drafted wonderful documents like the Declaration of Independence, but also designed and planned just about everything that we consider important in our society: towns and homes, transportation systems, markets and stores, and of course, the formal schooling or educational system. If we read a commonly-used Social Studies book for eight-year-olds, we will most likely (and unfortunately) arrive at two conclusions: One, there is no spontaneous order –everything and anything that’s good is the result of one or several people planning it, based on their intelligence and knowledge- and two, a good citizen does not question laws or regulations and instead, he happily abides by them, including paying all taxes that are imposed by any government agency, since these taxes are supposedly always used to improve our lives.

Other Countries Share this Dilemma

This unfortunate situation of teaching servitude instead of freedom is also common in countries other than the United States. Take, for example, the social studies workbook that second graders use at a prestigious private school – Colegio Interamericano- in Guatemala City. The book, titled Sociedad y Yo (Society and Me) is published by Editorial Piedrasanta. The authors and editors pride themselves in teaching Guatemalan history and culture, as well as the values and behavior of good citizens. The book is 187 pages

long and its content is organized into five modules, which are My Family, My School Life, My Community, My State, and Citizenship and Culture of Peace. In all fairness, it does include many activities that motivate discussion and participation, as well as many important lessons. However, comments such as We should pay taxes, Our taxes are used for building roads, and The Municipality builds and maintains roads appear six times, sometimes even as questions in the short test at the end of a chapter. The book leaves no room for skepticism or analysis about whether the taxes we pay are indeed making people’s lives better. It is good to pay taxes is portrayed as a universal and permanent truth, regardless of the fact that the children in Guatemala witness the very opposite: decadent or non-existent roads, insecurity and an extremely high crime rate, lack of medical and hospital care for poor people, to name but a few. What this social studies book teaches and what the children see and experience every day are not the same – they are in fact, quite the opposite. Yet most schools continue to deliver the message that it is good to pay taxes, don’t doubt it, and answer this on the test, if you want to get a good grade.

This unfortunate situation of teaching servitude instead of freedom is also common in countries other than the United States. Take, for example, the social studies workbook that second graders use at a prestigious private school – Colegio Interamericano- in Guatemala City. The book, titled Sociedad y Yo (Society and Me) is published by Editorial Piedrasanta. The authors and editors pride themselves in teaching Guatemalan history and culture, as well as the values and behavior of good citizens. The book is 187 pages long and its content is organized into five modules, which are My Family, My School Life, My Community, My State, and Citizenship and Culture of Peace. In all fairness, it does include many activities that motivate discussion and participation, as well as many important lessons. However, comments such as We should pay taxes, Our taxes are used for building roads, and The Municipality builds and maintains roads appear six times, sometimes even as questions in the short test at the end of a chapter. The book leaves no room for skepticism or analysis about whether the taxes we pay are indeed making people’s lives better. It is good to pay taxes is portrayed as a universal and permanent truth, regardless of the fact that the children in Guatemala witness the very opposite: decadent or non-existent roads, insecurity and an extremely high crime rate, lack of medical and hospital care for poor people, to name but a few. What this social studies book teaches and what the children see and experience every day are not the same – they are in fact, quite the opposite. Yet most schools continue to deliver the message that it is good to pay taxes, don’t doubt it, and answer this on the test, if you want to get a good grade.

It’s Up to Parents to Teach Freedom and Responsibility

Let’s face it: our children are susceptible to any and all of the messages they receive, particularly if the source is an authority (such as a schoolteacher) backed by a formal tool (such as a print textbook). This means that a huge responsibility rests on the shoulders of parents and caregivers: not only ensuring that our children are learning the right lessons in life, but also the right lessons in school-taught subjects such as Social Studies and Economics. So how do we go about doing this?

First, by understanding just how deeply liberal thinking is embedded in our children’s classroom and being able to juxtapose, in clear and simple language, what they learned there -or elsewhere- with what we want them to learn. For example, in the previous example of paying taxes so that we can have good roads, we could ask seven-year-old Johnny a couple of questions as we drive on a poorly-maintained street: Do you think that these streets are in good shape? Did you know that the municipal government receives money from 100,000 people in order to fix roads and build new ones? This can help illustrate that it is not a universal truth that the taxes we pay for road building and maintenance are used effectively. Another example could be a conversation on highway tolls, and include questions such as should everyone pay for taxes to maintain roads that only some people use? This will help them generate ideas about individual freedom and justice in a community. Little by little, we can discuss concepts such as progressive and regressive taxation, property rights, free-riders, and many other concepts that, if explained well, are surprisingly easy for young children to understand.

Second, by motivating children to observe and listen, and use their own critical thinking to analyze new situations. I was recently bombarded with questions from my children when we drove through a neighborhood filled with small houses made of foil and cardboard and I pointed out that the people living there were land-grabbers. They had a million questions, some of which were very challenging! It is exciting to see interest spark in children when we treat them with respect and involve them in the discussion of social and economic issues. Once we see more critical thinking and thoughtful decision-making in a child, we can happily say that the seeds of freedom and responsibility have been planted.

Third, by helping children learn to discern what to voice under certain situations or circumstances. For example, when taking a written test, Johnny should probably respond True to the question of whether we should pay taxes. Why? In the first place, because it is the legal thing to do. In the second place, Johnny probably wants to get a good score on the test and knows that this is the answer the teacher is looking for. Furthermore, if we have discussed with Johnny that one of the objectives of taxes is to offer goods and services to a community that are better provided by the government than by people or companies, then he knows that in many ways, it is good to pay taxes. However, Johnny also understands that some forms of taxes are more equitable or effective than others and that in many situations, there are better alternatives to solving social problems. If he develops judgement in applying all of this knowledge, he will know when to answer what on a test, when to contradict a statement, when to remain quiet, etc. He will not only be a free and responsible young person, but also a smart, little diplomat!

That is exactly what we want, isn’t it? We want to guide children so that they will question things, consider different points of view, learn that they are individuals with their very own mind, and most of all, understand that every decision they make, has consequences. If many schools are not teaching these principles well, let us get involved and try to change that, but, at the same time, let’s take on the very important challenge of teaching young children freedom and responsibility!

June 28, 2012

El amor en los tiempos de revolución

Rodrigo Fernández Ordóñez

Pocas veces en la historia se tiene la suerte de poder indagar en el alma de sus forjadores. En las cartas que Bolívar le escribió a Manuela Saenz, por ejemplo, compiladas por Víctor Paz Otero y editadas por Villegas Editores (La agonía Erótica, Colombia, 2006), se asoma la humanidad, las obsesiones y debilidades del hombre que con su liderazgo dirigió la guerra que llevaría a la independencia a la mayor parte del vasto continente de América del Sur. Sin embargo, de este placer de viaje introspectivo nos privó Martha Washington cuando a la muerte de su esposo George, decidió quemar toda su correspondencia, cerrando toda posibilidad al resto de los mortales de podernos asomar a la mente y al alma del gran dirigente político y arquitecto de la independencia estadounidense. Afortunadamente más conscientes de su relevante papel histórico, los esposos Adams (John y Abigail) nos legaron una colección de más de 1,200 cartas que se intercambiaron durante sus casi cincuenta años de vida matrimonial. En esa colección de misivas se encuentran desde los sueños de juventud del ambicioso abogado John, hasta quejas de abandono de su inteligente esposa Abigail durante los años en que su marido fue enviado a Europa a consolidar la independencia de las trece colonias de Norteamérica.

Esta colección de cartas ha levantado desde siempre mucha curiosidad y ha visto múltiples ediciones (como la lujosa hecha por la prestigiosa Library of America), no sólo por provenir de uno de los próceres de la independencia estadounidense sino porque su esposa Abigail no fue solamente su esposa. Abigail Adams fue su confidente, su consejera, su asesora en determinados temas políticos y su más aguda editora. Adams sometió todos sus escritos (cosa admirable en un pensador del siglo XVIII) a los ojos escrutadores de su esposa, quien los recortaba, corregía y hasta reescribía cuando sus largas parrafadas le parecían demasiado cargadas para ser comprendidas por los hombres simples.

De esta interesante e inigualable relación se ocupa el historiador Joseph J. Ellis en su más reciente libro First Family (Alfred Knopf, New York: 2010), en el que en forma amena aborda la biografía de este matrimonio desde la perspectiva de las cartas que ambos intercambiaron, entretejiéndolas con el imponente trasfondo de la lucha de las trece colonias por independizarse de Inglaterra y una vez fundada la República, se extiende hasta la presidencia misma de Adams. Ellis ya había abordado en forma más o menos desarrollada la historia de este matrimonio en dos capítulos de su imprescindible Founding Brothers (Alfred Knopf, New York: 2000), con el que ganaría el Premio Pulitzer, pero en esta nueva obra disecciona con todo detalle la vida intelectual de la pareja Adams.

En esas cartas se asoma sobre todo la desarmante humanidad de Abigail, quien antes de casarse con el cerebral John le pide en una carta: “and tell me all my faults, both of omission and commission, and all the evil you either know or think of me”, a lo que su novio contestaría en tono de burla que ella era negligente jugando cartas, no sabía cantar, se sentaba con las piernas cruzadas y leía demasiado, y Abigail le contesta en tono despreocupado que muchos de esos defectos no tenían cura, sobre todo el de la lectura, proviniendo de una mujer autodidacta en gran medida y en cuanto al asunto de su forma de sentarse le contesta, contundente, aunque podemos presumir una sonrisa contenida: “a gentleman has no business to concern himself with the leggs of a lady.” Otro ejemplo de la intimidad que nos ofrecen sus cartas nos lo ofrece durante los preparativos de su boda. Narra Ellis: “In her last letter to John before the wedding, Abigail asked him to take all her belongings, which she was forwarding in a cart to their new home in Braintree. ‘And then Sir, if you please’, she concluded, ‘you may take me’”.

John, por su parte, no se queda atrás en la desarmante humanidad con se dibuja en sus cartas, a salvo en la supuesta intimidad que le ofrecía el papel: “Vanity I am sensible, is my cardinal folly, and I am in constant Danger, when in company, of being led a ignus fatuus by it without the strictest caution and watchfulness over my self”, y añade más adelante, abriendo de par en par su corazón: “to shew my own importance or superiority, by remarking the Foibles, Vices, or Inferiority of others…” John Adams, cuya pluma y lengua eran las más afiladas de la camarilla de próceres, comparables únicamente con las del intrigante de John Hamilton, buscaba tanto la gloria y el reconocimiento de sus pares que invariablemente conseguía que lo rechazaran y se burlaran de él, tal y como lo haría Benjamín Franklin cuando compartieron destino en Francia y quien escribiera: “…aunque [Adams] es un hombre honesto y vive acorde a sus ideales, a veces pareciera no estar del todo en sus cabales…” Sigue leyendo

El Quijote, anotaciones de un lector 18

Jorge Luis Contreras

Capítulos 47 y 48

Los inquisidores murmuran y murmuran alrededor de argumentos pueriles respecto del valor de los libros de caballería.  Se hacen bolas diciéndose que esos textos no valen para nada más que para entretener; pero, como fantasean, hacen falsa la realidad, y precipitan lo verdadero en el abismo de lo maravilloso.  Estériles argumentos de hombres estériles, que analizan la vida de los otros con un cristal chato y ahumado.  Don Quijote va enjaulado, va amarrado, va contrariado, va, como siempre, cargado de estoica mesura.

El universo caballeresco con sus ideales luminosos y sus sombras constructoras de leyendas subversivas subyuga, empero, a los hablantes que intercalan más concesiones de las que quisieran. Cuando el prójimo es un alma gigante, un corazón enorme, no se puede, ni en la crítica, dejar de verse influido.  Y don Quijote, más que influjo, es un envolvente milagro avasallador de espíritus ordinarios.

Para salvarse de una existencia ordinaria don Quijote tomó la decisión de ser un héroe.  Ahora Sancho va a la carga tratando de hacer que su amo razone.  Intenta descubrir el engaño de los captores del hidalgo.  Pero, incólume, don Quijote muestra que su mundo es coherente y ahí solo pueden cura y barbero ser el engaño de un viejo enemigo mentiroso.

Sigue preso. Viene Ahora una larga charla con su escudero. El cortejo se ha detenido.

El Quijote, anotaciones de un lector 17

Jorge Luis Contreras

Capítulos 45 y 46.

Sancho y don Quijote se han mutuamente domesticado.  Esto en el único sentido posible: en la complementariedad, necesidad y búsqueda de los lazos propuestos en El Principito.

El mundo de don Quijote es un mundo de sueños, es un mudo de ilusiones, es un mundo de posibilidades mil con explicaciones para todo hecho.  Hay fantasmas, hay invenciones, hay honor, el eterno honor del hidalgo que siempre cumple sus promesas.

La novela se hace circular.  Todo pasa y todo está hecho de recuerdos vívidos que hacen mella. La flema del caballero, su estoicismo, su manera de soportarlo todo, todo. La estancia en la venta se hace insufrible.  Pero el trance de partir no puede ocurrir por las vías normales.  Hay ahí hasta delegados de la inquisición. Se necesita una fuga de novela. Histriónicos todos hacen que el drama suceda.  Don Quijote está cansado de sus muchas batallas y ahora duerme, y mientras lo hace es atado y puesto en  una cárcel peculiar que se explica como un encantamiento natural.  Todos siguen la corriente.  Sancho se preocupa. Se hace el intento de llevar a don Alonso de vuelta a casa.  Y, claro, las únicas armas que se pueden emplear son las del mundo de los libros de caballería.

Cervantes se hace buena prensa.  Si criticar quería los libros de caballería; poco a poco pierde la batalla.  Aquí habla de una de sus obras al tenor de voces inquisidoras de cierto canónico que de moral sabe mucho y de literatura, casi nada. Confirmado: es el Quijote una novela moderna.  Hay polifonía.

La vida es sueño y el hidalgo sabe soñar.