El cronotopo en la muerte trágica de Marcus Messner

Por: Pep Balcárcel (*)

“Indignación”, novela escrita por Philip Roth. Publicada en septiembre de 2008, por Houghton Mifflin.

Un joven, judío-ateo, de diecinueve años, huye de la autoridad de su padre cuya mente ha empezado a traicionarle y volverle paranoico. Llega a Ohio, a Winesburg, una universidad de corte conservador donde, entre otras cosas, uno de los requisitos para licenciarse es asistir durante cuarenta horas a un servicio religioso cristiano católico. Las restricciones estudiantiles provocan un ambiente de tensión. El año que corre es 1950, Estados Unidos está en guerra con Corea, con el comunismo.

Marcus Messner, narrador autodiegético, recuerda desde un sitio que describe sin luz, sin respuestas —desde la tumba piensa él—, pero se trata de una especie de limbo, de una inconsciencia producto de la morfina. Marcus, antes de enfrentarse a los soldados coreanos que habrán de arrebatarle la vida desangrándole como si de un animal para carne kosher se tratara, se enfrenta con su propia sociedad, contra sí mismo.

Hay dos elementos de suma importancia que deben considerarse: el primero, que se trata de una novela realista, pero en la cual, la voz narrativa tiene además suma importancia: Marcus, el fantasma, recuerda, y por momentos es capaz de sentir angustia; aunque relata sobre una época y una tierra que no es más la suya, a la que es incapaz de acceder, la incorporeidad, la oscuridad que relata, también componen la historia, le dan un sentido, un por qué.

El otro elemento es la carga de metáforas en la obra. Olivia, la niña-mujer-suicida intentó quitarse la vida cortándose las venas y es, su cicatriz, la marca que le acompaña. Luego está la muerte del protagonista, en batalla, y mientras surge un recuerdo de aquellos días cuando acompañó a su padre al matadero; ahora es él un pedazo de carne, nada más.

Philip Roth, eterno nominado al Nobel, traza una historia desde la cotidianidad, desde la costumbre; una que se encuentra marcada por el cronotopo, o en el caso narrativo, la ausencia de éste como justificación para criticar a la sociedad de aquella época, su autoritarismo, y la represión que encamina a un joven a una trágica muerte.

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“El asesinato del cuervo”, de Pep Balcárcel

El asesinato del cuervo, el nuevo libro del escritor guatemalteco Pep Balcárcel (*), consiste en una colección de 13 relatos cortos sobre la angustia, el miedo y la desesperación. A partir de esta nueva obra, Balcárcel logra retratar una parte de la sociedad guatemalteca actual.

De ágil lectura y con un estilo especialmente visual, el libro construye la historia de varios personajes incapaces de descubrirse a sí mismos, mucho menos salvarse, y que van hundiéndose a un ritmo acelerado en un mundo que no piensa protegerlos de ninguna forma.

Pep Balcárcel (Guatemala, 1993) ha publicado los poemarios Obelisco 65, Fragmentos y Olvidé decirte adiós, y el libro de relatos cortos Los ojos de lo insano.

El asesinato del cuervo, editado por Magna Terra editores, se presentará el próximo jueves 12 de octubre a las 6:30 PM en el Fondo de Cultura Económica. Habrá coctel de honor. Los comentarios estarán a cargo de Javier Payeras y Luis Pedro Villagrán.

 

(*) Pep Balcárcel es alumno de la Licenciatura en Lengua y Literatura, Departamento de Educación, UFM.

 

 

 

Caballitos, poesía que escuece el cuerpo

por Pep Balcárcel

Cuentan que por el siglo XIX, en México, cuando los hacendados salían a caballo para vigilar sus cultivos, llevaban consigo, además de agua un cuerno bovino lleno de licor y decían que era “para el tequila en el caballito”. El nombre caballito pasó más adelante a nombrar el pequeño vaso cilíndrico, que se utiliza para beber tequila.

Caballito es además el nombre del poemario de Paolo Guinea publicado por Editorial Cultura en 2014. Los textos, breves sentencias, aforismos de vida, comparten también características con el licor. La vida, como un trago que ingresa y escuece las entrañas, se retrata en cada una de sus páginas.

“El poeta no pelea por su vida, huye de ella”, decía Luis Cardoza y Aragón. Huir. Escapar de la cotidianidad que a veces duele, que, estática, se cuela por todo el cuerpo y no se detiene. Entonces clama Guinea en una de sus páginas: “No es ansiedad, sino éste corazón que pasó a vivir a mi mano”.

El corazón en la mano como metáfora; la imagen frágil. El poeta que llora. Escribir es en ocasiones un ejercicio de recordar. Abrir cada herida. Tener la memoria, el corazón, a la vista y notar cada una de sus fisuras. Eso hace quien se desnuda en versos. Y los poemas de este libro son precisamente eso, alguien que se enfrenta con la realidad, con todo lo que lleva dentro de sí y que, muchas veces, “es ajeno”.

Paolo Guinea abre los ojos y mira hacia dentro, hacia sí. “Hay un ápice de ti en todo esto que no es tuyo”. Un shot, un golpe. El ápice, según el DRAE, puede ser la parte más delicada de algo. Así, el poeta se cuestiona, dialoga consigo mismo, ve más allá de ese dolor. ¿Le pertenece? ¿Es aquello que lo rodea lo que duele?

“No se me fue la voz/ es que pasó un poema/ y mientras levitaba/ ambos hacíamos sumario de su eco”. Los textos, como disparos, construyen imágenes-espejos sobre la existencia misma. En la brevedad está el dolor, la esperanza; el poeta que lleva a cuestas sus recuerdos y, sin embargo, aún espera que “hierva el agua”.

Con un ritmo entre nostálgico pero de alguien que busca salvarse en la poesía, Caballitos se convierte en una pieza fundamental, en un trago del que podemos salir dañados, pero que nos hará disfrutar el recorrido.

La trilogía del (des)amor y la desesperación

Por: Pep Balcárcel

“Me gustan los libros que son fruto de un ajuste de cuentas, de la rabia, de una eclosión”, responde Alberto Fuguet en una entrevista realizada por El Confidencial en 2016. La pregunta era en referencia a una frase de Alfredo, personaje principal de su última novela Sudor (Literatura Random House, 2016).

Alfredo Garzón, cuarentón, editor de Santillana, pendiente a todo momento de Grindr está por vivir tres días de desbordante pasión, de miedo: toda la intensidad que el cuerpo hemofílico de Rafita Restrepo Santos, hijo del famoso escritor del boom Rafael Restrepo Carvajal, inspirado en Carlos Fuentes, durante la Feria del Libro de Santiago. Padre e hijo están allí para presentar el libro que hicieron en conjunto El aura de las cosas; y el sello Alfaguara no piensa escatimar en gastos, en cumplirles los caprichos.

Entre ellos, el deseo de Rafita, que Alfredo sea su acompañante durante su estadía en Chile.

—Sí. Es cierto. Sí. Claro que sí. Me gustabas. Más que eso y lo sabes.

—Lo sé.

—Me gustaba que fueras tan loser, sí… Tan vulnerable y perdido y…

—Quedemos hasta acá, Álex.

Antes de ese intenso octubre, Álex, escritor y cineasta llega a ajustar cuentas con Renzo, su amigo, con quien vivió un bromance, o un bad romance, como dice Álex. Una relación de años, un amor sin sexo, algo inacabado: el dolor porque nunca pudieron concretar. Es que Renzo insiste en que es hetero y que las noches que durmieron juntos, abrazados, no quiso que se desnudaran y recorrieran sus cuerpos.

“Voy a escribir de ti”, advierte Álex. Y así da inicio No Ficción (Literatura Random House, 2015).

En Santiago también, otro escritor, Alejo Cortés prepara su segunda novela: Caída Libre. Se la dedica a J, que se salvó. Es José, su mejor amigo. Pero en el texto autobiográfico, que podría incluso verse como una venganza de Alejo, nunca escribe sobre él.

Antes de su publicación, Alejo se suicida en la piscina de su familia. Invierno es una película que dura cinco horas; una historia sobre todo lo que deja un autor que ya no está, un hombre que, más adelante, lo sabremos en Sudor, estaba enamorado “del” José y sabía de la imposibilidad que pasara algo entre ellos.

Fuguet ha dicho que sus tres últimas obras: No Ficción, Invierno y Sudor son una “trilogía del deseo y la amistad masculina”.

El deseo y la tragedia. En orden cronológico: primero Invierno, la película más arriesgada del chileno. Dividida en tres partes y que puede encontrarse gratis en Cinépata, su archivo de cine latinoamericano que comparte de forma gratuita. El autor con miedo, enamorado, inseguro, el que confiesa todo -o casi todo- en su novela cúspide.

El enamorado que observa a su amigo con sonrisa triste. A los ojos. Y cuenta su vida entera: menos su amor.

Lo sabe nada más Garzón, cuando hablan sobre soledad, sobre desesperación, sobre todo eso que parece nunca ocurrir. Lo hablan en Sudor y, de paso, comentan que haber visto a Renzo con Álex, les parece extraño verlos junto.

¿En ese momento habrá Álex publicado ya su novela, en la que escribirá sobre su relación?

Porque Álex, el otro escritor, sí lo hace, confiesa su amor, y en un diálogo intenso; lleno de ternura, de rencor, de nostalgia convence a Renzo que lo suyo no era una amista. Que era algo más.

¿Qué pasa al final? Fuguet deja la duda abierta.

El único que no sufre por enamorarse de un hetero es Alfredo: sabe dónde buscar y cómo. Pero deja que su pasión lo haga perder la cabeza por dos millennials caprichosos: Julián y Rafita. Ambos lo usan, lo abandonan a su suerte y durante una fiesta de Halloween, Garzón los verá besarse apasionadamente frente a él.

Huirá, para en su camino recibir la trágica noticia: la muerte de Rafita durante la fiesta. Correrá. Creerá que no es cierto mientras vuelve. Y verá su cuerpo, ensangrentado, en medio de la pista de baile.

Más que una colección de literatura y cine gay, Fuguet nos ofrece recortes, fragmentos, del dolor; de personajes que viven a la deriva y que buscan, sin éxito alguno, reconstruirse a través del amor, salvarse de una u otra forma y sin embargo, caen el abismo, ese que recuerda a la canción de Joy Division: Love will tear us apart.

 

Encontrar poesía en los lugares comunes

Pep Balcárcel (*)

“Encontrar poesía en lugares comunes”. La frase la dijo el poeta Walter González, del Poetry Slam, hace ya cinco años. Aquella vez, nos encontrábamos en una librería de la zona 10 de la Ciudad de Guatemala y comentábamos el poemario del autor hondureño Frank Pineda. Casi siempre, para presentaciones, lecturas y demás, nos reuníamos allí o en un café de la zona 1. Alguno que otro bar nos abría las puertas.

 

poesiaLos espacios para literatura eran mínimos. Muchas puertas estaban cerradas. Editoriales como Vueltegato o Catafixia organizaban lecturas de poesía. Las Lecturas Urbanas, en el extinto Café Urbano son un recuerdo que siempre llevaré conmigo. Allí conocí a autores y autoras como Daniela Castillo, Luis Pedro Villagrán, Juan Pensamiento, Alina Kummerfeldt, Julio Prado y demás. A Pablo Bromo, editor de Vueltegato y gestor de estos eventos, también le debemos las Poeclécticas; en las que aprendí que la música y la poesía se llevan muy bien.

Pero los espacios eran reducidos. Mínimos. Siempre leían los mismos. Siempre llegaban las mismas personas. No sé cómo sea en el resto del país, pero en Guatemala, no salíamos de las mismas cosas. También, hago la acotación, la época de la que hablo es 2011 y 2012, poco más o menos.

Ya en 2014, con Pato/Lógica –mi editorial– y el apoyo de la música Mabe Fratti y el Ale R, de Chiribisco, nació Poetas en el Chiri; que originalmente se llamaba Poesía a Verga (por la maña que teníamos de emborracharnos antes de pasar a leer). Durante casi tres años, un grupo, algunos constantes, otros no tanto, nos reunimos un miércoles al mes para leer poesía y narrativa en ese bar, con acompañamiento musical.

La idea era descentralizar la poesía, que no leyéramos siempre los mismos, pero terminamos convirtiéndonos en otro grupo. Siempre agradeceré el espacio, a los autores constantes, a quienes en verdad pusieron empeño en la literatura, pero no se cumplió el objetivo real. Las lecturas del Chiri seguirán, pero no mensuales, y con una mecánica distinta.

Pero vamos al punto. Y lamento la introducción de cinco párrafos. Tengo la maña de extenderme. El punto de esta columna son las Noche en Verso, organizadas por Para Contarla. Sucede que el sábado cuatro de enero fui a una, la edición de su aniversario, y del (des)amor, en el Mercadito de Lola, en la zona 15 de la ciudá. Quedé encantado.

No necesariamente porque haya escuchado a las mejores voces de esta generación. Peco de honesto y así como escuché voces que valían la pena, hubo otras a las que se les nota la falta de lectura. Eso sí, el evento me parece fundamental, un esfuerzo importantísimo y ahora lo explico.

Primero que nada, esas personas, a las que les falta lectura, encontrarán un espacio dónde conocer a personas que ven, en el ejercicio de hilvanar versos, una necesidad. Podrán compartir libros, hablar de sus intereses y, si es su intención, comenzar a construir una carrera literaria; cosa difícil no en Guatemala sino en todo el mundo.

Por otro lado, las voces que empiezan a madurar, que empiezan a encontrar su intención poética, podrán darse a conocer. Y en un espacio que, para sorpresa mía, estaba lleno, llenísimo. Sorpresa porque en 2011, cuando leí por primera vez, éramos tres escritores y un señor (sí, uno, solo uno) como espectador. Parece que ahora las personas empiezan a interesarse más en las letras.

Además, la mecánica de la Noche en Verso es un micrófono abierto constante; abre las puertas. Un modelo arriesgado, sí, pero que no prioriza en ciertas personas. Da voz a quien la pide; será la persona frente al micrófono la que lo aproveche o no.

Detrás de este evento están las escritoras Eugenia Cruz y Paulina Méndez. Dos chicas muy talentosas y con un futuro muy prometedor. A Eugenia la he leído varias veces y lo que escribe me parece bellísimo, el ritmo con que plantea todo te atrapa y no podés evitar perderte en sus letras. A Paulina la escuché por primera vez el sábado: quedé con muchas ganas de leer más de ella.

El evento en sí me pareció distinto a todos los que he asistido. Noche en Verso y edición de amor: vaya lugar común que resultó no serlo. Encontré verdadera poesía; un chico que le hablaba a la nada y le temblaban las manos y la voz, pero que me dijo tanto en la brevedad de su texto. Tanto.

Quizá sea que la verdadera poesía está en blogs, en micrófonos abiertos, en los lugares comunes donde no esperás encontrarla. Está en estos eventos a los que, sin dudas, seguiré asistiendo. Finalizo aquí, porque aún queda mucho por escribir sobre lo que Eugenia y Paulina están creando.

Publicada originalmente en el Diario de Los Altos.

 

(*) Pep Balcárcel es estudiante de la Licenciatura en Lengua y Literatura del Departamento de Educación, UFM.

Pep Balcárcel (*) presenta su nuevo libro de poesía, “Fragmentos”

Fragmentos de Pep BalcárcelPep Balcárcel (Guatemala, 1993)

Escritor, editor y gestor cultural. Ha escrito para medios de Guatemala, México, Honduras, Nicaragua y Estados Unidos. Estudia Lengua y Literatura en la Universidad Francisco Marroquín. Ha publicado los libros: Obelisco 65 (poesía, Letra Negra, 2012), Canto esquizofrénico (poesía, Chuleta de Cerdo Editorial, 2012), Ángeles de heroína (microrrelatos, Letra Negra, 2012) y Los ojos de lo insano (cuento, Editorial X, 2014). Además, aparece en las antologias LOS 4X4 (poesía, Vueltegato Editores, 2012), ¡Meter goool! (microrrelatos, Letra Negra, 2013) y Deudas de sangre (poesía, Anamá Ediciones, Nicaragua, 2014). Actualmente trabaja para una oenegé, dirige Pato/Lógica Editores y es codirector de Bitviu.

La presentación del nuevo trabajo se realizará el miércoles, 26 de octubre, de 8:00 p.m. a 11 p.m. en Chiribisco Bar (17 Av. 19-70, zona 10 Edificio Torino, local 103.

A continuación, como un avance, compartimos con los lectores un poema de su nueva publicación.

1.

manifiesto de ausencias

el tabaco colocado sobre mis labios

me duelen los ojos

pero afuera cae la lluvia y un hombre corre

lo deja la camioneta

alguien gime

en una pantalla

que es el universo

grito

porque tengo miedo

entra el whisky y quema mi garganta

incontables días

silencios

el absurdo perdió significado

Sísifo decidió suicidarse

ayer consumí otra vez LSD

fue para sobrevivir

pero alguien deseaba aniquilarme

y me durrumbé

Peter Pan no existe

querida

y un muerto sonríe

dame unas horas

arrullá mis pesadillas

descifrá la nada entre mis manos

besá mis ojos

en tu pelo queda mi mundo perdido

“la gente se suicida porque está triste”

y el espejo no responde

la vida se encuentra escondida entre tus labios

pero yo

escribo una elegía para todo lo que nunca fui

2.

cuando éramos niños

quisimos ser astronautas

pero el tiempo puto

se encargó de enseñarnos

que las estrellas son una idea

demasiado cursi para nuestras vidas

 

ahora el cielo

llora cada noche

lágrimas ácidas

que nos hacen añorar

algo que nunca fue nuestro

 

vemos el suelo manchado

con nuestra propia miseria

la recogemos

y siempre

la llevamos de la mano

 

(*) Pep Balcárcel es alumno del Departamento de Educación de la UFM.