Vargas Llosa en el Festival Internacional de Poesía de Granada

“El género literario supremo y excelso, de una perfección inigualable, es la poesía, el más antiguo que existe y donde la lengua se transforma en algo verdaderamente rico y esplendoroso” – Mario Vargas Llosa.

El acto principal del Festival Internacional de Poesía de Granada fue protagonizado por el Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, quien fue entrevistado por el poeta madrileño Benjamín Prado, en el Auditorio Manuel de Falla de la capital Andaluza.  El festival se realizó del 9 al 12 de mayo, 2011.

Benjamín Prado incitó al autor de  El Sueño del Celta a hablar de su relación con la poesía, al mencionar que en muchas de sus novelas aparecen poetas que frecuentemente son personajes frustrados y no muy brillantes.  Vargas Llosa entre risas confesó que así era y aclaró que eso que dicen de que en todo prosista hay un poeta frustrado es probablemente cierto: “Yo no soy una excepción y mi relación con la literatura también empezó con la poesía, mamá tenía en su mesita de noche Veinte canciones de amor y una canción desesperada y como tenía prohibido leer ese libro, ejercía sobre mí una atracción irresistible, sabía que era algo pecaminoso, pero no entendía el qué, aunque aquellos versos con lo de El cuerpo del amigo salvaje…me desasosegaban sobremanera, así que para mí la poesía empiezó con la idea de transgresión, prohibición y pecado”, confesó mientras el público reía abiertamente.

A la pregunta de ¿Qué autor le habría influido más de haber sido poeta? respondió: “Neruda habría sido uno de ellos, un autor al que leía con entusiasmo y me gustaba el Neruda juvenil, épico, romántico, surrealista, porque es uno de mis poetas de cabecera”, indicó.  Vargas Llosa desveló que leer a Luis de Góngora le sirvió de terapia durante su campaña electoral a la presidencia de Perú, porque “fue mi tabla de salvación cuando hice política, un poeta profundo y que mejor encarna lo que tiene la poesía de misterio”.

“La función de la literatura es hacernos vivir aquello que en la vida real no podemos vivir, tenemos la imaginación y los deseos para vivir otras muchas vidas, además de aquella pobrecita que tenemos, y las vivimos a través del hechizo y la magia esas otras existencias que la vida real no nos permite. Cuando leemos o vamos al teatro incorporamos experiencias que jamás podríamos haber vivido en la realidad y así es como podemos ser El Quijote o Madame Bovary, así es como cuando salimos de esas actividades nuestra vida se ha enriquecido con esas experiencia, por eso la literatura es inmortal” – Mario Vargas Llosa.

Australia más cerca

Nicholas Birns, publicado en el diario El País

La literatura de un país hecho con partes de todo el mundo protagoniza un fenómeno global y multilateral. Escritores de prestigio cuyas obras han alcanzado un registro intelectual posmoderno.

¿Volverá alguna vez otro australiano, después de Patrick White en 1973, a ganar el Premio Nobel de Literatura? Hay varios autores a tener en cuenta, sin olvidarnos de que el nacido en Sudáfrica, J. M. Coetzee, residente ahora en Australia, puede ser considerado como otro australiano galardonado. Las inteligentes, sofisticadas y a menudo sumamente divertidas novelas de Peter Carey no sólo han escarbado en los oscuros rincones de la historia, sino que han planteado ciertas cuestiones cruciales sobre su propio tiempo, siempre referido a Australia y, en su reciente obra maestraParrot and Olivier in America, a Estados Unidos. Carey ha mostrado en esta novela una habilidad, lograda también por otros escritores australianos, para analizar otros países y otras culturas antiguas desde una nueva y revitalizada perspectiva. Ransom, la más reciente novela del compadre de Carey, David Malouf, hace lo mismo: a partir del último libro de La Ilíada, rehace la pasional escena de Aquiles devolviendo el cuerpo del guerrero muerto a su padre de una forma totalmente novedosa. Un poco más difícil es el escritor Gerald Murnane, un experimentalista en la onda de Borges o Calvino. Su última novela, Barley Patch, le coloca en la cima de su más pura idiosincrasia. Y no podemos olvidarnos del coloso de la poesía australiana, Les Murray, cuyo análisis del hombre común, su sorprendente erudición y su exultante lenguaje le convierten en una de las mayores figuras literarias mundiales.

Todos los escritores arriba mencionados han destacado al desplegar lo que la crítica Maeghan Morris ha llamado “escasa originalidad positiva”, tomando temas e historias de otras partes del mundo occidental y proyectando sobre ellos una novedosa y singular perspectiva. No obstante, los escritores australianos también han sabido explorar la historia de su propio país. Las últimas novelas de Kate Grenville exponen la cara oscura del asentamiento del hombre blanco en Australia, mostrando la crueldad con que fue tratada la población indígena a la que no ofrecieron ni la más mínima dosis de respeto humano. El tema de lo aborigen emerge ahora como un polo de atracción incluso para los autores blancos, sobre todo tras la decisión legal de 1992, la Mabo, que reconocía a los indígenas tierras y derechos. Autores accesibles y entretenidos como Andrew McGahan han explorado el renovado interés de este asunto.  Los propios indígenas australianos han comenzado a producir con generosidad, desde la sabia y satírica literatura posfeminista de Anita Heiss hasta el realismo mágico de Alexis Wright o la meditación autoconsciente de Kim Scott. Sigue leyendo

Ernesto Sabato, un clásico de la literatura argentina

La literatura despide a uno de sus íconos populares. El escritor Ernesto Sabato murió la madrugada del 30 de abril, a los 99 años, en su casa de Santos Lugares.  Autor de “El túnel”, “Sobre héroes y tumbas” y “Abaddón el exterminador”, entre otras obras, también fue uno de los rostros emblemáticos del regreso democrático en Argentina, al encabezar la Conadep (Comisión Nacional de Desaparición de Personas).

Lejos de asumir un rol incontrastable, el autor de la trilogía de novelas “El Túnel” (1948), “Sobre héroes y tumbas” (1961) y “Abbadón el exterminador” (1974) fue un escritor y un ser humano polémico, cruzado por sus propias contradicciones, presentes en algunos de sus personajes literarios.

“Nunca me he considerado un escritor profesional, de los que publican una novela al año.  Por el contrario, a menudo, en la tarde quemaba lo que había escrito a la mañana”, declaró una y otra vez para referirse a esa obra que marcó las generaciones del 60 y 70 y se desdibujó cuando sus ojos comenzaron a fallar, para ser reemplazada por la pintura.

En 1984 recibió el premio Miguel de Cervantes, máximo galardón literario concedido a los escritores de habla hispana.  Fue el segundo escritor argentino en recibir este premio, luego de Jorge Luis Borges en 1979.  En 1975 obtuvo el Premio de Consagración Nacional en Argentina y un año más tarde se le concedió el Premio la Mejor Novela Extranjera en Francia, por Abaddón el exterminador.  Luego, en 1977 Italia le otorgó el premio Medici y al año siguiente le otorgaron la Gran Cruz al mérito civil en España, y en 1979 fue distinguido en Francia como Comandante de la Legión de Honor.

Ernesto Sabato sufrió durante años una fuerte depresión y pasó sus últimos días recluido en su domicilio, sin escribir prácticamente pero pintando, su segunda vocación artística, que siempre supo compaginar con la literatura. “La razón no sirve para la existencia”, afirmaba. No quería que se le encasillara en ninguna tendencia literaria: “Tengo con la literatura la misma relación que puede tener un guerrillero con el ejército regular”.  Sabato afirmaba creer en el hombre, “a pesar de ser el animal más siniestro”.  “La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, hay que morirse”, se quejaba.

Con información de: Diario El Clarín, El País y Escritores.org

Premio Cervantes a Ana María Matute

Javier Rodríguez Marcos, El País

Hay un malicioso aforismo que dice que, entre ellos, los escritores no se leen, se vigilan. De ahí la imbatible popularidad en el gremio plumífero del apócrifo autor griego Teleo Melees. Hay, sin embargo, acontecimientos que ponen, y de buena fe, de acuerdo a todo el mundo. Por ejemplo, el Premio Cervantes a Ana María Matute. Pocas veces como ayer (27 de abril) en Alcalá de Henares se ha visto a tantos escritores encantados con un galardón que no les ha tocado directamente a ellos. “Estamos muy contentos”, resumía la novelista y académica Soledad Puértolas tirando espontáneamente del plural.

El Cervantes premiaba tantas cosas en la persona de la Matute -como muchas veces se llama ella a sí misma- que en la medalla que le entregó el Rey había un trozo para todo el mundo. Aunque el mayor galardón de las letras hispanas reconoce una obra literaria y no un símbolo sociológico, la autora de obras ya canónicas como Primera memoria, Los hijos muertosOlvidado rey Gudúes también, a sus 85 años, la tercera mujer en 35 años que obtiene el Cervantes, una niña de la guerra -cumplió 11 años en julio de 1936- y una defensora de tres cosas con reputación de menores y blandas: la literatura infantil, los cuentos y la felicidad.

“¿Por qué tenemos tanto miedo a esa palabra?”, dijo de esta última al comienzo de un discurso que arrancó una de las ovaciones más largas que se recuerdan. Matute, que no pudo subir al púlpito del paraninfo, lo leyó desde la silla de ruedas que empujaba su hijo Juan Pablo, que al final sintetizó los sentimientos de su madre: “Los nervios se le pasaron al empezar. Es como tirarse en paracaídas; una vez que te lanzas…”. Sabe de qué habla. No solo ha sido el objeto de todos los afanes de su madre, sino que, además, fue legionario paracaidista en la propia Alcalá antes de ser piloto de aviación civil en Estados Unidos.

Alineadas en la mesa presidencial, las autoridades escucharon la alocución de la ganadora con una sonrisa que les duró 20 minutos, un tiempo en el que entre el público no se oyó una mosca y, al contrario que en otros momentos de la ceremonia, nadie dejó sonar el móvil ni trasteó con el iPhone, la BlackBerry o el programa de mano (analógico).

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“La libertad y los libros”, por Mario Vargas Llosa

Discurso de Mario Vargas Llosa en la 37º Feria del Libro de Buenos Aires. 

 
Agradezco a las organizaciones de la Feria del Libro de Buenos Aires honrarme con la invitación a ocupar esta tribuna el día de la inauguración.  He tenido ya ocasión de participar en ella hace algunos años y me alegra saber que ha ido creciendo y atrayendo cada vez a más editores, libreros y lectores hasta convertirse en una de las ferias de libro más importante en todo el ámbito de nuestra lengua.
 
No me extraña nada que haya ocurrido así.  Desde la primera vez que pisé Buenos Aires, hace de esto cerca de medio siglo, advertí que esta ciudad y los libros tenían una afinidad recóndita, comparable a la que sólo había advertido antes en París, y que, al igual que esta última, Buenos Aires era una ciudad de librerías -modernas y anticuarias-, de cafés literarios, de escribidores y lectores, donde todo letraherido se sentía inmediatamente en su casa.  No es por eso nada raro que uno de los más grandes creadores de nuestro tiempo, Jorge Luis Borges, fuera un porteño y que se pueda decir de su extraordinaria obra que toda ella es como la exhalación imaginaria emanada de una biblioteca, institución en la que Borges, recordemos, en uno de sus más bellos textos, materializó el Paraíso.
 
Agradezco también a los organizadores de este certamen haber resistido las presiones de algunos colegas y adversarios de mis ideas políticas, para desinvitarme. Y extiendo mi agradecimiento a la Presidenta, señora Cristina Fernández de Kirchner, cuya oportuna intervención atajó aquel intento de veto. Ojalá esta toma de posición en favor de la libertad de expresión de la mandataria argentina se contagie a todos sus partidarios. Este episodio, me parece, más allá de lo anecdótico, plantea un asunto interesante y actual al que no me parece inadecuado abordar en el marco de este certamen con una breve exposición que se podría titular: “La libertad y los libros”.

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Contra censores y energúmenos

Soledad Gallego-Díaz, Buenos Aires – 22/04/2011

Feria del Libro de Buenos Aires.- MARTÍN ACOSTA (REUTERS)Mario Vargas Llosa no inauguró finalmente la 37ª Edición de la Feria del Libro de Buenos Aires, como estuvo previsto en su momento, pero sí pronunció el discurso “principal” del orador invitado, 24 horas después de la apertura formal de la muestra. “Se supone que la inauguración es un acto único, pero aquí se ha desdoblado en dos días distintos, imagino que para evitar que yo apareciera junto a los políticos el día de la apertura”, explicó a EL PAÍS el premio Nobel de Literatura 2010. “Mi discurso no cambiará por eso: defender el derecho de los libros a ser libres es defender nuestra libertad de ciudadanos, el precioso fuego que la atiza, mantiene y renueva”, afirmó.

El ambiente, que parecía más calmado, se caldeó mucho en las últimas horas, con unas imprevistas declaraciones de Aníbal Fernández, jefe de Gabinete de la presidenta. Pareció ignorar las instrucciones de Cristina Kirchner de dejar en paz al escritor y lanzó un furioso ataque tanto contra Vargas Llosa como contra Fernando Savater, que visita también estos días Buenos Aires y que se rio de los intelectuales argentinos que protestan por la presencia del premio Nobel en la Feria del Libro.

Aníbal Fernández les acusó de decir “estupideces” y dijo sentir “vergüenza ajena” por la actitud crítica de los dos intelectuales. El jefe de Gabinete repudió a Vargas Llosa porque, dijo, “insulta a nuestra presidenta” y se mete con lo que pasa “en un país que no es el suyo”, dos acusaciones que podían ser interpretadas como una luz verde para que el discurso del premio Nobel fuera objeto de cualquier tipo de incidentes.

El acto de inauguración formal, que se desarrolló el miércoles por la tarde, tampoco ayudó a calmar las cosas. Aunque no asistieron ni la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, ni el intendente de la ciudad, Mauricio Macri, sus enviados y representantes se las arreglaron para alimentar el clima de confrontación. El ministro de Educación, Alberto Sileone, en especial, convirtió la inauguración en un mitin político puro y duro. Logró el extraño prodigio de inaugurar una Feria del Libro en una capital latinoamericana sin mencionar el hecho de que este año un escritor latinoamericano ha sido reconocido con el Nobel. Sigue leyendo

La belleza y el dolor de la batalla. La Primera Guerra Mundial en 227 fragmentos

La belleza y el dolor de la batalla – publicado el 14 de marzo, 2011 – es el primer libro que se edita en español del sueco Peter Englund (Suecia, 1957). Él es un escritor y profesor de narrativa histórica, secretario de la Academia Sueca y ganador de premios como el August o el Selma Lagerlöf.

Englund ha encontrado una manera personal de contar una parte de los horrores de la Primera Guerra Mundial. A través de los testimonios de 20 personas, elegidas entre las más bajas jerarquías y de una edad media en torno a los 20 años, el historiador reconstruye el terrible conflicto en el que murieron cerca de diez millones de personas, no tanto desde el punto de vista bélico como desde el terreno emocional.  Está la guerra con toda su crudeza pero el autor pone el foco en los testimonios y las dramáticas experiencias personales a las que acabarán enfrentándose una colegiala alemana, de 12 años, una enfermera inglesa del ejército ruso, un cirujano de campaña del ejército norteamericano, un ingeniero australiano y un marinero de un acorazado alemán, entre otras víctimas de la Gran Guerra.  Una mínima ficha, con la fecha, el nombre del personaje elegido y un pequeño título para situarlo en el lugar del mundo donde se encuentra anuncian cada entrada de los distintos personajes hasta completar 227 microhistorias.

¨La mayor parte de estas veinte personas vivirán experiencias dramáticas y atroces; sin embargo, lo que se pretende enfocar es el lado cotidiano de la guerra. En cierto modo este texto es un pedazo de anti historia, lo que he querido ha sido reencauzar a sus elementos más atómicos e ínfimos, es decir, al individuo y sus vivencias, un acontecimiento que, se mire por donde se mire, hizo época.” – Peter Englund –

Discurso Nobel: Elogio de la lectura y la ficción

A continuación presentamos el discurso de aceptación del premio Nobel de Literatura pronunciado por Mario Vargas Llosa en Estocolmo el 7 de diciembre de 2010.


Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d’Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas.

La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura. Mi madre me contó que las primeras cosas que escribí fueron continuaciones de las historias que leía pues me apenaba que se terminaran o quería enmendarles el final. Y acaso sea eso lo que me he pasado la vida haciendo sin saberlo: prolongando en el tiempo, mientras crecía, maduraba y envejecía, las historias que llenaron mi infancia de exaltación y de aventuras.

Me gustaría que mi madre estuviera aquí, ella que solía emocionarse y llorar leyendo los poemas de Amado Nervo y de Pablo Neruda, y también el abuelo Pedro, de gran nariz y calva reluciente, que celebraba mis versos, y el tío Lucho que tanto me animó a volcarme en cuerpo y alma a escribir aunque la literatura, en aquel tiempo y lugar, alimentara tan mal a sus cultores. Toda la vida he tenido a mi lado gentes así, que me querían y alentaban, y me contagiaban su fe cuando dudaba. Gracias a ellos y, sin duda, también, a mi terquedad y algo de suerte, he podido dedicar buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero.

No era fácil escribir historias. Al volverse palabras, los proyectos se marchitaban en el papel y las ideas e imágenes desfallecían. ¿Cómo reanimarlos? Por fortuna, allí estaban los maestros para aprender de ellos y seguir su ejemplo. Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia. Faulkner, que es la forma –la escritura y la estructura– lo que engrandece o empobrece los temas. Martorell, Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Conrad, Thomas Mann, que el número y la ambición son tan importantes en una novela como la destreza estilística y la estrategia narrativa. Sartre, que las palabras son actos y que una novela, una obra de teatro, un ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar el curso de la historia. Camus y Orwell, que una literatura desprovista de moral es inhumana y Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actualidad tanto como en el tiempo de los argonautas, la Odisea y la Ilíada.

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Milán Kundera inmortalizado en la Biblioteca de la Pléiade

El escritor checo nacionalizado francés ha entrado en la prestigiosa colección de la Biblioteca de la Pléiade de la editorial francesa Gallimard a sus 81 años.  La editorial, considerada como uno de los olimpos de la literatura mundial, ha reservado a Kundera una distinción aún mayor. El autor de La insoportable levedad del ser entra en este peculiar panteón en vida, sin esperar que el tiempo confirme la importancia de su obra. El escritor ocupa el puesto número 14, siguiendo la estela de autores como André Gide, André Malraux o Eugène Ionesco. El último fue el etnólogo Claude Lévi-Strauss, en 2008.

La lujosa edición de dos volúmenes, supervisada personalmente por Kundera,  no recoge sus obras completas sino su “obra” en singular, ya que como él mismo dice:  “El trabajo no es más que lo que el autor considera como válido en el momento de hacer balance”.  Se incluyen 15 libros, entre ellos: la selección de cuentos El Libro de los amores ridículos; nueve novelas como La bromaEl vals de despedidaLa insoportable levedad del serLa inmortalidad; un obra de teatro, Jacques y su amo; y ensayos como El arte de la novela o los Testamentos traicionados.

Desde su creación en 1931 con la publicación de las obras de Charles Baudelaire, la Biblioteca de la Pléiade está reservada a los textos de los más grandes autores. Ya sean franceses como Proust, Balzac o Molière, como extranjeros, en el caso de Goethe, Shakespeare o Cervantes. No existe un comité de selección, ni criterios claros para entrar en este reservado club.

Al Diccionario de Oxford le crece un corazón

El País.com

Desde ahora, un corazón junto a dos nombres no será un simple dibujo de adolescentes o una demostración de amor; el símbolo tendrá reconocimiento oficial como verbo. Al menos, en inglés. El Diccionario de Oxford ha incluido el símbolo gráfico del corazón (‘heart’ en inglés) como otra acepción, de utilización coloquial, del verbo amar. Incluso ya se puede encontrar la definición en la versión online con la que cuenta el prestigioso diccionario. Es uno de los más de 45.000 nuevos términos que el Diccionario de Oxford ha aceptado en su última actualización, concluida hoy. El resultado ha sido la revisión de 285.000 acepciones de diferentes vocablos que han cambiado a lo largo del tiempo.

‘I (corazón) NY’ es el logo que más popularidad le ha generado al dibujo cardiaco, eternamente inmortalizado en camisetas y pegatinas. Fue un encargo en 1977 de William S. Doyle, comisario del departamento de Comercio de Nueva York, a la agencia Wells Rich Greene. El Ayuntamiento de Nueva York necesitaba una campaña publicitaria para promocionar el turismo y los creativos Milton Glaser y Bobby Zaremn se encargaron de darle una forma tan sencilla como esta: Una i latina en mayúscula, un corazón y las letras NY en estilo American Typewriter.

“Hemos centrado el esfuerzo en revisar las palabras más importantes del siglo XX y del siglo XXI”, asegura John Simpson, uno de los editores del Diccionario de Oxford, en un vídeo de Youtube. “Los símbolos son cada vez más una expresión no hablada del lenguaje que se usan con relativa normalidad y se suelen nombrar con el sustantivo al que representan. Sin embargo, es muy difícil encontrar un icono que sea tan evocador y tangencial como este”, asegura Graeme Diamond, editora del Diccionario de Oxford, refiriéndose al diseño de Glaser: “En inglés, desde finales del siglo XII, el corazón ha sido el lugar del amor y el afecto”. Parece que ahora el corazón no sólo se ve, sino que también se pronuncia.

El Diccionario de Oxford (OED, en sus siglas en ingles) se considera la máxima autoridad en materia lingüística inglesa – el equivalente a la Real Academia Española (RAE), la institución que gestiona el español-, ya que recopila el significado, historia y pronunciación de 600.000 palabras del inglés que se habla en todo el mundo. Desde 1989, cuando apareció la segunda edición del diccionario, no se había hecho una renovación tan amplia de contenidos.

“Los diccionarios están compuestos de lemas -palabras-, no de iconos, pero recogen los significados reales de los términos y su perspectiva histórica. Si hubiera algún icono en español que representase una realidad así, no dudaríamos en incluirlo como acepción, como ha hecho Oxford con el logo del corazón”, asegura Darío Villanueva, secretario de la Real Academia Española y catedrático de Literatura Comparada de la Universidad de Santiago. Villanueva recuerda que el caso más similar en español es el lema de la ciudad de Sevilla: NO8DO. El icono central -un ocho colocado en horizontal con forma de madeja de lana. La composición se lee NO MADEJA DO, queriendo decir “No me ha dejado”. La frase hace referencia a la lealtad que mantuvo la ciudad al rey Alfonso X el Sabio en la guerra contra su hijo Don Sancho en el siglo XIII.

Otros términos aceptados por el Diccionario de Oxford han sido abreviaturas OMGFYILOL. Éstas forman parte de la nueva ola de términos ligados a la tecnología, –OMG(Oh my God), LOL (Laugh Out Loud) y FYI (For Your Information-, expresiones que abundan en los mensajes de texto y en los programas de chats como Messenger, páginas web como Myspace, además de en los correos electrónicos. Estas siglas sirven para expresar emociones: OMG significa “Oh, ¡Dios mío!”; LOL, “reírse a carcajadas” yFYI, “para tu información”, todas ellas en inglés. Desde el anuncio de la aprobación de estos términosOxford English Dictionary se ha convertido en uno de los temas más comentados en todo el mundo a través de Twitter.

“La Real Academia nunca va a agregar las abreviaturas como entradas a nuestro diccionario. Sin embargo, sabemos que son fórmulas de escritura que simplifican y economizan el lenguaje”, explica Darío Villanueva, sobre la aceptación de LOLFYI yOMG en Oxford. La Real Academia Española actualizó su diccionario en junio de 2010, en la que se agregaron 2.000 modificaciones en su versión online. Villanueva asegura que en la historia del español las palabras han ido perdiendo sílabas y creando apócopes y síncopas, que no son otra cosa que otra forma de abreviación natural de la lengua: “Las ha habido siempre: todo copista medieval escribía abreviaturas. No hay dos líneas seguidas en un manuscrito que no tenga una”.