Arte guatemalteco del siglo XX hasta el presente

María José Prado Marroquín (*)

La visión del arte de Roberto González Goyri 

“…toda obra de arte de legítimo valor, la mayoría de las veces, no gusta desde el principio, sino por el contrario, gustarla toma su tiempo (…) He aquí el secreto de toda obra de arte auténtica: una vez que nace como una estrella nueva, su luz jamás se apaga en el firmamento de los grandes valores. Brilla eternamente.[1]

A continuación un breve comentario a tres ideas de Roberto González Goyri (1924-2007) acerca de lo que he interpretado como la maduración de su proceso creativo y su visión del arte.

“…cada nuevo amigo que ganamos en la carrera de la vida, nos perfecciona y enriquece, más aun que por lo que él mismo nos da, por lo que de nosotros mismos nos descubre.”

Roberto González Goyri

Roberto González Goyri

Estas palabras me agradaron mucho, pues refuerzan esa idea de que no podemos vivir –ni aún del arte– completamente a solas, en aislamiento. Aún si dentro de este ámbito muchas veces se radicalizan posiciones que ensalzan “la genialidad propia” de un artista –a nivel de “monomanías”–, me parece ser el resultado de una visión sana y equilibrada esta apertura que González Goyri demuestra en las líneas anteriores: al fin y al cabo, necesitamos ser vistos por otros para completar nuestro conocimiento personal. Y este autoconocimiento es maravilloso y fundamental (creo) en un artista.

“Comprendí que el folklore, al igual que el arte de nuestros antepasados, lo mayas, es terreno muy peligroso en el sentido de convertirse fácilmente en verdaderas jaulas. Pueden ambos, sí, ser punto de partida, fuente de inspiración, pero no para copiar literalmente, sino para hacer una recreación con un lenguaje nuevo y de dimensión mas universal.”

En este texto puedo ver a González Goyri hacer notar un tema delicado: la relación de los artistas contemporáneos con el pasado prehispánico, con el choque de culturas que precedió (quizá sin haber acabado de asentarse del todo) la fundación de nuestra sociedad, tan heterogénea culturalmente como es. González Goyri probablemente quería destacar cómo la relación del artista de hoy con el arte maya –del artista que, quizá ante todo en aquel tiempo, buscaba nuevos lenguajes plásticos– corre siempre el riesgo de caer en lugares comunes, de caer en pretensiones estéticas que, con el afán de romper con los cánones occidentales, no necesariamente serían suelo fértil para una gran obra de arte. La clave, según González Goyri, (y esto es interesante) es la recreación del lenguaje. Ser artista, en otras palabras, es innovar, siempre hacer nuevo hasta lo común, lo folclórico.

“Me imagino que el camino para alcanzar la madurez artística no es igual para todos los artistas.”

Esta idea me parece excelente y personalmente me tomó algún tiempo comprenderla (aún si yo la buscaba más en el plano de la literatura, que tampoco es demasiado ajeno al de la plástica). Muchas veces creemos que un gran artista es mucho más prometedor si se presenta en sociedad como un “joven prodigio”. Pero el arte no se puede forzar, mucho menos “un estilo propio” –concepto que yo identifico con el de “madurez artística”. El arte es algo mucho más parecido a un cultivo que a un horno microondas. La exposición a cierta radiación es, cierto, de gran ayuda, pero al fin y al cabo, el origen de una auténtica voz personal, de un estilo, de una madurez, no se logra sino con trabajo, con paciencia y con tiempo, dejando las semillas (quizá producto de alguna temporada de especial “radiación”) germinen en el suelo de la sensibilidad y el intelecto creativo.

 

[1] Joyas Artísticas del Banco de Guatemala, “La Primavera Democrática de 1944”, Marta Regina Rosales de Fahsen, Ediciones Don Quijote, Banco de Guatemala, 2001: p. 47.

(*) María José Prado Marroquín es alumna del Diplomado en Historia del Arte Guatemalteco y Curaduría

Soñando con los jardines de Chengdu, parte 1: el encanto y el desencanto

Martín Fernández Ordóñez

JinliStreet1

Vistas de Jinli: pabellones y jardines de Jinli Street, Chengdu.

Jamás olvidaré esa primera tarde en la cual, finalmente, empecé a conocer la China. Todo era novedad: los detalles de la arquitectura, la forma caótica en la cual conducían los carros y las motos, motoristas sobre la acera y todos, todos bocinando desenfrenadamente. Para llegar del hotel al museo había que atravesar una especie de galería comercial en la cual vendían de todo lo imaginable: souvenirs baratos, ropa occidental y ropa de la India, joyas y objetos de fina plata, diferentes clases de té, tiendas de dulces en las que, además, vendían unas largas piezas de carne deshidratada que según me explicó Elena[1] días después, se trataba de piezas de carne de res que ellos consumen como snacks

Pero fue al llegar a Jinli Street que la verdadera experiencia inició. Supuestamente se trata de una calle comercial ancestral, con un tejido arquitectónico muy variado que compone varias calles y callejones llenos de tiendas, restaurantes, plazas y jardines. Para un primerizo de la China como yo, haberme adentrado en esas calles aquella tarde fue como transportarme en el tiempo y como si poco a poco ese telón de fondo del que hablaba al inicio fuera tomando forma tridimensional. Ingenuamente pensé que efectivamente se trataba de un lugar muy antiguo, ­tan bien armonizados están los edificios, complejos, puentes y recovecos-, pero para conocer poco a poco la China, la primera lección es aprender que la idea occidental de “autenticidad” o de “originalidad” ahí, virtualmente, no existe. Al menos en lo que a la arquitectura patrimonial respecta, cualquier modificación es aceptada, siempre y cuando lo justifique su nuevo uso.

Me llamó la atención cómo los mismos chinos han llevado a cabo una especie de reinterpretación de su propia historia arquitectónica, llegando a una conclusión casi arqueológica. Porque luego de haber visitado Chengdu y Shanghai, parece que la nueva China ve a su propia arquitectura vernácula como los guatemaltecos vemos a las ruinas mayas: majestuosas, sí, hermosas sí, admirables sus virtudes arquitectónicas y estilísticas también, pero todo forma parte de un pasado demasiado lejano y quizás hasta ajeno.

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Soñando con los jardines de Chengdu, parte 1: la belleza china está en los jardines

Martín Fernández-Ordóñez

Regresando a mi descripción del primer paseo que realicé aquella tarde en Chengdu, luego de haberme internado por el bullicio de Jinli Street, desandé el camino y me fui en dirección opuesta buscando un parque que estaba señalado como highlight de la ciudad por exhibir el monumento conmemorativo de una revolución importante. De modo que, interpretando el mapa lo mejor que pude, me sumergí en calles residenciales donde vi a los locales en sus actividades diarias: personas sentadas en sillas sobre la acera, niños jugando en los patios, tiendas de barrio, edificios viejos, sucios y saturados por viejos aparatos de aire acondicionado colgando debajo de cada ventana.

Parque del Pueblo, Chengdu

Parque del Pueblo, Chengdu

Luego de dar una que otra vuelta para orientarme, por fin llegué al Parque del Pueblo y me encontré por primera vez en uno de esos maravillosos recintos de paz, refinamiento y belleza como solo he visto en los jardines de la China. Este parque era hermoso (el primer parque público de la ciudad), compuesto por varios jardines redondos encerrados por bajas murallas a las cuales se accedía por puertas circulares con marcos de piedra tallada. En algunos había pérgolas, árboles y bancas; en unos, bonsais muy cuidados sembrados en macetas de piedra ornamentada; en otros, estanques con lotos flotando y carpas[1] del tamaño de tiburones pequeños. Me llamó la atención que algunos abuelos detenían a sus nietos, mientras estos les daban alguna bebida en pacha que sujetaban con varas de madera a los gigantes peces. ¿Qué tipo de líquido se les da a los peces en pacha?

Parque del Pueblo, Chengdu

Parque del Pueblo, Chengdu

En el parque había un pabellón con varios negocios de té y mesas para sentarse, placitas en las cuales grupos de mujeres practicaban tai-chi, otros en los que grupos de hombres se entretenían con juegos de mesa y por fin, después de un buen rato, llegué al famoso Monumento a los Mártires de la Línea Férrea, que realmente fue lo que menos me impresionó de aquel inesperado complejo de hermosos jardines secretos y amurallados.

 

[1] Tradicionales peces rojos que nadan en los estanques.

Soñando con los jardines de Chengdu, parte 1: la llegada

Martín Fernández Ordóñez

Dedicado a mis nuevos amigos, con quienes compartí algunos paseos inolvidables: Elena, Aida, Annia, Gia y Liang.

A manera de introducción

Chengdu1Del 14 al 26 de septiembre de 2015 tuve la inmensa suerte de ser acreedor de una beca por parte del ICCROM[1], para tomar parte en un curso titulado RE-ORG China- International Workshop. Se trata de una metodología desarrollada por este organismo parte de la UNESCO, para apoyar a cualquier museo del mundo a ordenar y reorganizar sus depósitos, los cuales albergan y protegen a la mayor parte de objetos que poseen. Esto obedece al hecho de que, por muy grande que sea un museo, lo normal es que cuando los visitamos únicamente tenemos acceso a un 5 % – 10 % del total de la colección. El resto permanece guardado por varios motivos de carácter curatorial, pero ante todo prácticos: sería imposible e insoportable para el visitante que un museo expusiera el total de su colección. Museos gigantes y virtualmente inabarcables como el Louvre, tendrían que construir infinitas galerías más, si todo lo que poseen fuera destinado a la exhibición. Por esta razón es mejor que se practiquen buenas rutinas de rotación de los objetos y que todo lo que no está expuesto se mantenga almacenado de la mejor manera posible.

He pretendido relatar detalladamente lo que experimenté, observé, identifiqué y sentí durante este primer viaje que hice a la China. Tengo claro que tres semanas no bastan para comprender a cabalidad una cultura tan compleja como la del Celeste Imperio, por lo tanto no es mi deseo llegar a conclusiones demasiado simplistas. Mi principal intención es compartir con el lector mis primeras impresiones y describir aquellas situaciones que llamaron particularmente mi atención.

Certificate-Ceremony-(49)

Asistentes al curso-taller “Re-Org China-International Workshop”.

 

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Mi lectura del Quijote, segunda parte, 74 – final

Jorge Luis Contreras Molina

En algún buen sueño fuimos héroes. Alguna mala realidad nos devolvió viles y chicos. Don Quijote, mientras Cervantes hizo el favor de preservarlo desquisiado, fue siempre un hombre elevado, claro, inconmovible. Ahora, horizontal, sufre de cordura. Está grave, con el signo de la muerte sobre sí.

El discurso de Quijano nos hiere hondo. Desdice a don Quijote. Nos desdice a todos los que hemos azuzado a Sancho para que se vuelva héroe y libertador de Dulcinea. Desdice a todos los que nos hemos dormido dueños de una fuerza moral y física más grande que los everest y tajumulcos. Desdice a los suspiradores, a los enamorados de un holograma, a los que perseguimos una voz solo nuestra, a quienes poseemos el viento, a los asidores del ocaso porque esconde una cierta aventura llena de monstruos y princesas.

Ni Carrasco, ni los otros implicados en la sanación del Quijote saben recibir al nuevo hombre. Quijano es ahora, por virtud de cierto largo sueño, un mortal común como lo son ellos. Hacen un último esfuerzo. Quieren despertar al gigante. Dulcinea está desencantada. Nada sirve.

Testamento. Sancho, su lealtad, merece todo el dinero. Inclusive reinos si alguna vez los hay. Lo demás es cosa corriente. Salvo alusiones a bodas cuyo único requisito es que el novio no sepa de caballeros andantes.

El Quijote es el testimonio eterno de que los hombres no somos mortales. Muere cuerdo. Loco vive en cada sueño que nos eleva de la falsa condición de mortales pusilánimes. 

Cervantes mató las novelas de caballería. Construyó la leyenda. A la grupa del Quijote muchos hemos querido cabalgar. Para sentir. Para vivir.

Vale.

MuerteQuijote

—Fin—

Mi lectura del Quijote, segunda parte, 72-73

Jorge Luis Contreras Molina

cide-hameteCuestiones de identidad ocupan al lector del setenta y dos. Vencido y autocastigado camina el Quijote. Pero sigue imperturbable. Queremos esa voluntad férrea. Ansiamos una pizca de la serenidad del que ha cumplido con la tarea grande. La de buscarse la felicidad a través del bien. Quijano está en su aldea. Solo va a esperar el plazo. Ni él, ni otro pueden reprocharle un paso de menos, o una pasión recortada, o un esfuerzo guardado. Ha sido. Se ha brindado. Vivió su visión de sí mismo. Se imaginó y se realizó. Lo demás (Avellaneda y su perversión) es hojarasca. Cide Hamete es el dueño de la verdad, y sabe cómo contarla. 

El nuevo proyecto asusta a las mujeres y entusiasma falsamente a los hombres. Sancho convenció a su mujer e hija de que las apariencias son, casi siempre, falsas. Es bienvenido porque vino y porque lleva dinero consigo.

Antes, Cervantes nos asombra. De pasada. Shakespeare arranca muchos de sus grandes dramas con enigmáticos oráculos, premonitores espectros, brujas sabedoras del futuro, infames presagiadores de nuevas y seguras tragedias. El Manco de Lepanto ha puesto liebres y frases tiradas a la aventura. Anticipan el final triste y sin ventaja para el soñador. Sancho quiere calmar a su señor. Nada puede calmar a su señor. 

Broch sabe decirlo mejor que yo. En la frente de don Quijote está escrito el signo de la muerte.

Mi lectura del Quijote, segunda parte, 71

Jorge Luis Contreras Molina

Don Quijote malanda la senda. Tiene la esperanza de que la Señora de sus Pensamientos por fin vuelva a su condición de realeza. Pero los eventos no cuadran. El equilibrio del caballero es irrecuperable porque, en resumen, tiene demasiados enemigos a los que no debe combatir. Sancho también va cabizbajo. Cuestiones más pedestres lo perturban. Unos trapos que le fueron ofrecidos por la resucitada. Una cierta condición de médico que no recibe la paga debida. Hasta el apócrifo salta en las charlas taciturnas.

Repentinamente sucede. Quijote y Sancho logran un acuerdo pecuniario. En un aparte chistoso el escudero se flagela (según el hidalgo). Dulcinea queda a mil azotes de la libertad. El hidalgo no quiere que Sancho muera en el ciclo esperanzador de golpes que aquel cuenta con un rosario.

Quijote71Hablo de creer

de abrir grandes

los ojos curtidos

a fuerza de ruido.

Hablo de pensar

que es fácil volver

y volver a correr

la vieja llanura

minada por la infamia.

Hablo de soledades

las del apostador

las del giro

las del otro color

las de la pérdida.

Y hablo del camino

amargo afiebrado

comedor de sueños

sin vida

porque va

de la derrota

al hogar.

Mi lectura del Quijote, segunda parte, 68-70

Jorge Luis Contreras Molina

AltisidoraDormir y morir son gemelos infames, según la visión del Caballero de la Triste Figura. Don Quijote hace coplas, Sancho duerme. Las afrentas persiguen a los héroes. No les dan respiro. Ahora son atropellados por una piara que los humilla más allá de cualquier humillación posible. Don Quijote sabe que son solo ecos de su derrota. Debe sobrellevar la situación. Sancho tiene dudas al respecto.

Mientras don Quijote canta sus desvelos a una luna elidida y Sancho duerme desvergonzadamente, llega la mañana. Y llega también un pequeño ejército muy bien armado. Los compañeros son capturados y obligados a la inquietud del silencio.

La historia va de reversa. En procesión, los cautivos son llevados al castillo del duque. El narrador nos corta en el sesenta y ocho. Promete explicaciones en el sesenta y nueve.

Altisidora ha muerto. O parece que ha muerto. Hay un teatro. Hay música. Sancho es coronado. Con una de espinas; afrentosa.

Comienza la representación. Altisidora puede resucitar. Juegan los duques. Sancho debe participar en una ceremonia para que suceda. Una secuela de la liberación, aún pendiente, de Dulcinea. También depende de los golpes que debe darse Sancho.

Ocurre la representación. Dulcinea espera, pero Altisidora vive. Y vive para reprochar al hidalgo su desdén y para agradecer al escudero su nueva vida.

La vida es teatro. Solo una representación de los anhelos más grandes y de las miserias más viles. Llueve incertidumbre sobre el lector.

Todos mienten. En el setenta el autor nos explica los entramados. Hasta Sansón Carrasco tiene que ver con los sucesos de la madrugada. Todos quieren sanar a don Quijote. Aunque el duque no pierde ocasión para reír un poco. La sencillez de Sancho es un feliz insumo para los maquiavélicos planes de los abundantes burladores.

Altisidora explica, surrealista, su estancia, semimuerta, en las puertas del infierno. Diablos jugadores de pelota, libros en lugar de pelotas, tripas que salen del apócrifo para que vaya, pateado, derecho al infierno.

Don Quijote se defiende de todos (Avellaneda incluido). Vuelve Dulcinea. El discurso de don Quijote hiere a la resucitada. Desdeñada dice toda la verdad.

Ya se van del castillo. No se puede buscar aventuras. No se puede pelear lindas batallas. Gachos los ánimos, se dejan atrás, y muy lejos, los resproches. Muy a su manera, Sancho nos ha mostrado que tiene por su Teresa un amor muy grande. Para que no dañe al portador, este debe mantenerse ocupado. Consejos de un simple.

Mi lectura del Quijote, segunda parte, 66-67

Jorge Luis Contreras Molina

_quijote-2De las iniciales distancias entre señor y siervo con las que iniciamos nuestro conocimiento del gobernador y el caballero andante, hemos pasado a un diálogo de iguales. Ambos mantienen cierto tono de identidad, pero su relación se ha transformado radicalmente. Ya no vemos castigos, ni sumisiones, ni reproches elevados. Dos hombres van derrotados por la llanura. Oscilan durante días entre ideas disparatadas, y discursos cuerdos y elocuentes. La vida los redujo a potenciales aventureros que deben dormir durante un sabático innoble porque ni están cansados, ni buscan paz.

Aun hay tiempo para microaventuras. Las armas inútiles sirven de poco. Casi las dejan colgadas y rotuladas en un árbol. Sancho sigue quejoso, pero sesudo. Tosilos, un hombre del pasado, revisa la integridad de don Quijote. No hay cambios. El hidalgo afirma que el sirviente es un encantado que el mundo se niega a reconocer. Esto, claro, a don Quijote no le importa. Sancho sacia su hambre. Es del cuerpo. La de don Quijote es más difícil de calmar.

Como Shakespeare en sus tragedias más señeras, Cervantes juega con las palabras. Hace bromas. El signo de la derrota se lleva mejor con algo de humor. Sancho lo sabe.

Ninguna derrota auténtica puede estar exenta de malayas. Si Rocinante hubiera corrido más. Si el de la Blanca Luna no tuviera un caballo tan brioso. Ninguna condición humana puede estar exenta de la esperanza. Ya los héroes planifican su nueva vida pastoril. Hasta se rebautizan y se asignan papeles protagónicos en el drama del guardián de seres útiles, pero dóciles. Inclusive Sansón Carrasco podría figurar en el elenco. Es cuestión de saber. Y don Quijote sabe mucho de nomenclaturas y taxonomías. Entiende de amores y, sobre todo, de agradecimientos. A la vida, al cariño de sus damas enamoradas, al compromiso de su escudero, al destino que va forjando cada día. Con la cara cada vez más levantada hacia una estrella que por obviedad no hace falta nombrar.

Ya malduermen, ya malcomen, ya suspiran expectantes. Cada cual por lo suyo. Soñar saben.

Mi lectura del Quijote, segunda parte, 64-65

Jorge Luis Contreras Molina

quijoteyacePocos pueden presumir de honorables. Los burladores del bien persiguen un ideal inalcanzable. Solo don Quijote se sabe invencible en el terreno que vale: el de la fidelidad a una convicción gigante y noble.

Es la hora. De la nada, el caballero de la blanca luna se hace dueño del escenario. Reta, condiciona, vence. El contrato es fatal. Los lectores, sorprendidos, vieron, apenas, una playa, dos caballeros y un tope benigno. Don Quijote yace derrotado. Su propio honor, que a tantos conmoviera, lo obliga lleno de lágrimas a renunciar a su sino guerrero. Sancho sufre mucho. Siente que es el fin del mundo.

Los moros cristianos van y vienen, se salvan, se confiesan. Escapan del horror inquisidor. Tienen abogados sensatos. Ninguna alegría redime de semejante pena. El Quijote va sin armas. Un guatemalteco que sabe escribir endechas dijo (o soñé que dijo) muy a propósito: “Su vida fue un eco de gloria difuminado por una pesadilla“. La imprecisión probable de la cita se explica porque viene de mi niñez.

Sansón Carrasco, vil instrumento de malos seres, priva al mundo de un héroe de convicción. Con su cara falsa de luna nos deja sin héroe. En la playa queda también el suspiro del lector que habría preferido un maremoto repentino. Bien podría conjeturar abismos y valles de sombras. Sansón nos roba, iluso, la esperanza.