Feliz encuentro de dos genios: Goethe y Schiller

Luis Fernando Moreno Claros

Rüdiger Safranski traza una intensa narración de la relación entre Goethe y Schiller, basada en el afecto y la excelencia

La amistad entre Goethe y Schiller fue tal vez una de las más proverbiales y fecundas de la historia de la literatura. A Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), el célebre autor de Las penas del joven Werther y genio reconocido de las letras alemanas desde su juventud, le costó trabar conocimiento con otro genio incipiente: Johann Christoph Friedrich Schiller (1759-1805), diez años menor que él, y asimismo famoso por su sorprendente tragedia primeriza Los bandidos. Tampoco a Schiller le agradaba la actitud prepotente del “olímpico Goethe”, pues le parecía orgulloso y distante. Sin embargo, sucedió lo que parecía imposible: aquellos dos hombres se hicieron amigos. Dejaron atrás sus temores y, superando celos literarios y diferencias de carácter, decidieron cooperar en pro del arte y del mutuo enriquecimiento personal.

Schiller afirmó que “ante la excelencia no cabe más que el amor”, y así actúo con Goethe, que enseguida se sintió agasajado y correspondió como debía. La amistad de ambos se cimentó sobre las firmes columnas de la paridad y la confianza recíproca. Si de ellos uno se hubiese creído superior y hubiera hecho gala de necia vanidad, sin atender a los consejos del otro por considerarlo inferior en inteligencia, nada habría crecido entre ambos salvo espinas. Orgullosos de sí mismos y de su arte, cada uno a su manera, idiosincrásicos y distintos, supieron ser colaboradores y complementarios. “Cada uno de nosotros podía proporcionar al otro algo que le faltaba y recibir algo a cambio”, diría Goethe; y cuando murió Schiller: “He perdido a un amigo y con él, la mitad de mi existencia”.

El famoso biógrafo y filósofo alemán Rüdiger Safranski (1945) dedica este su último libro a detallar la historia de lo que Goethe calificó de “feliz acontecimiento”, aquella amistad que comenzó en 1794 y que sólo concluiría con la muerte de Schiller. La obra es tan intensa e informativa como todas las de Safranski. Desde su primera biografía de E.T.A. Hoffmann (sin traducir al castellano) hasta sus libros sobre el Romanticismo y los que dedica a Schopenhauer, Heidegger, Nietzsche y Schiller (todos en Tusquets), Safranski ha desarrollado un estilo propio que podrá encantar al lector o saturarlo en ocasiones, ya que se basa en la acumulación de testimonios que sostienen una narración que avanza entre meandros; multiplica las citas literales, y lo mismo se explaya sobre un problema filosófico universal que sobre una anécdota particular. La información es desbordante y los detalles a veces obvian aspectos de carácter más general, por ejemplo, ¿cómo eran realmente las respectivas personalidades de Goethe y Schiller? El lector debe extraer esta información tan relevante a partir de los testimonios y las anécdotas, ensamblar un gran puzle con pequeñas piezas doradas.

Francisco Pérez de Antón: Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias 2011

Les compartimos el enlace a la entrevista que Luis Figueroa, Departamento de Relaciones Públicas de la UFM, realizó el 14 de septiembre de 2011 a Francisco Pérez de Antón, Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias 2011.

Francisco Pérez de Antón: Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias 2011

Rüdiger Safranski: “La información ya no se transforma en experiencia”

La Vanguardia

¿Puede aún un filósofo llenar un auditorio para hablar Sobre el tiempo? El pensador alemán Rüdiger Safranski, autor de prestigiosas biografías de Nietzsche y Schopenhauer (ambas editadas por Tusquets), sí, y lo demostró este jueves cuando, en una de las aulas del Centre de Cultura Contemporànea de Barcelona (CCCB), intentó responder durante prácticamente dos horas a las complejas preguntas: ¿Cuánta aceleración puede soportar el ser humano? ¿Cómo puede lograrse una relación más razonable con el tiempo?

Safranski, que acaba de presentar su nuevo libro Goethe y Schiller. Historia de una amistad (Tusquets, 2011), comenzó haciendo un repaso histórico a la cuestión del tiempo, una “categoría filosófica” recurrente en la religión, la literatura y el pensamiento. Así, San Agustín decía saber qué era “pero no explicarlo si me lo preguntan”.

El autor fue presentado por la ensayista y traductora Rosa Sala Rose que, además de elogiar la capacidad del pensador alemán para enfrentarse a los campos más complejos, destacó uno de los muchísimos premios que ha recibido a lo largo de su trayectoria: el de un prestigioso club de fumadores de pipa. Más allá de la divertida anécdota, nos dice Sala, ese galardón sirve de metáfora de lo que quería decir Safranski. No en vano, el fumador de pipa es un fumador diferente a los demás, que vive el tiempo desde otra perspectiva. Así pues, ¿qué es el tiempo y cómo repensarlo desde nuestra cosmovisión?

Para Safranski, “el tiempo sólo tiene una dirección, no es como el espacio”.  Se trata de un flujo irreversible. Sin embargo, nosotros vivimos la dicotomía entre el tiempo presente (“siempre hay un ahora”) y el tiempo imaginado (por el que viajamos al pasado o al futuro).  Nos desplazamos, pero desde nuestra creatividad.

De este modo, el filósofo explica que se suele entender el tiempo como “aquello que miden los relojes”, pero en realidad eso no es más que una convención. “Se confunde el tiempo con sus instrumentos para medirlo”, asegura. Y es que, según sus palabras, “el tiempo no avanza, sino que fluye”, y sólo se puede hablar de tiempo si pasa alguna cosa, si podemos reconocer ciertos hechos o acontecimientos ocurridos entre un espacio temporal y otro.

Después de esta breve introducción en la idea ontológica del tiempo, Rüdiger Safranski quiso dedicar la conferencia a lo que denomina “socialibilización del tiempo“, que viene con la industrialización de la sociedad moderna, cuando se normalizan los grandes relojes en iglesias y fábricas… Hay una “mecanización” que, a partir de ese momento, dirige nuestro comportamiento. Somos proveedores de tiempo.

En nuestros días, el aumento de la “presión temporal” es brutal, y se habla de la “escasez del tiempo“. Para el autor alemán no se puede utilizar este término, ya que algo sólo puede ser “escaso” en relación a otra cosa, y no es una característica intrínseca del concepto. Siempre nos quejamos de que “tenemos poco tiempo”, que tenemos que “ganar tiempo”, porque lo vemos ya como un producto por el que pagamos o cobramos en plazos bien delimitados (sueldos, cuotas, préstamos, etcétera). La relación entre tiempo y economía es, en este sentido, fundamental. Mientras el que está dentro de la rueda laboral no tiene tiempo para nada, el que está fuera, el que la sociedad ha excluido, no sabe qué hacer con él.

Con la “aceleración” de nuestros días, en gran parte provocada por los nuevos sistemas de información, lo que se busca es, prioritariamente, el consumo. Así, nos dice Safranski, “los créditos no son creación de valor, sino que se compra el futuro, hipotecándonos”. Para el pensador, la especulación es eso, “basura que aún no hemos consumido” y, por ello, el problema fundamental radica en una falta de sincronización entre el tiempo financiero y el tiempo vital. Son dos trenes incompatibles, nos explica, que quieren convivir siendo uno de Alta Velocidad y otro de Cercanías.

Se cree que la aceleración – hacer cosas constantemente – ayuda a no pensar en la muerte. El filósofo no puede estar más en desacuerdo, ya que lo que se consigue es que, viviendo de esta forma, “la experiencia vital ya no tiene valor”. Vivimos en una “patología del tiempo” que nos lleva, irremediablemente, al horror vacui. ¿Por qué, después de mirar durante horas la televisión, al poco rato ya no recordamos nada de lo que hemos visto?

Rüdiger Safranski defiende que hoy “la información no se transforma en experiencia” y el exceso de estímulos provoca “un ataque del presente al resto del tiempo”. Si sólo estamos pendientes de lo inmediato, si no hay espacio para “lo mediado”, el conocimiento no es posible. “Necesitamos una revolución del tiempo social”, asegura.

¿Por dónde comenzamos? El pensador, que está trabajando en un nuevo libro sobre el tema, parece tenerlo claro: “La filosofía es un primer paso hacia la desaceleración”.

Fallece en México el escritor boliviano Renato Prada Oropeza

Los Tiempos

Renato Prada Oropeza, filósofo, semiótico y escritor potosino, falleció el pasado viernes 9 en la ciudad de Puebla, México a la edad de 73 años tras sufrir afecciones en el riñón, según informaron medios internacionales.

Prada, es considerado uno de los semiólogos más importantes de México y Sudamérica. Vivió en Cochabamba donde enseñaba filosofía en la Normal Superior, después se trasladó a Roma y Bélgica donde desarrolló su pensamiento semiótico.

Renato pasó sus últimos años en la comunidad de Dos Ríos, Veracruz, desde donde viajaba a la ciudad de Puebla para desempeñarse como profesor-investigador de tiempo completo de la Universidad Autónoma de Puebla.

Prada nació en Potosí el 17 de octubre de 1937. Realizó estudios en la Universidad de La Sapienza (Roma), y en Lingüística, en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica. Fue miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México Nivel III, así como director fundador de la revistas Semiosis, Morphé y Amoxcalli.

Se casó con la historiadora del arte Elda Rojas Aldunate; su primogénito Ingmar Prada se dedica a la física, su hijo Fabrizio Prada es cineasta e Ixchel Prada es diseñadora y escenografista.

Entre sus obras literarias destacan “Los fundadores del alba”, la obra maestra de la literatura boliviana; El lenguaje narrativo, Prolegómenos para una semiótica narrativa, Poética y liberación en la narrativa de Onelio Jorge Cardoso, Los sentidos del símbolo I, El lenguaje narrativo, La narrativa de Sergio Pitol: los cuentos, Hermenéutica. Símbolo y conjetura y La narrativa de la Revolución mexicana. Primer periodo, entre otros.

Sus obras literarias han sido traducidas a varias lenguas y es considerado uno de los semiólogos mexicanos y latinoamericanos más reconocidos.

De entre los premios que le fueron otorgados destacan el Casa de las Américas, el de Ciencia y Tecnología de México, Premio Nacional de Cuento Edmundo Camargo en Cochabamba, El Premio nacional de Novela Erich Guttentag y Franja de Oro de la Ciudad de La Paz.

La novela latinoamericana, testimonio de una época

A continuación transcribimos la Conferencia Nobel pronunciada el 12 de diciembre de 1967 por Miguel Angel Asturias – Nobel de Literatura 1967.

Hubiera querido que a este encuentro no se le llamara conferencia sino coloquio, diálogo de dudas y afirmaciones sobre el tema que nos ocupa. Empezaremos analizando los antecedentes de la literatura latinoamericana en general, deteniendo nuestra atención en aquellos que más atingencia tienen con la novela. Vamos a remontar las fuentes hasta los orígenes milenarios de la literatura indígena, en sus tres grandes momentos: Maya, Azteca e Incaica.

Surge como primera cuestión la siguiente pregunta: ¿Existió un género parecido a la novela entre los indígenas? Creo que sí. La historia en las culturas autóctonas tiene más de lo que nosotros occidentales llamamos novela, que de historia. Hay que pensar que estos libros de su historia, sus novelas, diríamos ahora, eran pintados entre los Aztecas y Mayas y guardados en formas figurativas aún no conocidas en el incanato. Presupone esto el uso de pinacogramas, de los que, la voz del lector, – los indígenas no distinguen entre leer y contar, para ellos es la misma cosa -, sacaba el texto que en forma de canto iba relatando a sus oyentes.

El lector, contador de cuentos cantados, o “gran lengua”, único conocedor de lo que los pinacogramas decían, realizaba una interpretación de los mismos recreándolos, para regalo de los que le escuchaban. Más tarde, estas historias pintadas se fijan en la memoria de los oyentes y pasan en forma oral, de generación en generación, hasta que el alfabeto traído por los españoles las fija en sus lenguas nativas con caracteres latinos o directamente en castellano. Es así como llegan a nuestro conocimiento textos indígenas poco expuestos a la contaminación occidental. La lectura de estos documentos es lo que nos ha permitido afirmar que entre los americanos la historia tenía más de novela que de historia. Son narraciones en las que la realidad queda abolida al tornarse fantasía, leyenda, revestimiento de belleza, y en las que la fantasía a fuerza de detallar todo lo real que hay en ella termina recreando una realidad que podríamos llamar surrealista. A esta característica de la anulación de la realidad por la fantasía y de la recreación de una superrealidad, se agrega una constante anulación del tiempo y el espacio, y algo más importante y característico: el uso y abuso de la palabra en estilo paralelístico, o sea el empleo paralelo de diferentes vocablos para señalar el mismo objeto, dar la misma idea, expresar los mismos sentimientos. Insisto en esto, el paralelismo en los textos indígenas es un juego de matices que para nosotros occidentales no tiene valor, pero que indudablemente permitían una gradación poética imponderable, destinada a provocar ciertos estados de conciencia que se tomaban por magia.

Volviendo al tema del origen de un género literario similar a la novela, entre los primitivos pueblos de América, cabría emparentar el nacimiento de la forma novelesca con la epopeya. La leyenda heroica, superando las posibilidades de la historia ficción, va en labios de los rapsodas, grandes lenguas de las tribus o “cuicanimes” que recorrían las ciudades recitando los textos, para que circulara entre los pueblos la belleza de sus cantos, como la sangre dorada de sus dioses.

Estos cantos épicos, tan abundantes en la literatura americana indígena, y tan poco conocidos, poseen eso que nosotros llamamos “intriga novelesca”, y que los frailes y doctrineros españoles designaban con el nombre de “embustes”.

Estos relatos novelados que en sus orígenes eran testimonio de su antigüedad, memoria y fama de las cosas grandes que en oyéndolas otros querían hacer, esta literatura de realidad y fantasía-realidad, se quiebra en el instante de avasallamiento, y queda corno una de las tantas vasijas rotas de aquellas grandes civilizaciones. Va a seguir, sin embargo, en esta misma forma documental no ya el testimonio de la grandeza, sino de la miseria, no ya el testimonio de la libertad, sino el de la esclavitud, no ya el testimonio de los señores, sino el de los vasallos, y una nueva literatura americana, naciente, intentará llenar los vacíos silencios de una época. Pero los géneros literarios que florecían en la península Ibérica no arraigan eri América, tal el caso de la novela realista y el teatro. Por el contrario es el borbotón indígena, savia y sangre, río, mar y miraje, lo que incide sobre la mentalidad del primer español que va a escribir la primera gran novela americana, “novela” como debe llamarse a la “Verdadera Historia de los Sucesos de la Conquista de Nueva España” por Bernal Díaz del Castillo. ¿Será atrevimiento llamar “novela” a lo que el soldado aquél llamó no historia sino “verdadera historia”? ¡Cuántas veces las novelas son la verdadera historia! Pero pregunto: ¿Será atrevimiento dar el nombre de novela a la obra del insigne cronista? Al que esto crea, a quien me llame atrevido, lo invitaría a internarse en la prosa trotona y anhelante de este hombre de infantería y de todas armas y advertirá que insensiblemente al entrar en ella, irá olvidando que lo que le sucedió era realidad y más le parecerá obra de pura fantasía. ¡Si hasta el mismo Bernal lo dice, próximo a los muros cíe Tenochtitlán: “que parecía las cosas de encantamiento que cuentan en el Libro de Amadís”! Pero este libro es español, se nos dirá, aunque de español sólo tiene el haber sido escrito por un peninsular avecindado en Santiago de los Caballeros de Guatemala, donde conservamos el glorioso manuscrito, y el haber sido trazado en la vieja lengua de Castilla, aunque más participa de ese disfracismo propio de la literatura indígena. Al mismo Don Marcelino Menéndez y Pelayo, versadísimo en letras clásicas hispánicas, le parece raro el sabor de esa prosa y le sorprende que haya sido escrita por un soldado. No para mientes el gran polígrafo en que Bernal a sus ochenta años no sólo había oído muchos textos de la literatura indígena, influenciándose con ella, sirio que por ósmosis se había absorbido América y ya era americano. Sigue leyendo

Umberto Eco publica ‘Confesiones de un joven novelista’, a sus casi 80 años

La Vanguardia

¿Inspiración o trabajo? ¿Talento o esfuerzo? Estas cuestiones, eternas a la hora de hablar de la creación artística, se las plantea también el escritor y semiólogo italiano Umberto Eco en su nuevo libro, Confesiones de un joven novelista, una reflexión de cómo pasó de ensayista a novelista.

Publicado por Lumen, Confesiones de un joven novelista está este mes en la calle para deleite de los muchos incondicionales del viejo profesor italiano, que, a punto de cumplir los 80 años, se considera “un novelista muy joven, ciertamente prometedor, que hasta el momento ha publicado unas cuantas novelas y que publicará muchas más en los próximos cincuenta años”.

Así lo expresa en este libro, donde reflexiona sobre su forma de escribir.”Prestaré más atención a la ficción que a los ensayos -dice-, porque, aunque me considero académico de profesión, como novelista no soy más que un aficionado”, subraya Eco, que debutó como novelista con El nombre de la rosa, en 1980.

Una novela que abrió su fama al gran público; un éxito internacional que luego crearía escuela en otros autores al mezclar hechos históricos con la intriga y el misterio.

Entre algunas de sus reflexiones, el autor de El péndulo de Foucault sostiene que, cuando llegó a la cincuentena, no se sintió, “como les pasa a muchos alumnos”, escribe, frustrado por el hecho de que su escritura no fuera “creativa”.

“Nunca he entendido por qué a Homero se le considera un escritor creativo y a Platón no. ¿Por qué un mal poeta es un escritor creativo y un buen ensayista creativo no lo es?”, precisa.

Según el semiólogo, con el ensayo teórico se pretende demostrar una tesis determinada o dar una respuesta a un problema concreto, mientras que, con un poema o una novela, lo que se pretende es representar la vida con todas sus contradicciones.

“Los escritores creativos piden a sus lectores que traten de encontrar una solución”, argumenta. Por ese motivo, Eco explica que, en las charlas que ofreció tras la publicación de El nombre de la rosa, explicaba que un novelista puede decir cosas que no puede decir un filósofo.

Umberto Eco explica también que “inspiración” es una mala palabra que los autores tramposos utilizan para parecer intelectualmente respetables. “Como dice el viejo refrán, el genio es un diez por ciento inspiración y en un noventa por ciento transpiración”, recalca.

Para el escritor italiano, la narrativa es, en primer lugar y principalmente, un asunto cosmológico. Para narrar algo, uno empieza con una suerte de demiurgo que crea un mundo, un mundo que debe ser lo más exacto posible de manera que pueda moverse en él con absoluta confianza”.

Y, como Kapuscinski cuando afirma que para escribir una página hay que haber devorado una biblioteca, Eco asegura que, por ejemplo, para contar en El péndulo de Foucault que las editoriales Manuzio y Garamond están en dos edificios adyacentes entre los cuales se ha construido pasaje, se pasó mucho tiempo dibujando varios planos e imaginándose el aspecto de ese pasaje.

“En la novela menciono brevemente los escalones, y el lector pasa por ellos con paso largo, sin, creo, fijarse demasiado en ellos. Pero para mí eran cruciales y, de no haberlos dibujado, hubiera sido incapaz de continuar con mi historia”, advierte.

Llorando por Ana Karenina es otro de los muchos y ricos apartados del libro y, en él, Eco habla de la diferencia que existe entre llorar por la muerte de un ser querido y llorar por la muerte de Ana Karenina.

Otra de las preguntas y reflexiones que se hace el pensador está relacionada con la verdad que existe en la ficción. “Y por qué cuando Goethe publicó en el siglo XIX Las tribulaciones del joven Werther, donde su héroe homónimo se suicida por amor, muchos jóvenes románticos de la época hicieron los mismo?”, se plantea.

Las cábalas y reflexiones de este “joven novelista” acaban con una larga lista (“como tuve una educación católica, me acostumbré a recitar y a escuchar letanías, dice) sobre otros autores que también analiza.

Confesiones de Walter Benjamin a su amigo místico Gershom Sholem

Tulio Demicheli, ABC

La editorial Trotta vuelve a reunir las cartas de una profunda amistad en los tiempos del ascenso nazi en Alemania

Walter Benjamin y Gershom Scholem. Nada haría pensar que dos pensadores muy distintos pudieran llegar a mantener una amistad tan humanamente entrañable e intelectualmente fructífera. Walter Benjamin (1892-1940) era un marxista sui generis entre cuyas principales preocupaciones se encontraban la filosofía del lenguaje, el arte y la literatura; cuya obra es más fragmentaria que unitaria, debido a las penurias económicas que arrostró en su obligada trashumancia (Italia, Ibiza, Dinamarca, París) durante el ascenso y apogeo del nacionalsocialismo; y cuya influencia fue muy póstuma y debida, quizás, al éxito durante los años 60 y 70 de la Escuela de Fráncfort (Adorno, Horkheimer, Lukács, Marcuse, Habermas, Pollock), de la que más bien solo fue un contemporáneo afín pero excéntrico.

Por su parte, Gershom Scholem (1897-1982) fue un convencido sionista que emigra a Palestina en 1923 y que dedica su magisterio al estudio de la Cábala y… a la defensa de su gran amigo, cuya obra se truncó prematuramente cuando se suicidó en Port-Bou huyendo de la Gestapo. Si el éxito póstumo de Benjamin obedece a la apoteosis de aquella escuela, este nunca hubiera sido posible si Scholem no hubiera salvaguardado su legado intelectual como un preciadísimo tesoro, pues, aunque Horkheimer le ayudara a sostenerse económicamente, quien habrá de reivindicarlo es su mejor amigo, pese a que intelectualmente les separara un abismo real, ya que marxismo y sionismo eran agua y aceite. El cemento de su amistad era la mística.

Los lectores de lengua española ya disponían de la obra completa de Benjamin y tienen un acceso muy aceptable a la de Scholem. Tampoco su estrechísima relación les era ajena, pues en 2004 Trotta publicó «Los nombres secretos de Benjamin», Nuevas Ediciones de Bolsillo tradujo «Walter Benjamin: historia de una amistad» en 2007 (libro que Scholem dio a imprenta antes de que se encontraran sus cartas perdidas y que él mismo editó después) y ahora Trotta vuelve a poner en circulación esta nueva edición de «Walter Benjamin-Gershom Scholem. Correspondencia 1933-1940» que había publicado Taurus en 1987, libro hoy imposible de encontrar, de ahí su interés para el actual lector culto y curioso. Sigue leyendo

Francisco Pérez de Antón, Premio Nacional de Literatura Miguel Angel Asturias 2011

El Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias 2011 fue otorgado al gran humanista Francisco Pérez de Antón, Doctor honoris causa en Ciencias Sociales por la Universidad Francisco Marroquín. Como homenaje a su trayectoria académica, en el enlace compartimos el vídeo de la presentación de su último libro “Veinte plumas y un pincel”.

Francisco Pérez de Antón, presentación del libro \”Veinte plumas y un pincel\” el 26 de mayo de 2011

Anna Politkóvskaya, la verdad incómoda

ABC

A punto de cumplirse cinco años de su asesinato, la editorial Debate publica un libro con la recopilación de algunos de los artículos de la periodista rusa, que perdió la vida por defender la verdad

«Sé que la espada de Damocles pende sobre mí constantemente. Lo sé, pero no pienso rendirme». Estas palabras, dichas a su madre poco días antes de morir asesinada en el portal de su casa, retratan el carácter de la periodista Anna Politkóvskaya (el 30 de agosto hubiera celebrado sus 53 años). Un compromiso que cumplió hasta sus últimas consecuencias y hasta su último aliento. Tan solo la muerte, a manos de un pistolero a cara descubierta (como recogieron las cámaras de seguridad del edificio), la desvió el 7 de octubre de 2006 (cumpleaños de Putin) definitivamente de su camino, el de denunciar la violación de derechos humanos que se estaba produciendo en Chechenia, así como la corrupción gubernamental que estaba carcomiendo los pilares de su país.

Cuando están a punto de cumplirse cinco años de su asesinato, coinciden dos lanzamientos que quieren recordar y homenajear la labor de esta mujer que en su último artículo, alojado todavía en la memoria de su ordenador cuando perdió la vida, se preguntaba: «¿De qué soy culpable? Simplemente he informado de lo que he visto, de nada más que la verdad».

Una verdad incómoda durante años que puso en jaque al gobierno de Putin y sus acólitos como dejan patente los artículos sobre el conflicto en Chechenia que publicó en la «Novaya Gazeta», ahora recopilados en el volumen «Solo la verdad», editado por Debate y que sale mañana a la venta. Sigue leyendo

Flavia Company publica ‘Trastornos literarios’, un manual lúdico de retórica

La Vanguardia

El libro es un malabarismo literario que la autora argentina ha ido tejiendo desde hace años gracias a los artículos que publicaba

Aposiopesis“, “homoiosis” o “metalepsis” son algunos nombres de figuras literarias -aunque puedan sonar a enfermedades -que han servido a la escritora argentina Flavia Company para trazar un juego narrativo en su libro de microrrelatos ‘Trastornos literarios‘, un manual lúdico de retórica.

Publicado por Páginas de Espuma, ‘Trastornos literarios’ sale a la calle esta semana, y podría ser todo un tratado para estudiantes nacionales y extranjeros, o para medios de comunicación, pero en realidad es un malabarismo literario que Flavia Company (Buenos Aires, 1963) ha ido tejiendo desde hace años en los artículos que publicaba en El Periódico de Catalunya y en el ABC de los Domingos, también en Catalunya.

Así, en este libro, que se divide en tres partes: “Trastornos literarios”, “Frases (muy) hechas” y “La vida en prosa”, la autora de títulos imprescindibles como el libro de cuentos ‘Con la soga al cuello‘, y las novelas ‘Dame placer‘ o ‘La isla de la última verdad‘, entre otros, toma como excusa la figura literaria para desarrollar un texto, en la mayoría de los casos hilarante.

“Este interés por las figuras retóricas viene de mi etapa universitaria (estudió filología hispánica), porque siempre me pareció que estos recursos literarios tenían nombre de enfermedad y me sonaban divertidos, pero buscar historias para ellos no ha sido fácil”, explica a Efe esta profesora de L’Escola d’Escritura de L’Ateneu Barcelonès, días antes de partir para Brasil, donde participará en la VIII Bienal Internacional del Libro de Pernambuco.

Y es que Company -que vive en Barcelona aunque pasa largas temporadas en Argentina, donde también da clases de literatura y de su especialidad, los microrrelatos, un género en alza que para ella, amante de la síntesis, es “un plato de lujo”- es una de las escritoras más traducidas fuera de España.

Publicada en Francia, Holanda, Brasil, Polonia, Alemania, Italia y Portugal, Flavia Company también va a ser vertida al inglés en Estados Unidos por Europa Editions, con la distribución de Penguin Books. En Alemania, “La isla de la última verdad” va por la tercer edición.

Estos ‘Trastornos literarios’, que salieron en el 2000 en una edición de bolsillo, están revisados y ampliados, y los que corresponden a “La vida en prosa”, enriquecidos con muchos inéditos.

“El microrrelato es una de las prácticas que más placer me da. Me gusta la síntesis y la elipsis como parte de la síntesis, y cuando los escribes te sientes altamente recompensado; es como un poema, al que le puedes añadir o quitar pero cuyo eje se hace de una sola sentada -sostiene la autora-. Pero yo agradezco la síntesis en la vida en general y en la literatura en particular”, advierte.

Dentro de este juego de figuras, también destaca en el libro su segunda parte, dedicada a “Frases (muy) hechas”, donde la autora crea textos de ficción basados en una frase hecha tomada en sentido literal, como “abrigar esperanzas”, “buscar las pulgas a alguien”, “calentar a uno la cabeza”, “dar la cara”, “ganar el cielo” o “faltar un pelo”, entre otras muchas.

Y la parte final del libro, que se presentará dentro de una semana en Barcelona, está dedicada a los textos que Flavia Company ha ido creando basándose en un titular publicado en la prensa. Todo un juego creativo que constituye una joya literaria que descubrirá a sus lectores algunos significados y significantes poco conocidos.

Un libro de una autora que hace literatura de todo lo que pilla y que, en silencio y a contracorriente como a ella le gusta decir, va llevando la literatura en español fuera de sus fronteras.